261 días de espera, de trabajo en solitario, de bicicleta estática, de subir y bajar las escaleras, de correr y fortalecer la rodilla junto a Isaac López, el preparador físico del club, culminaron poco antes de las nueve de la noche de ayer. Joseph Jones pidió el cambio, agotado, y José Luis Abós llamó al que ya es un jugador más del equipo, Henk Norel. La gente se puso en pie y aplaudió antes de que hiciera nada porque solo estar ahí ya era un triunfo, una gran victoria, ocho meses después de aquel 4 de mayo en el que el Príncipe Felipe enmudeció cuando vio al holandés en el suelo, caído, lesionado.

El público tuvo ayer motivos de sobra para aplaudir. Al equipo en general por su entrega, a Roll por recuperar su mejor versión, a Stefansson por sus triples finales, a Tomás por su fe infinita. Pero si los aficionados al CAI tenían ganas de aplaudir a alguien era a Henk Norel, un jugador que se había ganado al público por su juego y al que la desgracia y, sobre todo, su determinación para superarla, le han llevado a conquistar al caísmo con lazos de fidelidad eterna. Los seguidores llevaban esperando este momento tanto como él, volvieron a ovacionarle en la presentación y sonó el "Norel, Norel" cuando el holandés ingresó en la pista. Fue verlo moverse, pedir el balón, girarse y parecer que no había pasado el tiempo.

Pero sí ha pasado, y bien lo ha sufrido el pívot. "Pensaba que este día no llegaría nunca, ahora estoy superfeliz. Ha sido muy especial", indicó Norel tras el partido. "No se le ha olvidado jugar al baloncesto", avisó José Luis Abós en la previa y no mentía el técnico del CAI. Fue salir y capturar dos rebotes, uno bajo cada aro, el segundo para propiciar el triple de Rudez. Dos minutos después ya había podido ejecutar su reverso y dejar ese gancho marca de la casa con el que se hizo grande y con el que volvió a anotar ocho meses después de romperse la rodilla.

Puesta una piedra más, una importante, eso sí, en el camino para volver a ser quien fue, era el momento de señalar a los que siempre han estado ahí. "Ahora mismo quiero agradecer a mis compañeros de equipo que juegan conmigo, me dejan entrar en el equipo aunque aún tengo que encontrar el sitio y ellos a mí también. Personalmente agradezco a mi mujer y a mi familia que me han ayudado mucho todo este tiempo", señaló el jugador. No se olvidó de la afición, claro, la que también lleva ocho meses esperando volver a verle. "Ha estado increíble durante estos ocho meses conmigo. Cada partido que gritaban mi nombre y aplaudían me hacían sentir que me quieren mucho. Ahora me toca a mi enseñar lo que valgo y, poco a poco, ir mejorando cada día para llegar con el equipo a donde queremos". Fue el partido perfecto para el CAI y para Norel. "Era un momento ideal para fogearlo y estoy muy contento porque ha jugado como si hubiera jugado más partidos. Ha estado bien en los rebotes y ha logrado canastas", explicó Abós. La felicidad de Norel es la del CAI.