—¿Cómo ha llevado estos días tras anunciar su retirada?

—Al principio era difícil por cerrar una etapa de 20 años jugando y disfrutando de este deporte y ahora empieza otra nueva que será diferente porque cambian los hábitos y el día a día. Después de ver todo el cariño de la gente, dándome las gracias o hablando bien de mí, lo he asimilado en pocos días, pero estoy contento con la decisión que he tomado porque en lo personal ha sido duro y el club debía saber mis intenciones y cómo estaba físicamente. No me gustaba hacerles perder el tiempo.

—¿La decisión de dejar el baloncesto profesional la tenía tomada desde hace tiempo o la aceleró el parón por el coronavirus?

—No lo tenía pensado. Tenía un año más de contrato con el Casademont y, aunque en los últimos años iba temporada a temporada, no estaba en mi mente. Viendo cómo ha ido el año, con unas lesiones que impedían que estuviera al 100% con el equipo, me dio que pensar. Durante el parón por el coronavirus la cabeza también da más vueltas sobre el cuerpo y cómo sería la vuelta y al final he tomado esta decisión. Era el momento adecuado.

—Es el séptimo jugador con más partidos en la ACB, máximo taponador, campeón de Euroliga, Liga y Copa y la lista de éxitos sigue. ¿Qué le dicen esos hitos?

—Me dice que he estado rodeado que gente ha sido igual que yo de ambiciosa y luchadora cada día. Es cierto que he conseguido títulos, pero cuando no los he logrado también he disfrutado. Todo lo que he conseguido a nivel colectivo ha sido gracias al equipo y a los compañeros que he tenido en la pista y tengo que darles las gracias a ellos por ser partícipe.

—Pero algo tendrá el agua cuando la bendicen y Fran Vázquez habrá tenido que ver.

—Yo he luchado por todo. No he sido nunca un jugador de meter 20 puntos y sí más defensivo, de juego y de tranquilizar al equipo. En estos últimos años ya no era el saltarín o el intimidador de temporadas anteriores, pero he intentado dar esa calma y tranquilidad al equipo cuando hacía falta y, cuando hacía falta empuje, ahí estaba para poner las pilas.

—En una trayectoria tan dilatada y exitosa ha vivido grandes momentos y será difícil elegir, ¿pero con cuál se quedaría?

—Los títulos siempre te marcan y son un antes y un después, pero yo tengo otras etapas. La primera, cuando debuté en la ACB siendo un pipiolo y sin saber a dónde iba a llegar. Jugar, aunque fuera un minuto en esta Liga, te marca. Luego tengo la otra mitad, cuando nació mi hijo, que también marca mucho porque juegas para él y disfrutas viéndole disfrutando cuando te ve jugar. La última, esta que empieza ahora.

—Y la otra cara de la moneda son las espinas clavadas o los momentos no tan buenos. ¿Cuáles son en su caso?

—Las decisiones que he tomado siempre han sido meditadas, no tengo ninguna espina, pero sí malos momentos. Uno fue cuando falleció mi padre, que no pudo verme disfrutar ni mis inicios. Me hubiera gustado que hubiera estado con nosotros y lo viese.

—¿Le ha dado muchas vueltas a haberse perdido por problemas físicos el Mundial del 2006?

—No, porque no estaba bien físicamente y ya está. Las decisiones las he tomado pensando en mi cuerpo y si no estaba al 100% prefería estar fuera y no estorbar al equipo. Veía que mi cuerpo no podía. A la gente le costará más o menos entenderlo, pero todas mis decisiones han sido pensadas y mirando por la salud.

—Otra de sus decisiones fue no ir a la NBA a pesar de salir elegido por Orlando Magic en el puesto 11. ¿Por qué nunca jugó en Estados Unidos?

—Orlando nos había preparado un dossier para ver casas y estábamos a punto de ir, pero hubo un problema familiar y pensé antes en mi familia que en mí. Al final fueron motivos personales y me quedé en la ACB.

—¿Qué le ha llevado a renunciar a jugar la fase final de la Liga Endesa en Valencia y dar por concluida ya su carrera sin acabar la temporada?

—La situación en la que estamos. Por ejemplo que con gente cercana a mí pues no nos podamos abrazar o que mi hijo no pueda jugar con sus amigos me da que pensar sobre cómo puedo estar yo cuando estoy en contacto con un compañero o un rival. Por muchas medidas que haya siempre está ahí la posibilidad de contagiarte.

