¿Cómo era Zaragoza turísticamente en 1990?

No había nada cuando yo llegué el ayuntamiento en 1987, ni oficina de turismo, ni un plano turístico, solo planos de la cartografía municipal, pero nada que presentara la oferta y que sirviera de guía a los visitantes. Mi labor al llegar fue hacer el primer plano y el primer folleto y ver qué se estaba haciendo en otras ciudades de España y de Europa. Básicamente se creó un sistema organizativo que fue la base de todo el éxito turístico que ha tenido Zaragoza. A mitad de la década de los 90 se creó una metodología, algo que era impensable antes y que nos enseñó a trabajar y que hizo que la calidad fuera importante a la hora de trabajar. Zaragoza se convirtió en destino piloto de calidad en Europa, algo que nos volvió locos porque era un lenguaje del modelo industrial. Eso nos enseñó a hacer planes, a autoevaluarnos y nos dio indicadores.

Ahora parece una locura que no hubiera una oficina de turismo en la plaza del Pilar.

Es cierto. Al Pilar ya venía la gente porque la Basílica era de siempre un lugar de peregrinación, pero en la ciudad no había mucha más oferta turística. La Seo estaba cerrada. Los museos empezaron a abrirse en los 90, menos el Pablo Gargallo que se inauguró en 1985. Pero esto no era un hecho aislado de Zaragoza, porque el turismo a escala nacional también estaba empezando a despegar. Desde el ayuntamiento comenzamos a tener reuniones con la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) con ciudades similares a nosotros, como Valencia, San Sebastián, Bilbao, Granada, Sevilla, Madrid o Barcelona; y mirábamos qué se estaba haciendo en Europa. Se constituyó en Zaragoza la Federación Europea de Oficinas de Turismo en 1992.

¿Fue un año clave para la promoción turística?

Claro. En 1992 se plantea una profunda interacción porque Barcelona y Sevilla, con las Olimpiadas y la Expo, se van a proyectar internacionalmente y se prevé una gran llegada de turistas. Zaragoza se pregunta qué puede ofrecer para captar también visitantes y en ese año tuvo lugar una gran exposición sobre Goya en la Lonja aprovechando la coyuntura de que iba a venir mucha gente a España. Ese momento también nos enseñó que había que trabajar la ciudad como destino y junto con la oferta privada, el ocio, las compras, la gastronomía... Se crearon los clubs de producto a escala nacional, el Saborea España y nosotros hicimos Saborea Zaragoza. Potenciamos el turismo cultural con museos y grandes exposiciones, porque vimos que este tipo de turismo dejaba grandes ingresos en la ciudad. Aprendimos que había que evaluar lo que se hacía y empezamos a hacer estudios de impacto económico. A través del patronato vimos claro que la figura del Zaragoza Convention Bureau era fundamental, porque los socios aportaban también económicamente. Lo formaban hoteles, restaurantes, empresas de traducción, de diseño, cátering, azafatas... todos los agentes necesarios en el turismo.

¿Cuándo vio Zaragoza su potencial como ciudad de congresos?

A finales de la década de los 80. En 1986 se celebraron 40 reuniones en la ciudad y eso nos dio cuenta de que tenía interés como espacio donde congregarse. Por aquel entonces los congresos solo podían celebrarse en Paraninfo o en Ibercaja. La situación estratégica entre Madrid y Barcelona, entre Valencia y Bilbao, el poder de convocatoria de la universidad, el campus de Aula Dei, los precios más bajos de los hoteles... vimos que la gente se quedaba contenta y lo potenciamos. En el año 2000 se organizaron 469 congresos en Zaragoza y en el año de la Expo, 750. Las cifras han bajado tras la crisis pero siguen siendo muy positivas porque solo en el 2017 se celebraron 507 eventos con 117.500 delegados.

¿Cómo se ha potenciado este turismo profesional?

