El deporte es maravilloso, universal y transversal por cosas como esta. Porque un equipo puede protagonizar el peor cuarto de su historia en Sevilla y, una semana después, ser mejor que uno de los mejores de Europa. El CAI Zaragoza se regaló un partido soberbio, serio de principio a fin, y empujado por casi diez mil hinchas que pusieron la voz y el alma en los momentos complicados, batió con toda justicia al Barcelona, el último de los rivales que le quedaban por ganar en el Príncipe Felipe. El equipo zaragozano puso el broche perfecto a una jornada en la que se vio favorecido por el resto de resultados. El CAI continúa sexto pero ya a tres del noveno y empatado con el Gran Canaria.

Una victoria ante el Barcelona suma lo mismo que frente a cualquier otro rival, pero no tiene nada que ver. Lo sabía el equipo, lo sabía la afición, lo disfrutaron ambos. El CAI Zaragoza peleó cada balón como si fuera el último, se aplicó en cada detalle para superar al Barcelona, el banquillo se levantó mucho más de lo habitual, igual que los aficionados, que alentaron a los suyos como en las grandes tardes. Nadie se fue antes del final, nadie tenía prisa por llegar a casa. Los jugadores tuvieron que esperar y saludar en un par de ocasiones para recibir la ovación de la grada, feliz.

Siempre por delante en el marcador, casi siempre un paso por delante de un Barcelona al que le costó entrar al partido, que se vio obligado a ir a remolque y que nunca tuvo el acierto suficiente como para darle la vuelta al resultado, el CAI fue mejor en todo. Una motivación extra y las ideas muy claras fueron los puntos de partida del CAI Zaragoza. El equipo de José Luis Abós se impuso de manera global pero también individual. El arranque fue fulgurante. Tabu se puso a los mandos de la anotación, Roll le escondía el balón a Navarro como un prestidigitador y anotaba con facilidad, Norel se pegaba con Tomic y Sanikidze empezaba a volar. La diferencia llegó enseguida a la decena de puntos con un Barcelona medio noqueado enfrente, incapaz de encontrar soluciones por más que Xavi Pascual cambiara y cambiara a sus jugadores.

El CAI tenía las ideas mucho más claras --una vez más, el trabajo táctico fue sobresaliente-- y, lo que es más importante, las ejecutaba con precisión y coordinación. El dominio aragonés continuó hasta el descanso con un CAI mucho más atento al rebote, robando, corriendo. En los momentos menos acertados en ataque, la defensa continuaba manteniendo a raya a un desacertado Barcelona, que no vio el aro con claridad en toda la tarde desde los 6,75.

Un parcial de 0-7 al inicio del tercer cuarto equilibró las cosas y metió por completo a los azulgrana en el partido. El CAI no se inmutó, no se puso nervioso, nadie se volvió loco. Confiando en su trabajo, en todo lo que le había funcionado hasta ese momento, continuó trabajando a destajo atrás y encontrando siempre buenas soluciones delante. Rudez encontró su esquina, Tabu anotaba una y otra vez, hasta McCauley aportaba en un buen estreno en casa. Aunque Huertas consiguió empatar a poco más de un minuto del final, el desacierto azulgrana y la decisión de Tabu, primero, y los tiros libres, después --ante unos rivales que buscaban en el árbitro su coartada-- acabaron cerrando una victoria histórica. El Barcelona también ha caído en Zaragoza. Cuando el CAI se lo propone, no existen los imposibles.