—Pero no podrá despedirse en la pista, que hubiera sido más emotivo.

—Sí, esa es la otra cara. Me hubiera gustado despedirme en la pista pero para qué vamos a forzar la cosa. Al final no puedo y no se le puede achacar a nada, es la situación en la que estamos y no es la más conveniente.

—Y el círculo se ha cerrado en Zaragoza, donde logró su primer título. Suena entre paradójico y bonito.

—Lo dije el primer día en el que vine, hay que ver cómo es el mundo. El primer título que gané y mi último partido fueron en Zaragoza. Estoy contento no solo de haber disfrutado de la Marea roja en contra, sino a favor. He disfrutado durante estos años, ha sido increíble y el apoyo ha sido muy grande. Zaragoza necesita alegrías de su equipo, se consigan o no títulos.

—¿Qué le ha aportado el Basket Zaragoza en este punto de su carrera deportiva?

—La estabilidad. Cada año lo vi como un reto para devolver a Zaragoza al lugar que merece, que es sin sufrir y estar en puestos de comodidad, por así decirlo, y también para ver cómo me adaptaba a jugar un partido por semana ya que durante toda mi carrera he tenido dos. El reto ha sido muy bonito, en el primer año llegando al playoff y jugando las semifinales contra el Barça y este año por ver hasta dónde podíamos llegar en la Liga ACB y en la Champions. Guardo recuerdos muy bonitos y de los malos he aprendido a ayudar y a que el equipo y la afición creyese.

—En este proyecto del Casademont Zaragoza hay mucho jugador joven y usted ha tenido un rol de guía por su veteranía. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

—Tan solo he intentado ayudar tal y como me ayudaron a mí cuando era joven. Es importante cuando un joven está en la primera plantilla o comparte momentos en la primera plantilla se sienta cómodo y uno más en ese ambiente. Cuando venían intentaba ayudarles y no ponerles nerviosos, porque enseguida quieren demostrar que quieren tener un sitio y la confianza del entrenador y ahí se necesita a ese veterano que te da una palmada en la espalda, te tranquiliza y te aconseja. Son cosas que vas aprendiendo e intentas ayudar como si fueras un padre en la pista.

—¿Cómo han sido estos dos años junto a Fisac? Da la sensación de que entienden el baloncesto de forma parecida.

—Buena. Por suerte le conocía de cuando era más joven, pero no había la tenido la oportunidad hasta estos dos años de estar con él. Es un entrenador que escucha, que si tienes ideas le da vueltas y te habla. Al ser un veterano que ha vivido muchas cosas te habla y te pide consejo. Nos entendíamos muy bien tanto dentro como fuera de la pista y ha sido un orgullo compartir y defender esta camiseta.

—¿Qué impresión se lleva del Basket Zaragoza?

—Muy buena y muy positiva. Hay equipos pequeños que intentar ir día a día, ver cómo ir evolucionando. Veía que la gente siempre estaba al pie del cañón e innovando. La impresión que me ha dado siempre ha sido de cercanía e ilusión. En cuanto a la afición, lo mismo. Ver cómo viven los partidos y cómo se divertían… Te quedas con eso, con esa imagen de que la gente tenía una sonrisa al acabar el partido hubiésemos ganado o perdido. Evidentemente, cuando ganas es mucho mejor, pero veías que se iban contentos por haber luchado.

—¿Hasta dónde hubiera llegado este Casademont esta campaña? ¿Dónde tenía el techo?

—Donde nosotros lo pusiésemos. Estábamos haciendo una temporada muy buena y ojalá no hubiese pasado nada. Hemos entrenando como somos, como personas y sin ser más que nadie porque no somos superhéroes. Somos unos guerreros.

—¿Se hubiera podido vencer la Champions?

—No lo sé, sinceramente. Yo creo que sí y aunque el cruce podía ser Tenerife, que era favorito, teníamos un buen feeling porque habíamos ganado partidos difíciles en campos complicados y nos llegaba en un buen momento. No sé si llegará o no, pero podíamos estar entre los cuatro mejores seguro.

—¿Qué le depara el futuro a partir de ahora?

—No lo sé, ojalá lo supiese. Mi intención es ayudar a los jóvenes, ser entrenador de algún equipo y enseñar lo que he aprendido y también aprender de ellos, entender el baloncesto de otra forma. A ver si tengo la oportunidad y puedo disfrutarlo.