Cuarenta minutos más y el CAI sabrá qué valor tiene su temporada. ¿Se precipitará hacia el fracaso o se largará directo hacia el éxito? Un finísimo hilo separan al CAI y al Plasencia del todo o la nada, de quedar hundido en una decepción o de entrar con la plena confianza en la antesala de la ACB. Más de 3.000 almas y un equipo de guerreros quieren empujar al vacío a los aragoneses y arrebatarles su dulce sueño del ascenso. Detrás de la línea enemiga, en medio de un Infierno verde , el lugar donde nadie quería volver, el equipo de Alfred Julbe se jugará en un partido toda la temporada. Ha llegado la hora de demostrar quién es el mejor.

La postal del partido es dantesca. Una grada endiablada y la leyenda de la persecución arbitral envenenan una final a cara de perro entre dos equipos que se tienen ganas tras cuatro duras batallas. En el CAI se han apresurado a eliminar el recuerdo de la ocasión perdida en el último partido y se aíslan de la presión para recordar que allí mismo, ante el mismo Plasencia y frente a un panorama hostil, se ganó hace poco más de una semana. Con este recuerdo saltará a la pista el quinteto de Julbe, aunque la única verdad aplastante es que el ganador será aquél que utilice mejor la única arma válida: el baloncesto.

UNA RIVAL PELEON El CAI llegó a la cita de cuartos con pintas de galán, impoluto, seguro de sí mismo y derrochando virtudes de campeón. Tenía más calidad, más rotación, más experiencia, más hambre de ascenso... más de todo. Sí, pero está en el quinto y por algo será. Ese algo es la incombustible pelea que presenta su rival, que se mantiene de pie magullado, dolorido, pero guardándose el último aliento para lanzar un directo mortal. Eso es lo que Julbe debe reducir a su mínima potencia. No sólo anularlo sino captarlo en su espíritu ante la presagiada salida en tromba del Plasencia. Frenar esta inercia será otro primer y pequeño paso hacia la ACB.

Achicar la pasión de la grada no es posible. O se juega con tapones en los oídos o se utiliza la alternativa de convertir el agobio ambiental en un estímulo que pellizque el coraje. Es el día perfecto para aparezca la rabia de los cancheros (Ciorciari o Lescano) o la sapiencia de los viejos guerreros (Doblado o Sabaté). Ellos tienen que contagiar de rabia al resto ante la ansiedad del miedo escénico y la presión de un partido agónico y llamado a un desenlace angustioso donde entrará en juego la suerte.

DOS FRENTES DETERMINANTES El tablero táctico se fragmenta en dos frentes determinantes. El que imponga su dominio en el rebote dispondrá de la llave maestra del contragolpe. Los daños de la otra vía, cuando el ataque se estanca, serán reducidos si se paraliza a los hombres claves de cada bando. Hay poca maniobra para las sorpresas. El CAI sabe que si Gianella no funciona y amordaza a Sala y Stewart incrementará su porcentaje de éxito. Por contra, si Ciorciari no corre, el equipo se desorienta y depende de la virtuosidad de Lescano y Otis.

Y mientras, sentado en un sillón, sereno, estará el Granada, viendo cómo se despellejan sus rivales y esperando el nombre de su enemigo de semifinales. Allí es donde está obligado a estar el CAI, por eso ha nacido. La victoria es la única salida. Sino sólo quedará el fracaso.