La estocada entró limpia, hasta el fondo. Y el Plasencia cayó sobre la arena a la primera, rendido a una serie de naturales, de baloncesto puro y divertido, que lo dejó herido de muerte. En una fiesta llena de magia y color, el CAI Zaragoza le propinó a su rival un golpe durísimo, lo arrolló con un juego atractivo y de alta escuela y tomó una ventaja determinante en la eliminatoria de cuartos (2-1). Ante una afición estelar, merecedora de cualquier elogio, el equipo dejó el terreno preparado. Si mañana (19.30) gana de nuevo, disputará las semifinales y estará un pasito más cerca de la Liga ACB.

La jugada de ayer fue perfecta. En un clima de éxtasis colectivo y de presión insoportable para el rival, el mejor CAI de la temporada dejó al Plasencia K.O. y con el rostro marcado por la dureza del castigo. El espíritu de Rocky, un jugador pétreo y rocoso como el boxeador, lo ha contagiado todo y, por encima de cualquier otra apreciación, ha permitido que el CAI recupere el estilo de juego para el que fue creado. La fórmula es tan sencilla de explicar como difícil de ejecutar. La suma de la fortaleza defensiva y la firmeza en el rebote (Walls capturó 15 en 25 minutos) permiten al CAI jugar rápido y desarbolar a su rival. Y, eso, fue lo que sucedió en el Príncipe Felipe.

EL PLAN PERFECTO El equipo realizó una exhibición defensiva impecable, cerró el camino del aro a Gianella, Stewart y Owens, y se apoyó en la majestuosidad de Rocky Walls bajo los aros y en su capacidad para dar el primer pase a gran velocidad, para armar un juego de ventajas constantes al contragolpe que permitió el lucimiento de Ciorciari, cuya figura ha crecido en el playoff ; Sabate, que hizo 20 puntos, anuló a Stewart y rayó la perfección; y Lescano, cuyo rol en el juego vuelve a ser tan relevante como antes de su lesión. Su partido fue magnífico y, si eso sucede, todo es más sencillo.

El partido fue como un traje hecho a medida del CAI. El equipo se lo puso al inicio, se miró al espejo y se vio tan esplendoroso y tan favorecido que se atrevió con todo. Enseguida empezó a construir ventajas (22-9 en los primeros siete minutos) y, aunque el Plasencia tardó en bajar los brazos y se acercó en el marcador gracias a dos triples consecutivos de Lledó (34-28) a poco del descanso, nunca se sintió capaz de ganar.

Lejos de caer en la relajación, el CAI regresó de los vestuarios enfurecido. Diez puntos de Otis Hill en el tercer cuarto, diez más de Walls (cuatro de ellos exquisitos tras dos asistencias de Ciorciari) y la contribución del Bicho fulminaron al Plasencia (79-51 a 8 minutos para el final), que se tomó el último cuarto como una obligación desagradable.

Además de suponer el segundo punto de la eliminatoria, la victoria tiene un valor anímico extra por la forma en que se consiguió. Y es que la sensación que dejó el partido fue que el conjunto de Julbe hace un baloncesto más sofisticado y con más recursos que su rival. Que es mejor equipo. Y eso lo sabe el Plasencia.