¿Qué hacia la gente que quería practicar deporte antes del boom de los gimnasios low cost? ¿Cómo se ejercitaban los aragoneses cuando no estaban de moda las bandas elásticas, las kettlebell, los mat, los bosu o el trx? Estas preguntas podrían hacérselas muchos jóvenes que nunca han oído hablar de las famosas clases de gimnasia de mantenimiento de los centros deportivos de barrio. Sí, en la década de los 90 (y también antes) existía el deporte en gimnasios, pero no era una práctica tan popular ni masiva y el precio era mucho más elevado que hoy en día. El boom del culto al cuerpo y la preocupación por la imagen física propia de la llegada del nuevo siglo ha animado a miles de personas a hacer deporte de forma diaria, lo que ha reforzado al sector de los gimnasios en las últimas décadas obligándoles a modernizarse a un ritmo vertiginoso y teniendo que adaptarse a las demandas de la ciudadanía.

En España se estima que en el 2018 fueron 5.330.000 millones las personas que hicieron ejercicio en uno de los 4.650 clubs de fitness que había en el país (1.146 miembros por club de media), lo que supone un 11,4%. En 1996 esta práctica era solo del 7%. Según recoge el informe European Health & Fitness Market publicado por la consultora Deloitte, la cifra de inscritos en el 2018 fue un 26% más alta que el año anterior. La tendencia alcista en el mundo del fitness es clara, también en número de clubes, que aumentó en 130.

La crisis económica del 2008, la subida del IVA y la alta competencia obligaron a la reorganización del sector y crearon una nueva tendencia: los gimnasios low cost. A España, llegaron en el 2009 y en Aragón se consolidaron de manera definitiva en el 2014 con la cadena Viva Gym. Ahora han proliferado diferentes operadores junto a Viva Gym como Altafit, McFit o Dream Fit.

Primero se apuntaron a estos centros personas que nunca antes habían pisado un gimnasio, y lo hacían por lo atractivo del precio, alrededor de 20 euros al mes, cuando los gimnasios convencionales rondaban los 50 o 60 euros. Con el paso del tiempo, los low cost fueron ampliando ciertos servicios, al principio muy limitados, para atraer clientes de la competencia, más especializados y familiarizados con la práctica deportiva y que demandaban otro tipo de clases colectivas, máquinas y materiales más técnicos o servicios más completos a los que estaban acostumbrados. Según el Informe Low Cost en España, ahora el 76,2% de los clientes de este tipo de formato ha estado en otro gimnasio con anterioridad a matricularse en un centro low cost.

«La relación calidad precio es el principal motivo por el que los clientes deciden matricularse en un gimnasio low cost. La clave del éxito de este formato es el precio y la cantidad de ofertas disponibles, pero a eso se suma la amplitud de horarios, las zonas de entrenamiento funcional y libre, además de la constante innovación en clases y material», explica Lorena del Castillo, club manager de Viva Gym Actur.

Muchas personas contratan servicios adicionales, aumentando así el precio de la cuota fija. Si el gimnasio de bajo precio cuesta unos 25 euros se pueden alcanzar los 30 o 40 euros mensuales a través de la contratación de extras o cuotas premium que permiten aparcamiento gratis, reserva de clases anticipadas, taquillas, etc. Un precio que todavía se dispara más con la contratación de un entrenador personal. Lo que más gusta a los usuarios, en cambio, es la realización de clases colectivas y por eso es uno de los aspectos más cuidado en estos centros. De hecho los usuarios más fidelizados en estos centros son los que practican deporte de manera colectiva.

«Lo que hacemos es adaptar los espacios a los nuevos sistemas de entrenamiento y a las nuevas tendencias. En los gimnasios low cost siempre prima el fitness puro y duro con las clases dirigidas, pero la zona de peso libre siempre estará. La tendencia ahora es también darle importancia y más cabida a la zona de entrenamiento funcional», cuenta la club manager de Viva Gym Actur.

Una de las particularidades del mercado español en referencia al mercado de los gimnasios, que se refleja en el infome de Deloitte, y que explica en parte el crecimiento de los centros de fitness, es la modalidad de espacios concertados, es decir, de aquellos espacios deportivos públicos, pero de gestión privada, que permiten ofrecer instalaciones deportivas muy amplias (la mayoría con piscina) y de gran calidad a sus socios. En la capital aragonesa, por ejemplo, los centros municipales con este tipo de gestión son los centros deportivos municipales Duquesa Villahermosa, La Granja, Siglo XXI o José Garcés.

El mundo del fitness, pese a haberse transformado hacia el low cost en los gimnasios, se ha vuelto mucho más sofisticado en la vestimenta que se elige para entrenar. Una paradoja que demuestra el negocio que hay detrás del fitness y de lo rentable que es la moda del ejercicio y del estilo de vida saludable.

El sector de la moda también se lucra del mayor gusto por la práctica deportiva. Mientras antes servía para ejercitarse una camiseta de publicidad, ahora es imprescindible vestir las últimas tendencias, los mejores materiales y las marcas más especializadas. Por ello, son muchas las marcas de ropa que se han sumado al diseño y producción de ropa deportiva o sportswear porque han visto un filón que explotar, como es el caso del grupo Inditex (en sus diferentes marcas), Mango o H&M.

Dentro del negocio del deporte no se pueden obviar los gadgets más modernos y herramientas que contabilizan la práctica deportiva (relojes, pulsómetros, etc) porque otra cuestión imprescindible es compartir el nuevo hábito deportivo y las marcas en las redes sociales.