Se podría decir que en la vida de Kevin Lisch ha predominado el deporte desde que era pequeño. Su padre fue futbolista profesional (de fútbol americano) y su esposa, con la que aterrizó en Zaragoza hace unos días, fue jugadora de baloncesto. Kev no siguió el camino de su padre --"A mí no me gustaba nada el fútbol", reconoce-- porque tuvo muy claro desde pequeño cuál era la pasión de su vida. Es la misma que le ha traído hasta Zaragoza. "I love basket", repite en inglés, aunque se esfuerza por ir soltando las frases que ya ha aprendido en español. "Hay que adaptarse rápido", explica este norteamericano de Illinois convencido de que va a aprender el idioma "muy pronto".

Está empezando a amar también su nueva ciudad, quizá por eso le brillan los ojos cuando habla de la historia que está empezando a escribir. "Me encantan los entrenadores, los jugadores y la ciudad. Esto es muy importante para mí. Es todo un poco diferente, pero me encanta. La comunicación con los entrenadores es buena porque ellos hablan ambos idiomas y me ayudan", dice Lisch, consciente de que el lenguaje del baloncesto "es igual en todas las partes del mundo". "En España, además, la gente es muy maja. Nos hemos hemos encontrado con personas muy amables".

Nacido en Belleville, Lisch se pone serio cuando habla de su familia, a la que casi reverencia. Por supuesto a su padre, clave en su carrera, pero también a su madre, una italiana que le ha dado ese carácter latino que le permitirá aclimatarse a la vida española. Tiene dos hermanas y un hermano, además. "Mi padre jugaba a fútbol americano, de quarterback, pero a mí nunca me llamó la atención este deporte. Es la persona que más influencia ha tenido en mi carrera. Jugó con Joe Montana (el quarterback más famoso de la historia de la NFL) en la Universidad de Notre Dame. ¡No tenían mal equipo, eh! Con él siempre he hablado no solo del juego, sino también de las condiciones emocionales y mentales. Mi madre también me ha ayudado y sostenido. El balance ha sido perfecto", explica Kevin, que también se deleita fuera de la cancha con aspectos cotidianos. "Disfruto de las cosas más simples de la vida, como leer o tomar una taza de café con mi esposa".

ESPOSA Y JUGADORA

Su esposa y su hijo son ahora la piedra angular de su vida. "A ella le ha encantado venir a España. Es de Sydney, de Australia. La conocí en la época en la que estuve jugando allí, cuatro años. Era jugadora profesional de baloncesto y coincidimos en el mismo club, ella en el equipo femenino y yo en el masculino. Jugó hasta hace dos años, cuando se quedó embarazada. El año pasado tuvimos un bebé que nació en París". Lisch jugaba entonces en el Nanterre de la Liga francesa, donde llamó la atención de media ACB tras su estelar participación en la Copa de Francia.

De allí a Zaragoza. "No conocía nada del CAI, pero llamé a Josh Fisher, que salió de la misma Universidad que yo y jugó en varios equipos españoles. Él me contó que el CAI era un gran club, serio y profesional. Lo demás lo aprendí en google", explica entre carcajadas. Ahora se está poniendo al día en una pretemporada físicamente exigente que servirá para establecer las bases. "Tengo curiosidad por saber cómo puedo llegar a jugar al baloncesto en la Liga española, que es la mejor de Europa".

"Personalmente, me gustaría ser un buen líder sobre la cancha y ayudar a todos a jugar más organizados y a hacer una gran defensa. Yo puedo anotar, es verdad, pero lo más importante para mí este año es ver la cancha y ayudar a todos a estar organizados. Luego, hay partidos que anotas más y otros das más asistencias, está claro, porque cada partido es diferente", confiesa Lisch, que ve a su compañero Llompart como un jugador "muy inteligente" y "parecido" en el juego. Le agrada "la manera en la que se juega en España. No hay tantos uno contra uno, es un juego más en conjunto y, claro, a mí me gusta mucho".