No hubo sorpresa, ni siquiera una mínima posibilidad de que no pasara lo previsible, de que el Barcelona, pese a sus cuatro bajas, no se impusiera al CAI Zaragoza. Lo hizo y con demasiada facilidad (90-67), sin que el equipo aragonés dejara la sensación de poner todo de su parte para evitarlo, y esa es la peor impresión que puede dejarse en un partido. El CAI Zaragoza jugó convencido de que no iba a ganar, así que solo era cuestión de tiempo que el Barcelona se convenciera de que no iba a perder para que el duelo fuera una cuenta atrás hasta el minuto final.

Xavi Pascual tuvo que echar mano de la cantera no solo para completar la convocatoria sino para poder cumplir incluso con los cupos que exige la Liga. Juan Carlos Navarro, Brad Olesson, Álex Abrines y Marcus Eriksson fueron cuatro espectadores de lujo, pero el equipo azulgrana no les echó de menos. Hasta cinco jugadores anotaron más de diez puntos, con Pleiss como punta de lanza con 15 puntos y 11 rebotes (MVP de la jornada), y el técnico azulgrana hizo debutar a dos canteranos, Vila y Peno.

SIN FALTAS

El CAI no aprovechó esa circunstancia. Con una defensa blanda --tan solo cometió 12 faltas en 40 minutos--, ni siquiera hizo dudar a su rival, que se mostró excesivamente seguro y cómodo en ataque durante todo el partido. Y en defensa, el Barcelona tejió su habitual tela de araña en la que quedó atrapado el juego del CAI Zaragoza. El equipo azulgrana tampoco necesitó cometer faltas, no precisa de la dureza ni de la agresividad de otros conjuntos para defender bien. Como en una partida de ajedrez, Xavi Pascual retrasó ligeramente su torre, dejó a Pleiss defendiendo a medio camino entre el base y el pívot y el CAI ya no encontró el camino interior --Llompart-Katic-- con la facilidad acostumbrada.

Al equipo aragonés le costaba un mundo anotar y sus defensas alternativas, que tan buen resultado le habían dado al Sevilla, solo funcionaron de manera intermitente. El CAI no consiguió fluidez en su juego y le resultó imposible cumplir su objetivo de dejar al rival en 74 puntos. Acabó perdiendo la batalla por el rebote (37-27) e igualó en número de pérdidas (10), pero no fueron esos sus problemas. Excepto en un último cuarto en el que ya no hubo orden ni concierto, solo espectáculo local, la elevada efectividad azulgrana redujo al mínimo el número de rebotes en juego.

JUGAR SIN FE

No hizo un buen partido el CAI Zaragoza ni en el plano colectivo ni en el individual. La poca anotación aragonesa estuvo repartida, como siempre, pero tan solo Jelovac, con 15 puntos y esa facilidad suya para lanzar bajo cualquier circunstancia, se acercó a sus números normales. El resto de guarismos fueron mejorables pero, más que las estadísticas, el CAI hubiera necesitado progresar en su intensidad y en su aplicación defensiva. Porque al equipo azulgrana no le costó gran esfuerzo irse hasta los veinte puntos de diferencia en la segunda parte y, pese a un amago aragonés de regresar por debajo de los diez de distancia, sentenciar el partido mucho antes de que terminara. El CAI no tuvo opciones porque, como ante el Madrid, ni siquiera creyó en ellas. Tendrá que hacerlo para lograr el billete a la Copa del Rey.