El CAI Zaragoza se redimió de su mal partido en Andorra, purgó todos sus pecados ofreciendo espectáculo y una victoria contundente a sus seguidores ante un Laboral Kutxa en pleno cambio, no tan potente como otras temporadas, pero clasificado entre los 16 mejores equipos de Europa. En la enésima transformación del año, el equipo aragonés ofreció su mejor cara, su versión trabajadora, solidaria, comprometida. Sudó en defensa y se divirtió en ataque. Todos los puntos que se dejó por el camino en Andorra entraron en el Príncipe Felipe. Los 105 puntos (105-94) son la tercera mejor marca de la historia del CAI en la ACB, la segunda en 40 minutos, sin prórroga. La victoria fue, además, fundamental para dejar fuera de la carrera por la Copa a un rival directo y dar un paso más hacia Canarias.

Fue una redención colectiva e individual. El CAI Zaragoza fue mejor equipo, trabajó junto, se ayudó y mantuvo una línea muy similar durante todo el encuentro. Dominó el marcador y la situación. Y todos los jugadores mejoraron, ofrecieron más de sí mismos. Empezando por Jason Robinson, especialmente desacertado en Andorra pero también con muchas ganas de reivindicarse. Lo hizo como anotador y como líder, como un jugador capaz de resolver situaciones complicadas, de echarse el equipo a la espalda, pero también de mancharse las manos haciendo faltas o recuperando balones.

Chris Goulding parece haber encontrado su sitio. Con espacios, es un magnífico anotador, aunque en defensa le queda mucho por mejorar. También Sastre y Tomás dieron un paso al frente. No estuvieron brillantes, pero su actitud, su lucha, su pelea, les valió el aplauso de la grada. No todos los jugadores pueden meter 20 puntos por partido, pero todos pueden, y deben, partirse la cara por el equipo. Eso es lo que quiere el aficionado. Por eso se levantó de la grada cuando Llompart se tiró de cabeza a por un balón cuando solo quedaban dos segundos y el partido ya estaba ganado.

MÁQUINA SERBIA Y luego está Stevan Jelovac. Salió de titular pero tres faltitas le hicieron jugar solo dos minutos y medio en el primer periodo. Al final del tercero, había jugado cuatro minutos, no había anotado y sumaba -4 de valoración. Pero el serbio es una máquina de anotar, suelta la muñeca izquierda con una naturalidad y facilidad asombrosas y, en el último cuarto, sumó 16 puntos y acabó con 19 de valoración.

En el juego interior, se vio un poco más de Norel, la contundencia habitual de Katic y un omnipresente Landry. Los grandes sufrieron con Begic, por fuera apareció San Emeterio y James brilló en la primera parte. Eso fue casi todo de un Laboral Kutxa blando en defensa aun cuando quiso aumentar su intensidad, como si no se jugara media Copa en el partido. El conjunto baskonista se vio desbordado por un CAI mucho más sólido, mucho más convencido, infinitamente más cómodo y seguro de sí mismo. El equipo de Joaquín Ruiz Lorente se dio un festín, expió sus últimos pecados y despidió el año con una sonrisa y un poco más cerca de la Copa.