El ataque gana partidos y la defensa, campeonatos. Oscar Quintana guarda esta máxima en la cabecera de la cama y la relee cada día antes de irse a dormir. Ayer, en un estreno de Liga arrollador contra el Gijón, el técnico levantó la gran muralla china en defensa y presentó un equipo sofisticado en ataque, con muchas horas de trabajo y una actitud sobresaliente; y se presentó a sí mismo como un profesional que cuida los grandes detalles y que se preocupa por descifrar hasta el más insignificante del rival. De la combinación mágica de todo ello salió un encuentro soberbio, una victoria convincente y un contrario empequeñecido y vulgar. No quiso esperar más. El CAI Zaragoza cogió la cabeza de la LEB en la primera jornada.

La receta del triunfo es tan simple de explicar como difícil de ejecutar. El CAI 2004-2005 va a ganar los partidos defendiendo, por la anulación del rival. Así lo hizo ayer cuando tuvo necesidad. Quintana levantó una muralla infranqueable para el Gijón, que se perdió en un bosque de brazos en movimiento. El CAI precintó el aro con una actividad física en defensa mayúscula, con una velocidad de pies y manos muy exigente, cortando las líneas de pase, trabajando la anticipación, cuidando los cambios en los bloqueos, salvando las trampas del Gijón, provocando muchas pérdidas (29), asfixiando al base contrario y achatando, hasta minimizarla, toda su capacidad de pensar.

EL VENENO DEL ENTRENADOR Quintana estranguló al Gijón y, después de un primer cuarto igualado (20-17), el CAI cogió la ventaja proporcional a la diferencia de preparación y nivel que el partido estaba exhibiendo. La canasta que cerró la primera parte (46-28) ejemplificó el baloncesto que busca el técnico cántabro. La ecuación es sencilla y, si se recita de memoria, da como resultado el éxito. Máxima actividad defensiva, máxima atención, robo de balón y canasta fácil al contrataque. Eso fue lo que hizo todo el equipo en pleno y Urtasun lo culminó tras robarle la cartera a un contrario, salir disparado hacia el aro rival y acabar la jugada con una canasta sobre la bocina.

El partido concluyó al descanso. La segunda parte fue un yo-yo con el que el CAI se divirtió a su gusto, ya que dejó que el Gijón se acercara a 12 puntos (59-47, a nueve minutos para el final) para, luego, cerrar el encuentro en la diferencia verdadera que había habido sobre la pista.

La primera victoria, que colocó al CAI como líder, resultó un buen presagio, reafirmó a un equipo herculiano, con muchas opciones en ataque (cuatro jugadores hicieron más de diez puntos), con sistemas de alta escuela y con una laguna que deberá subsanar cuando se enfrente en combate directo con los más firmes aspirantes al ascenso: el problema en el rebote (el Gijón cogió 43 y el CAI, 26). Fue el único lunar de un equipo que sabe lo que quiere, a qué juega, desde el primer día.