Si alguien quiso arañar unas horas al puente por no perderse al CAI merece el diploma al mejor aficionado del mundo y si encima pagó la entrada no estaría mal que le devolvieran su importe por no cumplir con las mínimas exigencias de espectáculo. Lo de ayer en el Príncipe Felipe tenía más pintas de castigo, de ´que he hecho yo para merecer esto´, que de partido de baloncesto profesional. Más que un encuentro fue un desencuentro entre un equipo malo, muy malo, el colista Calpe, y otro que clonó peligrosamente esa silueta menor. El CAI se dejó arrastrar por la marcha cansina de su rival y sólo cuando se despertó de este letargo contagioso, entre el segundo y el tercer cuarto, dejó entrever cierto aire de seriedad. Entre bostezo y bostezo, con un par de bandazos, se quitó el cuerpo de su víctima de encima con una zona indigesta y lo acribilló a triples en el suelo.

Viendo los precedentes que existían en el Príncipe Felipe, el resultado, el triunfo, el cuarto en cinco jornadas, sabe a gloria... y más si se mira la clasificación. El CAI vuelve a la zona playoff . Se sitúa en el séptimo puesto y, aunque los de arriba no fallaron, se posiciona para el ataque definitivo en la segunda vuelta.

LA TRAMPA DE LA ZONA Esta visión optimista estuvo en peligro de extinción y al borde del colapso durante un tercio del partido gracias a un Calpe limitado pero fajador. Taponó el inicio eléctrico de los locales y forzó al máximo su único punto digno. De los 19 puntos del primer parcial todos habían sido obra de sus tres jugadores altos: Mills, Virgil y en especial Isma Torres (10 puntos). Al CAI lo aguantaba un Lescano omnipresente y el regalo de segundas opciones de tiro gracias a los rebotes ofensivos (nueve en 20 minutos).

La fórmula utilizada por el Calpe sirvió para meter el miedo en el cuerpo al CAI y a un pabellón acostumbrado a los sustos y que incluso pitó tímidamente a los suyos. El tiempo pasaba y los locales no lograban ponerse por delante mientras los visitantes empezaban a creer en la utopía (16-21, min. 11). Quintana buscaba soluciones. Intensificó la rotación. Sacó a Núñez y a Cilla, a Borja por un Reynolds que llevaba tres faltas. Pero el verdadero cambio fue táctico. La colocación de una zona 2-3 pulverizó y salvó al CAI del desastre. El Calpe quedó preso de su desacierto exterior y permitió a su adversario acomodarse en el parqué, tranquilizarse y dejarse guiar por Lescano y Asier García para escaparse sin remedio. Si no era suficiente, Núñez demostró su puntería desde la línea de tres en el mejor momento y terminó de desorientar a un rival maniatado por su inferioridad y su falta de banquillo.

El descanso sólo intensificó este marco. La zona permitió al CAI irse de hasta 17 puntos (61-44) y finiquitar un partido tedioso y de mal gusto para el espectador que miraba constantemente cuánto quedaba para irse a casa. Lo mismo hicieron los hombres de Quintana. La relajación permitió una ilusoria reacción del Calpe (68-60), que resultó imposible. Para entonces la mitad del pabellón ya dormitaba, soñando con un mundo mejor, con la ACB, y con salir de esta pesadilla llamada LEB.