Habrá quinto encuentro en la eliminatoria. Y lo habrá porque el CAI Zaragoza jugó un mal partido, muy lejos del altísimo nivel que alcanzó el pasado viernes, y porque De Lucas y Afonso, los dos árbitros que ayer entraron por deméritos propios en la historia negra del club, maltrataron con irresponsabilidad, y una vez detrás de otra, al equipo aragonés. El CAI tocó las semifinales con la punta de los dedos, pero para jugarlas deberá sobreponerse a la enorme decepción de ayer y ganar en Plasencia en un ambiente hostil. No le queda más remedio.

Para tener alguna opción de mantener vivo el sueño de disputar las semifinales por el ascenso, el CAI necesitará jugar un partido espléndido el próximo viernes y rezar para que el arbitraje sea ecuánime. Ayer no lo fue. De Lucas y Afonso mediatizaron con su actuación el resultado final, una circunstancia que ya sufrió el CAI en el primer partido de cuartos. La situación, además de enardecer a un pabellón Príncipe Felipe abarrotado, tiene un fondo de tristeza, provoca cierto descreimiento y mucha incomprensión. La ilusión de una ciudad, de cualquiera, de Zaragoza o de Plasencia, de Bilbao o de Granada, de Mahón o de León, no puede quedar en manos de dos colegiados sin preparación, capaces de equivocarse todas las veces y, lo que es peor, utilizar un criterio diferente en cada zona y perjudicar, en demasiadas ocasiones, al mismo equipo. La realidad fue esa y, aunque sea difícil de asumir, no queda más remedio que hacerlo. El CAI se encuentra ahora ante el primer momento cumbre de su historia y, esta situación, que es la que es, le va a exigir el viernes una respuesta mayor, en la que se calibrará la verdadera dureza anímica de la plantilla.

LA TACTICA En el inicio del encuentro ya se intuyó que nada iba a ser igual. Dani García cambió de plan y utilizó en su cinco titular a dos bases (Gianella y Sala) para jugar un baloncesto control y reducir la capacidad de correr del CAI, y puso de inicio a Kruiswijk, cuyo trabajo bajo los aros fue vital para oscurecer a Rocky Walls. La táctica le salió perfecta porque el partido que se dio fue el que soñó el Plasencia.

A ello contribuyó el CAI con un paupérrimo acierto en el tiro (19% de tres, 43% de dos y 66% de tiros libres) y con una mala interpretación del encuentro en el primer cuarto, en el que jugó con filigranas cuando lo que correspondía era ser serio.

En ese tiempo que perdió el equipo en tontadas, vital para que el Plasencia no se rehiciera, encontró vida el conjunto de Dani García. Y fue tanta que el CAI ya no se la pudo quitar, aunque pudo hacerlo en la recta final, en la que redujo una ventaja visitante de once puntos (se pasó de 49-60 a 11.45 a 70-72, a 21 segundos para la conclusión).

Sin embargo, Lescano, que nunca se esconde, se equivocó precipitándose en una acción que exigía más pausa. Su tiro, cuando aún restaban doce segundos, dio en el aro y cayó en manos del Plasencia. Fue el último fallo que se puede permitir el CAI esta temporada.