No voy a hablar y analizar datos técnicos ya que por mi condición de comerciante tradicional solo debo hablar de mi experiencia, unida a todos estos años de trabajo. Nací en una familia de comerciantes de mercado. Mis abuelos ya eran verduleros y mis padres acababan de iniciarse en el negocio que yo hoy todavía regento, una pollería.

MIS RECUERDOS ME llevan a los años 60, caballerías tirando de carros, isocarros y mucha gente que desempeñaba el papel de cargueros, tan necesarios en aquellos tiempos. En el mercado los puestos eran de madera y alambre, y no todos teníamos luz, por lo que los tenderetes estaban simplemente iluminados con bombillas incandescentes. Por aquel entonces carecíamos de agua corriente. Siendo yo adolescente la vida en el mercado ya era dura.

EN LOS AÑOS 70, concretamente en el año 1975, el Mercado Central de Zaragoza se quiso demoler solo y exclusivamente por una mera especulación urbanística. Hasta la Casa Real intercedió para que dicha lonja se quedará en lugar que ocupa actualmente. En estos años ya se produjo una evolución importante en el mercado para acercarse al que conocemos hoy en día día. La transformación se dio, sobre todo, en los mostradores de cárnicos, dónde empezamos a hablar de conceptos como la «calidad» y el «servicio», así como de elaboración de nuestros propios productos.

EN ESTE PROCESO DE evolución surgieron los mercados y las tiendas de barrio. Poco a poco, alrededor de las zonas comerciales de nuestras ciudades se instalaron los supermercados, alimentándose de esas zonas comerciales que el pequeño comercio había creado con mimo.

A partir de aquí apareció el concepto «precio» que tanto daño ha hecho el sector del pequeño comercio, por lo que no quedó otra opción que agarrarnos a lo que fue nuestra base, la calidad y el servicio, diferenciándonos con nuestros productos de elaboración propia.

EN EL AÑO 1984 el Mercado Central realizó una transformación muy necesaria, pero no tan profunda como hubiera sido precisa. Se hicieron cámaras refrigeradas para todos los productos y en los mostradores aparecía el acero inoxidable. Los montacargas empezaban a cumplir con la normativa y, en general, se empezaba a cumplir con todos aquellos aspectos necesarios para empezar a hablar de «la Sanidad».

CAMBIAMOS el «cuarto y mitad» por el «buenos días», «¿qué desea?», «¿cómo se lo arreglo?», «¿algo más?», «¡gracias!». Y empezamos a sentirnos fuertes y competir con la palabra «precio», creando entonces la institución que hoy somos, Mercado Central de Zaragoza, con calidad, servicio y precio. Por ello, hoy nuestro mejor hacer es dar al público de Zaragoza y de toda la provincia la mejor imagen y la realidad de ser buenos comerciantes del producto fresco.

ENTRETANTO IBAN apareciendo distintas marcas de supermercados que, en gran número, cambiaban de nombre de forma habitual, uniéndose entre ellos, absorbiendo unos a otros, y haciendo una competencia voraz en su sector. En consecuencia empezó el cierre de mercados y de tiendas y desaparecieron muchos pequeños negocios de nuestros barrios. A duras penas el pequeño comercio logra sobrevivir hoy en día.

ENTRAMOS EN el siglo XXI con nuevos conceptos. Hablamos de los huertos, de los productos de kilómetro 0 y del medio ambiente. Empezamos a pensar en los productos de calidad y el consumidor quiere volver a una alimentación tradicional, en la que se apuesta por el valor añadido, viendo en la alimentación una garantía de una mejor vida y de más felicidad, porque somos lo que comemos.

HOY, CUANDO viajamos a las grandes ciudades del mundo, somos muchos los que nos acercamos a los mercados, donde vemos la cultura y la forma de vida de otros pueblos, por que los mercados son un buen exponente de ello. El Mercado Central de Zaragoza también es un buen reflejo de lo que nosotros somos.

ANTE LA SITUACIÓN que nos encontramos hoy de pandemia, resultado de la crisis sanitaria del covid-19, ha surgido una nueva forma de realizar la venta de estos productos frescos. No es que no existiera antes, pero la venta de producto fresco en los mercados online estaba muy adormecida y se podría decir que era insignificante en porcentajes globales. La situación actual ha impulsado este formado de venta, que ha venido para quedarse. No cabe duda que aquellos comerciantes que han sabido hacer y crear su marca en versión online y en las redes sociales van a tener un gran éxito.

DESDE SIEMPRE, la historia nos ha enseñado que allí donde se creaba un mercado, se erigía una gran ciudad alrededor. El comercio debe sobrevivir porque es lo que nos ayuda a tener luz, alegría y convivencia en nuestras calles. Un mercado es sinónimo de prosperidad.

DISFRUTEMOS del mercado con todos los sentidos; que cuando vayamos a las tiendas agradezcamos la variedad de colores que vemos con la vista, disfrutemos de la alimentación con el olfato, y por último paladeemos a través del gusto, ya en nuestras casas, tras faenar los productos que están en nuestras manos. Una buena alimentación no nos garantiza más vida, pero si una existencia más agradable y más feliz.