En una tarde de paseo primaveral, de baloncesto fácil y de buen juego, al CAI alguien lo miró mal y quiso amargarle la fiesta. La última jornada de la fase regular, a cinco días del inicio de los playoffs , le sirvió al equipo para reforzar su aspecto amurallado, emitir señales de vida, mandarle un mensaje de fe a su afición y recordarle a la LEB que la apisonadora roja está de vuelta. El día en el que el CAI volvió a presentar su candidatura al ascenso con argumentos convincentes, el infortunio se cruzó en su camino y el paseo, alegre y divertido, terminó con mala pata. Matías Lescano y Oscar González, con dos esguinces de tobillo, no acabaron el encuentro en el que debutó Rocky Walls, que en 24 minutos demostró sus cualidades y dejó al descubierto las pocas virtudes que tenía Lester Earl.

En una exhibición de eficacia ofensiva, el CAI superó por primera vez los 100 puntos y terminó el encuentro con unos porcentajes de tiro extraordinarios (66% de dos, 50% de tres y 70% de libres). El equipo de Julbe funcionó como una máquina de perfecta puesta a punto, trabajó como un rodillo y sentenció el encuentro en los primeros 20 minutos por su extremo acierto en ataque, por el sobresaliente uso del banquillo y por la muralla defensiva que levantó a los pies de un enanito de la LEB que hizo una demostración de desatino y que no supo por dónde meterle mano a un rival agigantado. El 55-34 tras los dos primeros cuartos resume todo lo que sucedió.

Y fue que el CAI volvió a ser el CAI de las doce victorias consecutivas. Si la mala fortuna se olvida del equipo y la recuperación de Lescano y González es satisfactoria, el sueño del ascenso es viable. Con once jugadores complementarios, a los que Alfred Julbe repartió ayer el trabajo para mantener el tono y preservarlos para el próximo viernes, el CAI vuelve a ser poderoso y temible.

LA MEJORIA La incorporación de Walls mejora ostensiblemente a Earl por una razón sencillísima: es mucho mejor jugador. Rebotea con autoridad y ofrece soluciones en ataque, donde no puede ser ninguneado como ocurría con Lester. Su presencia abre un abanico de variantes de juego trascendentales.

El equipo, y ayer ya se vio, puede volver a correr, con lo que ello supone para la salud de Ciorciari, Lescano o Sabaté. Otis Hill podrá atacar con mayor libertad y más cerca del aro, donde es letal (ante el Inca hizo 17 puntos en 18 minutos con un 100% de dos). Y la figura de Esmorís crecerá por la versatilidad de su juego, muy difícil de defender.

Si no aparece ningún árbitro kamikaze como los de ayer, y Julbe añade a todo ello la respuesta ejemplar de jugadores como Mesa, brillante, Sabaté o Doblado, las posibilidades de éxito se multiplicarán. Tras dos meses de dudas y descreimiento, el CAI llega al momento determinante con las ideas claras y con la única incertidumbre que despiertan las lesiones de Lescano y González.