Empapado hasta los huesos por la tormenta de críticas de su propia afición y por el carrusel de derrotas en el principio de Liga más convulso de los últimos tres años, el CAI buscará esta noche en La Palma un calmante urgente para la crisis. Para curarla, el club ha aplicado hasta ahora la medicina de la paciencia, de la frialdad en las decisiones y del respaldo absoluto al entrenador (de ahí la decisión de fichar a Borja Fernández y la de cambiar a Núñez por Ciorciari). Por el momento, la táctica, serena si se cree en ella con fe y determinación, no ha dado resultados y el tiempo ha seguido consumiéndose. Como ya sucedió hace quince días en Tarragona, Oscar Quintana se vuelve a jugar el puesto entre hoy y el viernes (el Menorca visita Zaragoza). Un marcador contundente en contra en Canarias o dos derrotas esta misma semana precipitarían un cambio de rumbo en la estrategia del CAI y su salida del club.

LA TRANQUILIDAD "No creo que me juegue el puesto hoy", se sinceró el técnico cántabro. "Pero si así fuera, tampoco me preocuparía. Mi trabajo consiste en pensar qué puedo hacer para que el equipo gane, nada más. Estoy tranquilo", añadió. Lo cierto es que el CAI 2004-2005 lo integran un grupo de jugadores sustancialmente mejores que los de la temporada pasada, pero cuyo rendimiento individual y colectivo es claramente peor. Las razones de ese bajísimo nivel son diversas y, todas juntas, hacen una combinación horrorosa. El pobre bagaje de la pareja de americanos, especialmente con la apatía de John Brown y las actuaciones voluntariosas pero desafortunadas de Reynolds; el juego confuso e indefinible de Asier García; los problemas que han existido en el puesto de base con la situación anómala de Ciorciari; la irregularidad de los aleros y algunas decisiones tácticas cuestionables, han llevado al equipo a la situación en la que está: decimotercero con tres victorias y seis derrotas, a siete triunfos del Fuenlabrada y el Menorca, primero y segundo.

La ansiedad, el nerviosismo mental, el atenazamiento que provoca la situación de crisis, el juego desconcertante, de poca fiabilidad y sin un estilo reconocible, han multiplicado la desconfianza del grupo en sí mismo y eso ha repercutido en un juego repleto de desaciertos y de confusión. Todo ello, que son muchas cosas a la vez y de enorme envergadura, no tiene un único culpable ni un remedio fácil por la coincidencia de los problemas al mismo tiempo.

PEOR EQUIPO La llave que abre la puerta de la solución para el CAI responde a un solo concepto: ganar, para que de las victorias nazca el germen de una recuperación que exige una mejoría de Brown, de Asier, de Cilla, de Reynolds, de todos. En La Palma se encontrarán a un equipo en peor situación (sólo ha ganado dos partidos), cuyos líderes son Edwards, Oscar González, ex del CAI, y Burgos (ex Menorca), y en el que también juega Javi Mesa.