La novena no fue coser y cantar. La Marea Roja había acostumbrado su oído a los conciertos de alta escuela, a que su CAI le brindara una sinfonía perfecta sin que desafinara ni en el más mínimo acorde. Ayer tocaba otra cosa. Era la noche del solista. De Otis Hill. El americano rayó la perfección en una actuación para grabar en vídeo y enseñar a tus hijos en un clínic titulado cómo sacar petróleo en la pintura . Big O tocó su mejor tema desde que viste de rojo, un recital de los que se contemplan con la boca abierta y sin parpadear desde primera fila. Y si es necesario se paga el doble de la entrada. La actuación del de Nueva York no tiene precio, se cerró con dobles figuras (30 puntos y 10 rebotes) y con el pálpito externo de que fue él el que sacó de la siesta al CAI Zaragoza y lo agarró del cuello para llevarle directo al triunfo, al noveno consecutivo, ante un rival que se le subió a la chepa y que no se soltó de ella hasta que expiró su último aliento.

Porque fue un encuentro complicado, de esos en los que hay que subirse al andamio y dejar para otro día el lustroso traje de domingo. Pero el CAI también sabe salir del apuro en estos trances, en las noches buenas y en las malas, como se dice que hacen los campeones. Aunque no se encontrara así mismo y volviera a ver electrocutado su juego de perímetro como al inicio de la Liga, el equipo de Alfred Julbe apostó por una baza segura. Y es que Otis Hill cuando está bien es intratable. Aunque pueda ser egoísta en ciertas jugadas, se le ataque por su supuesta apatía defensiva, la realidad incontestable es que cuando se calienta no hay nadie quien lo pare en la LEB. Los pívots del Lobos pueden confirmar la teoría desde ayer.

LA RABIA DE LESTER Y eso que los cántabros veían con la lección bien aprendida. No se achicaron por la racha del galáctico CAI y se olvidaron de su versión anárquica para funcionar como equipo. Avisaron pronto de que no habían ido a Zaragoza para ser el bufón del líder. Con una buena sincronía entre su juego exterior e interior y aprovechándose de la nula aportación local desde el perímetro (el primer triple del CAI llegó en el minuto 16 tras diez intentos) y la desaparición de Lescano. El Lobos se fue con un 16-26 favorable tras 9 minutos de juego.

Entonces el CAI supo que debía sudar para ganar. Y así lo hizo. En el atasco encontró a Otis como héroe y a Lester como su fiel escudero. Earl salió enrabietado tras escuchar los pitos de la grada en reprimenda por su retraso navideño. Con la productividad de Hill, el dominio del rebote (46-33 para los aragoneses) y una defensa comprometida, el CAI encontró la llave maestra para abrir la puerta que le llevó al éxito.

Y LESCANO SE DESPIERTA Pero el Lobos no tiró la toalla y con los triples de Kennedy seguía creyendo en la victoria. A un estirón del CAI respondían los cántabros con otro. Hasta que Lescano decidió despertarse y romper con dos triples la zona de Monsalve. Si quedaban dudas otro parcial de 7-0 en el último cuarto (73-60 a falta de 5 minutos) destrozó el partido en el que Otis cambió el cuento y se zampó al Lobos.