A tres jornadas para el final de la fase regular (La Palma, Tarragona e Inca) y tras la penosa derrota de ayer en Melilla, el escenario que el CAI se ha construido con sus propios despropósitos es preocupante y pone en cuestión, visto el rendimiento actual del equipo, la viabilidad de un ascenso a la Liga ACB. El CAI es sexto, con 18 victorias, un sinfín de problemas, y un entrenador y una plantilla que caminan a la deriva por la competición. Contra el Melilla, otro de los equipazos de la LEB, el equipo tiró el encuentro en una segunda parte patética, en la que practicó un baloncesto de patio de colegio: atropellado, desordenado y sin fundamento alguno. El Granada ganó al Plasencia y los cinco rivales del CAI por el ascenso ya le han superado en la tabla.

El equipo quiere solucionar todos sus males con el cambio de americano. Sin embargo, la gravedad del problema está en la propia plantilla, que ha perdido su identidad, cualquier confianza en sus posibilidades e, incluso, ha aprendido a dudar de sí misma en un cursillo acelerado digno de estudio. Julbe, el encargado de buscar la solución, no ha dado con ella y la sensación que transmite es que no sabe qué terapia aplicar.

SIN ACIERTO Por el bajo rendimiento de algunos jugadores o porque no dan más de sí, el técnico ha reducido su rotación a siete jugadores. A San Miguel lo olvidó hace tiempo porque no ofrecía lo que de él esperaba; ha recomendado al club que cambie a Earl cuando nunca debió llegar al CAI; y a Doblado, que ayer ni jugó, Sabaté y Mesa sólo los utiliza si no hay más remedio porque ha perdido mucha de la confianza que antes tenía en ellos. Es decir, la mitad del equipo, por lo que el ascenso o no será cuestión del resto.

Con los demás, el CAI sucumbió en Melilla. Después de controlar la primera parte y marcharse al descanso con una ventaja exigua (41-45), pero ventaja, naufragó en la segunda parte de manera estrepitosa. Un parcial de 21-7 en contra, ayudado por una defensa incomprensiblemente inexistente y una descoordinación de movimientos propia de alevines, puso una distancia considerable en contra (62-52). A pesar de ello, el CAI Zaragoza aún reaccionó y acabó el tercer cuarto dos puntos por detrás (66-64).

Fue un espejismo. Nada más que eso. Porque a la entrada del último parcial, el CAI apareció dormido, como si aquello no fuera con ellos, y el Melilla sacó tajada (74-64). De ahí al final, el equipo se asemejó más a un fantasma que a otra cosa.

Lescano, del que depende por completo el éxito o el fracaso; Otis Hill, ausente por segundo partido consecutivo; y Esmorís, tan valiente y voluntarioso como acaparador, acabaron en el banquillo eliminados por faltas. Y Earl, cojo del tobillo...