Todo lo contrario. Ni juego libre, ni ausencia de sistemas, ni libertad absoluta para el jugador, ni suma de especialistas, ni dependencia de nadie. Las antípodas de todo eso. El CAI Zaragoza 2004-2005 es el primer equipo verdadero que ha armado el club, una asociación de nueve jugadores polivalentes y sin ningún defecto exagerado, un grupo que repudia el descontrol, que juega con la lección aprendida, con método, al estilo ACB y que dispone de un abanico enorme de opciones en ataque. En el CAI de Quintana, que ayer perdió en su presentación en el Príncipe Felipe contra el Bilbao en un encuentro aburrido y sin alma, nadie ve el aro cuadrado. Y mucho menos Reynolds y Brown, una pareja de americanos de mucha entidad para la LEB y de corto recorrido en una categoría superior, que juegan con oficio, con rectitud, con el pico y la pala y sin acciones populistas.

La espartana efectividad de los dos extranjeros, entre los que sobresale Antonio Reynolds, un jugador de talla magnífica, con un juego de espaldas letal por su eficacia en el tiro y su facilidad para dar el pase adecuado, se ha impregnado en el espíritu obrero de todo el equipo. Este nuevo proyecto, que ganará muchos partidos sin levantar a nadie del asiento, está pensado para funcionar como una máquina programada al segundo, para vencer de forma autómata y profesional, y en el que las sensaciones gozosas, los destellos de luz, la conexión con la grada y el corazón seguirán quedando en las manos de Lescano y Ciorciari.

El Bilbao se llevó el encuentro con dos triples de Maluenda y la exhibición de Germán Gabriel, un purista con una clase desbordante. Pero el CAI miró a la cara a un rival ACB y le aguantó el pulso con mucha actividad en defensa, pero poco acierto, y un ataque estático desconocido en las dos últimas temporadas por su variedad de soluciones.

LA ADAPTACION A ese nuevo estilo de vida se adaptó Ciorciari, cuyo grado de motivación fue notable saliendo desde el banquillo. El argentino elevó su nivel en beneficio del colectivo, trabajó con el mono de faena, intentó defender y, eso sí, se permitió dos licencias para el espectáculo con el fin de despertar al público de una siesta profunda ante un partido de ritmo lento y soporífero.

Ciorciari será suplente este año porque Oscar Quintana no quiere sustos ni nada que escape a su control. Quiere subir con una fórmula matemática, factible con la plantilla que ha conformado, en la que la suma de los mejores jugadores con un un trabajo calculado milimétricamente dé como resultado el ascenso. Y, en ese terreno, Galilea le gana al argentino por experiencia, saber estar y capacidad de discernir en cada momento qué solución es la mejor.

La derrota, a una semana del inicio de la LEB, se produjo después de que el CAI llegara a mandar en el tercer cuarto (54-49) tras un parcial de 9-2 a la vuelta del descanso (45-47). Fue la penúltima prueba de Quintana, al que le falta un pívot reboteador, que repartió el tiempo sin atender a las circunstancias del partido. Para este año queda ya un detalle. Ferrer, titular con Julbe, fue el que menos jugó de los nueve.