La primera Copa del Rey del antiguo CAI Zaragoza fue preciosa, en casa, ante un Huevo a rebosar, pero la segunda no se queda atrás. A veces, conviene recordar lo complicado que es levantar trofeos al viento en una jungla de equipazos con el objetivo común de la gloria. Si de por sí los títulos perviven para siempre y quedan grabados a fuego en la historia, en este caso todavía adquiere más valor.

El CAI, tal día como este jueves pero hace 30 años, rompió con todos los esquemas por tercer encuentro consecutivo y ganó la Copa del Rey ante el Joventut, equipo considerado en las quinielas como favorito. Antes, cayeron el Valvi Girona y el Real Madrid. Y un poco antes, se creó un caldo de cultivo que hacía indicar que el CAI no iba a vencer esa Copa del Rey, como reconoce Daniel Álvarez, integrante de aquella plantilla y vencedor del trofeo con 18 años: «La tendencia indicaba que no era el año para apostar de manera especial por el CAI Zaragoza, pero esto es deporte».

La entidad venía de destituir a Moncho Monsalve por la irregular trayectoria en Liga y la Korac tampoco iba sobre ruedas. «Lo de Moncho no fue una experiencia negativa, pero no llegó a conectar con la política del club y las circunstancias deportivas propiciaron su cese después de perder una semana antes de ir a la Copa», cuenta José Miguel Hernández, otro joven valor de aquel CAI.

44 puntos para la historia

Entonces se puso al mando el novato Jesús Chuchi Carrera, de solo 24 años, que logró cambiar la mentalidad de los jugadores y liberarles de presión: «Veníamos de echar al entrenador, nos ponen al crío este a ver qué pasa… Fuimos con mucha tranquilidad y eso Chuchi lo hizo de miedo. Estábamos mentalizados en salvar la temporada de Liga lo mejor posible y salir airosos de una situación complicada y eso nos ayudó mucho», comenta Hernández. «Las tendencias y la confianza hacen mucho. Ganas al Valvi, ves que avanzas y cambias el chip», apostilla Daniel Álvarez.

El CAI se impuso al Valvi Girona (85-79) y se cargó al Real Madrid con un final de película (73-74). Esperaba el Montigala Joventut en la gran final y los zaragozanos seguían siendo la cenicienta de la Copa, pero tenían a un león que ya había rugido en cuartos y semifinales, pero que terminó de dominar el Centro Insular de Deportes en el partido decisivo: Mark Davis.

Sus 44 puntos siguen siendo historia, la mejor marca en una final de la Copa y la máxima de una fase final igualada con la del excaísta Leon Wood. José Miguel Hernández tuvo la mala fortuna, entre comillas, de coincidir en el puesto con Davis, así que le tocó ver el espectáculo desde la barrera. «Mark aquel día estaba tocado por los dioses, solo teníamos que darle el balón. Jugué bastante contra el Valvi y el Madrid, pero en la final... ¡de qué cojones iba a salir, si era imposible! Balones a él, Belostenny echando una mano y los nacionales de guinda del pastel. Ni me quité el chándal en aquel partido», afirma.

Se venció la segunda Copa (69-76) con un técnico tan joven que también tiene su récord, una plantilla plagada de talento aragonés, contra todo pronóstico, con Davis aprovechando los bloqueos de Belostenny con todos a una, disfrutando de la pelota naranja. Fue una mezcla ganadora: «Recuerdo bien el compañerismo que había y cuántos jugadores salidos de la cantera participamos de aquel éxito», asegura Álvarez, que tampoco se olvida de las celebraciones. «Tenía 18 años y las fotos son eternas. En las celebraciones de aquella noche casi partimos Gran Canaria en dos trozos», rememora Álvarez.

«Me impresionó muchísimo lo de la Plaza del Pilar. Parecía el pregón, fue impresionante. Luego lo del Rey y lo demás hace ilusión, pero lo de la gente en el Pilar fue lo más emotivo, sobre todo al salir al balcón con toda la plaza llena de gente», comenta Hernández. Aquella gesta, inesperada pero de puro corazón, cumple ya 30 años de orgullo para toda una ciudad que se volcó entonces y que desea una machada del Casademont en Málaga.