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Todos hemos visto en alguna ocasión una jeringuilla. Es más, probablemente hayamos tenido que usarla, con o sin aguja, para administrar algún tipo de medicamento. Lo que seguramente no apreciamos nunca es que al utilizarlas parte del contenido se perdía entre burbujas de aire.

Y llegaron las vacunas contra la Covid-19 y descubrimos que hay un modelo de jeringuillas que permite aprovechar al máximo las dosis de este preciado y necesario fármaco.

Este es sólo un ejemplo de lo que en la industria farmacéutica se llama “innovación incremental”, y que no es otra cosa que el trabajo que se realiza en los laboratorios con fármacos que ya existen, con el fin de modificar o mejorarlos en beneficio tanto de pacientes como del personal sanitario.

Por ejemplo, en algunos medicamentos que se suelen administrar juntos se buscan fórmulas para unificarlos. También se estudia cómo reformular composiciones para reducir el número de tomas y así evitar olvidos. O nuevas formas para administrar los medicamentos (jarabes, comprimidos que se deshagan en la boca...). O, incluso, nuevas aplicaciones para un fármaco ya conocido.

En definitiva, es un trabajo casi tan importante como la innovación radical, pero mucho más desconocida. ¡Porque todo no es buscar nuevas medicinas!

Pero, ¿en qué consiste la innovación incremental?

Desde Farmaindustria explican que este trabajo “callado” se puede clasificar en seis grandes grupos.

  • Mejorar la eficacia. Este tipo de investigación se dedicaría a la evolución de medicamentos ya aprobados y utilizados, con el fin de mejorar su eficacia o la tolerancia en determinados pacientes.
  • Reducir el número de tomas. También se innova cuando se consigue unir en un solo fármaco los principios activos de varios, con el fin de reducir el número de pastillas a tomar. Los mayores, cuyos botiquines suelen estar repletos, son uno de los sectores más favorecidos por esta labor farmacéutica.
  • Mejorar el sabor. “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan os sabrá mejor” cantaba Mary Poppins. Y es una realidad que los laboratorios también trabajan en la modificación de las fórmulas para facilitar su toma en determinados grupos de pacientes.
  • Probar medicinas en otras enfermedades. Durante este año de pandemia hemos seguido en directo las investigaciones científicas destinadas a encontrar un tratamiento eficaz contra el coronavirus. Medicamentos como la dexametasona (utilizada para el lupus) o la cloroquina (un antipalúdico), se ha probado para tratar a los enfermos más graves de la Covid-19.Pues bien, esa labor también se realiza en los laboratorios farmacéuticos, probando la utilidad de determinados medicamentos para enfermedades distintas para las que fueron creados.
  • Facilitar el uso. La diabetes o patologías relacionadas con la coagulación de la sangre requieren inyecciones en su tratamiento y aquí también juega un papel importante la innovación incremental de las farmacéuticas. Se trabaja con medicamentos que incluyen dispositivos que facilitan su uso, sobre todo en el caso de inyectables y tratamientos más complejos que la toma de un comprimido o para pacientes con capacidades motoras limitadas.
  • Aplicaciones digitales. Se investiga, y mucho, sobre medicamentos que incorporan aplicaciones digitales para mejorar su control y seguimiento.

En definitiva, “son variaciones en la formulación y concepto original del medicamento que generan notables ventajas para pacientes y profesionales sanitarios, tales como mayor rapidez de actuación, facilidad de uso o mejoras en la eficacia del compuesto y en la adherencia del paciente al tratamiento”, explica el director del Departamento Técnico de Farmaindustria, Emili Esteve.

Tales avances, añade, “contribuyen también al ahorro y la eficiencia del sistema sanitario, puesto que una mayor adherencia o cumplimiento de tratamiento por parte del paciente implica un mayor control de su enfermedad y, por tanto, menor riesgo de recaídas y necesidad de otros recursos sanitarios”.