El Casademont Zaragoza es un equipo en estado de gracia. No es que no haga muchas cosas bien, que no merezca ganar, que no tenga mérito lo que está haciendo, pero es que ha alcanzado un punto de competitividad, de chispa, de química, que ya lo gana todo. Absolutamente todo. Hasta un partido en Brindisi (91-93) en el que fue más de 28 minutos por debajo en el marcador, en el que hubo 20 cambios de liderazgo en el electrónico, en el que no encontró continuidad en su juego, en el que empató con su rival en casi todo...

El Casademont no sabe perder y logró el empate a 91 en los últimos segundos. Solo quedaban 2,6 cuando, en un saque lateral, el balón llegó a Ennis, que se fue con todo para dentro, soltó una bomba, dio en el cristal y entró cuando el tablero ya estaba iluminado. El equipo aragonés quería ganar para no depender de nadie y lo consiguió: será primero de grupo por méritos propios. No lo necesitaba porque el PAOK se había deshecho con claridad del Telekom Bonn (103-84), pero el equipo aragonés prolongó su racha. Ya son siete victorias consecutivas entre ACB y Champions y en Europa ha ganado los últimos seis partidos, tres de ellos fuera de casa.

La victoria en Brindisi habla de la voracidad de este equipo, del hambre infinito por ganar. Algo que no solo exhibe cuando le sale todo, cuando aplasta a sus rivales, cuando gana con suficiencia. Lo muestra, y acaso es lo más importante, cuando más lo necesita, cuando no está cómodo, cuando le dominan, cuando no encuentra la manera de frenar al rival. No le importa. No se rinde, no se deja llevar. Podía haberlo hecho en Italia, le valía perder. Pero ganó.

No fue el mejor Casademont. Ni el mejor partido. Pero hubo seis jugadores por encima de los diez puntos y el mismo espíritu colectivo de siempre. El equipo aragonés quiso imponer su ritmo desde el principio, correr, pero se atascó ante la defensa local y se jugó más lento de lo que pretendía el conjunto zaragozano. Aun así, el dominio del Brindisi no fue excesivo, ni en el juego ni en el marcador.

Al inicio del segundo cuarto se vio lo que quería el Casademont. A partir del rebote pudo correr y coger una pequeña renta de cinco puntos, que no duró mucho. Los italianos tomaron las riendas del partido con el Casademont intentándolo de todas las maneras pero sin encontrar la fórmula. En cuanto lograba acercarse en el marcador, los italianos volvían a despegarse. Así estuvieron todo el partido. Ni uno lograba despegarse, ni el otro darle la vuelta.

Sutton, Brown, Zanelli, Stone, iban anotando con cierta facilidad sin que el Casademont pudiera frenarles. Eran demasiados frentes abiertos. En el equipo aragonés fueron apareciendo también diferentes nombres, primero Brussino, luego Seeley, también Radovic, las continuaciones de Hlinason y, por supuesto, Ennis, el hombre más feliz de Zaragoza. Y con razón.

Hizo trece puntos en su línea, a veces precipitándose, pero siempre sumando. Y fue el autor de la canasta de la victoria, sobre la bocina y cuando el partido parecía abocado a una prórroga. No quiso jugar más Ennis pero sí quiso ganar. Se fue con toda la decisión y confianza a la canasta y terminó saltando y sonriendo. Como casi siempre. El Casademont Zaragoza lo gana todo, bajo cualquier circunstancia. Seis victorias seguidas le han dado el primer puesto del grupo D y tendrá el factor cancha en octavos y, si pasa, también en cuartos.