Al cumpleaños le faltó la tarta, la gracia y el animador de todas las fiestas. Sin nadie que hiciera por la diversión, el CAI Zaragoza celebró su partido oficial número 100 con una victoria aburrida, oscura y con un juego errático ante el Valls. Lejos del nivel que precisará para opositar con seriedad al ascenso a la ACB en unos meses, el equipo se ha clonado en un batallón de obreros que sudan la gota gorda y que hacen su trabajo con eficacia y sin brillo alguno. Así, con el mono de faena y sin magia ni pasión, el CAI sumó la sexta victoria en los últimos siete partidos, consolidó su evidente reacción de resultados y ya mira al segundo a tres encuentros de distancia.

La relación entre la mejoría del balance de triunfos-derrotas y la calidad del juego del CAI no es proporcional. El equipo está jugando peor de lo que dicen sus resultados, lo que, como todo, se puede mirar desde el punto de vista que se quiera. Como sucedió contra el Calpe, el CAI sumó ayer otro triunfo que no despejó ninguna duda pero, como en aquella ocasión, venció. En ese sentido sí que ha avanzado. A diferencia de lo que le ocurría al principio de la temporada, cuando jugaba mal y perdía, ahora es capaz de vencer sin hacerlo bien.

La radiografía del partido contra el Valls, que sumó su séptima jornada con derrota, es muy similar a la de las últimas apariciones del CAI. Ayer, incluso, le puso una pequeña dosis de suspense después de un tercer cuarto espantoso, en el que el Valls enjugó la desventaja con la que se había retirado al vestuario. Un parcial de 9-23, que se produjo de manera paralela al derrumbamiento defensivo local, dejó para la historia el 43-29 de la primera parte y abrió el encuentro de par en par (52-52, a 14 minutos para el final).

EL TERCER CUARTO El CAI no se asustó, no dejó entrever miedo en su juego, y reaccionó con el mismo ritmo de anotación que había mantenido hasta entonces, pero con un rigor defensivo muy superior. De ahí que a 1.30 para la conclusión mirara el encuentro con nueve puntos de ventaja (77-68). Dos triples consecutivos del Valls añadieron una pizca de incertidumbre y dieron tiempo para sobresaltarse en mitad del último bostezo.

Porque además de la victoria (lo más importante en el deporte profesional), poco más hubo. El CAI dio otro paso pequeñito en su recuperación y despachó a un rival de poca calidad, que se sostiene a duras penas por el buen nivel del trío Miller-Kennedy-Evans. Tras la novena victoria, que más que nunca se puede ver medio llena o medio vacía, se intensificaron las dudas que orbitan alrededor de John Brown y que él, unas veces por su pobre rendimiento y otras por su reincidencia con las faltas, se encarga de alimentar.

HUELVA, PROXIMA PARADA Vista su trayectoria, estabilizada en el suspenso continuado, la conclusión es simple: el CAI no podrá permitirse el lujo de jugar los playoffs con un americano insustancial, lo que, evidentemente, reduce las vías de escape de John Brown a una sola: mejorar y acercarse por fin a su verdadera categoría. Si no, su destino estará fuera de Zaragoza.

Mientras tanto, su equipo camina a empujones, regresando poco a poco al lugar que perdió tras la crisis (el próximo viernes concluye la primera vuelta en Huelva, tercer clasificado) y viviendo un día de los destellos de Asier, brillante en el segundo cuarto, de las apariciones de Lescano (ayer arregló un mal partido en el último tramo), de la regularidad de Reynolds y de los altibajos del resto. Un panorama al que le quedan 18 jornadas para coger el aspecto que requiere un aspirante al ascenso.