Si habían sido preocupantes las derrotas contra Plasencia, Bilbao, Menorca y León por la forma en la que se produjeron y por el efecto de incertidumbre que provocaron, el traspié de ayer ante Los Barrios sirvió para aumentar la onda expansiva de las dudas ya creadas y multiplicarlas peligrosamente. En un ejercicio de impotencia, de querer y no poder, de desorden colectivo y de falta de talento natural para el juego, el CAI se precipitó hasta la quinta plaza (con un partido menos) sin haber dado ningún argumento verdadero para evitar semejante caída. A falta de seis jornadas para el final de la Liga, el equipo ha perdido el norte, mira al líder a tres victorias y se ha empequeñecido por la trascendental baja de Matías Lescano y por la pobre capacidad de respuesta de muchos de los jugadores en situaciones de mayor exigencia individual.

Que el CAI al completo es capaz de jugar bien al baloncesto y de ganar con autoridad en la LEB es un hecho comprobable mirando atrás en la Liga y en la Copa Príncipe. Pero este equipo, temible en esas circunstancias, se degrada demasiado en su jerarquía con muy pocos contratiempos. Tanto es así que la sensación que ha quedado después de los dos últimos meses es que el éxito final dependerá excesivamente del estado de gracia de Lescano. Un hilo demasiado fino para un reto de tanta envergadura. O dicho de otra manera. Si se quiere evitar riesgos, el CAI necesitará todavía fichar a un jugador más, cuya puesto dictaminará la situación física en la que regrese Matías y las posibilidades reales que tenga de llegar en plenitud a los playoffs , y que deberá poseer una cualidad innata: talento y facilidad para anotar, el déficit de una plantilla con muchos jugadores secundarios que han crecido a la sombra de Lescano y cuyas figuras se han entristecido sin el Bicho .

BAJO TONO DEFENSIVO Lo de ayer fue una muestra más de esta tendencia. El CAI nunca dio la impresión de ser capaz de ganar a Los Barrios y cosechó su quinta derrota en seis partidos. El encuentro se puso cuesta arriba en el primer cuarto (8-20 en siete minutos) por el bajísimo tono defensivo y el equipo ya no pudo darle la vuelta al marcador, aunque lo intentó en el tercer cuarto en un arranque de orgullo sin resultado (61-63, a 11.50 para el final).

El equilibrado juego de Rafa Monclova, un base mesurado y de mente despejada, se bastó para desarmar al CAI. Monclova ordenó, y Pierre Louis y el debutante Mackey ejecutaron haciéndose dueños de los dos aros con dobles figuras y ninguneando a Otis Hill y a Lester Earl, que atraviesan por un bache de juego de dimensiones similares al de Doblado, Sabaté, Mesa, González o Ciorciari.

El incomprensible 11% desde la línea de 6.25 (2 de 17) y el pésimo 42% de acierto en los tiros de dos fueron el reflejo estadístico de un partido mediocre, sin ninguna lucidez, sin creatividad y sin ninguna solución táctica más que el libre albedrío. Así, triste y revelador, fue el día en el que Alfred Julbe hizo debutar a Esmorís en el minuto 26.