En un lugar atípico, pero determinado por las obligaciones publicitarias, el CAI presentó ayer a su primer refuerzo para el tercer proyecto del club. Entre volantes y carrocerías, en un concesionario de coches, un viejo conocido, el aragonés Jesús Cilla posó con su nueva camiseta, con la que siempre soñó y a la que se agarra por una cuestión emotiva más que deportiva. Por ella ha renunciado a la ACB, al año que le quedaba con el Ricoh Manresa para volver como hijo pródigo a casa. "Jugar en Zaragoza era lo máximo para mí, por encima de la ACB. Tuve que marcharme para seguir en el baloncesto y ahora vuelvo para hacer valer mi oportunidad ante mi gente. Espero que sea el año definitivo, se están dando los pasos adecuados para que así sea, en el que el CAI retome su andadura en la ACB", comentó ayer el alero de 1.96 metros y que ha firmado dos temporadas.

A Cilla no le corresponde únicamente un puesto en la rotación exterior de Quitana, sino que a él se asignará la simbología del hombre de casa que dejó huérfana la marcha de Rodrigo San Miguel. Será el estandarte, la extensión en la cancha de una afición ávida de recuperar, como ha ocurrido estos dos años con el base zaragozano, la estela de la cantera aragonesa, santo y seña del anterior CAI. "Para lo bueno y para lo malo, seré el jugador de la tierra. Intentaré transmitir este espíritu de la calle en el vestuario. Este esfuerzo y este trabajo extra será contagiado en el equipo. Iremos todos a una", respondió Cilla, nacido en Alagón hace 27 años.

EXILIADO Jesús fue un emigrante obligado tras la desaparición de la élite, que le pilló en etapa júnior. Miembro del prometedor y fallido proyecto de Helios Hispanocobyr, tuvo que salir a Plasencia y Menorca para hacerse un hueco, que, finalmente adquiriría en Manresa con el ascenso a la ACB y dos temporadas en la categoría reina. Ahora da un paso hacia atrás para tomar un impulso definitivo. El sabe cómo hacerlo. "Para subir hay que tener un conjunto sólido, no depender de sólo 2 o 3 jugadores. Si se completan las operaciones que están sonando, más lo que ya hay, creo que este objetivo se está logrando. Con esfuerzo y trabajo, nuestro meta irá llegando", afirmó Cilla, que no se plantea como una obligación ser titular: "Eso está en manos de Quintana, para mí uno de los mejores entrenadores de España".

Aunque sea aragonés, la lejanía con la que Zaragoza ha vivido estos años sin baloncesto hacen de Cilla un desconocido. El aclara que no será un jugador de altos números, pero sí de un derroche de ganas soberbio. "No anotaré 30 puntos y cogeré 15 rebotes por partido, aunque lo pueda hacer. Soy un jugador de equipo. Mis virtudes son el trabajo y las ganas", finalizó Cilla.