En 1993 se creó Zaragoza Convention Bureau como una fórmula para replantear el modelo turístico en un momento de crisis. La gente no podía viajar tanto, pero se podía seguir haciendo eventos profesionales. En el 2009, tras la Expo y con el comienzo de la crisis, se volvió a hacer lo mimo, vender los espacios que había dejado la muestra internacional como centros de congresos. De hecho, en el 2012 la Expo acogió The One Moment, quizá el evento más importante que se haya programado en este lugar, la presentación del nuevo Golf por parte de Volkswagen. En total recibió a 14.000 asistentes y tuvo un impacto económico para la ciudad de 11 millones de euros. Lo que hemos intentado siempre es que los profesionales vendiesen a Zaragoza fuera e intentasen hacer la próxima reunión de su sector en la ciudad, y que se sintieran arropados por Turismo para organizarla. Hemos trabajado con la universidad, los hospitales, entre otros.

¿Se ha reorientado el turismo y las visitas?

Zaragoza es una ciudad muy paseable y aunque el turista viene atraído por lo que conoce, que es el Pilar, luego se pasea por muchos más sitios. Creo que fue en el año 93 cuando creamos los autobuses turísticos, que al principio eran como los rojos normales, y con eso pretendíamos que conociesen más lugares. Fueron un éxito y la concesionaria tuvo que comprar los de doble planta. Hasta el año 1997 no tuvimos cifras turísticas desagregadas de la ciudad por parte del Instituto Nacional de Estadísitca (INE), que registró en ese año cerca de 400.000 viajeros y 800.000 pernoctaciones. Ahora, hemos multiplicado por tres esa cifra, pasando a cerca de 1.250.000 viajeros en el 2018 y 1,8 millones de pernoctaciones. Algo que no creíamos ni en nuestros mejores sueños era superar las cifras de la Expo y desde el 2015 lo hemos hecho.

¿A qué se debe?

Los datos económicos fueron mejorando y eso fue generando viajeros. También, y no menos importante, abrimos la ciudad al mercado chino en el 2010 o el 2011. Ahora son nuestro primer cliente internacional. Los viajeros internacionales han crecido exponencialmente con cerca de 70.000 chinos que llegaron en el 2018 y que ya superan a los franceses, que han sido siempre los principales visitantes. Los asiáticos han elevado su nivel de vida y pueden viajar a lugares más remotos y Zaragoza está incluida en sus rutas del sur de Europa y les gusta por la cultura, la gastronomía, las terrazas, los paseos... la vida en la calle, en definitiva. Ellos no buscan un turismo de sol y playa, pero sí lo que ofrecemos en Zaragoza o en lugares como Granada, Sevilla, Valencia, Madrid o Barcelona.

¿Qué nivel tiene Zaragoza respecto a otras ciudades?

Podríamos decir que compite por ser la sexta, como Bilbao o Alicante, aunque no tiene costa. Está en una situación mucho más competitiva y ha sido en parte a la mejora de las comunicaciones, del AVE, y de lo que generó la Expo del 2008. El desarrollo de la ciudad que vino aparejado a la muestra internacional y la apuesta turística por Zaragoza, la puso en el mapa europeo.

¿Se ha aprovechado este legado turístico que dejó la Expo?

Todo es mejorable, pero sí. Se han generado muchos congresos en los espacios que ha dejado la muestra. La convención de Volkswagen la ganó Zaragoza y competía con otras tres ciudades europeas. ¿Que si hay retos? Por supuesto.

¿Cuáles son?

Esta crisis sanitaria es una magnífica oportunidad para repensar el modelo turístico. En mi opinión, debe ser más tecnológico, más digital y más sostenible y seguro. Por supuesto, debe cumplir con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarollo Sostenible (ODS), porque no son un lavado de cara, el cliente ya pide la sostenibilidad allá donde va, y todos sabemos que debemos cuidar lo local. Igual que en la crisis de 1993 se vio que lo importante era apostar por la calidad y en el 2009 que había que empezar con la digitalización, ahora tenemos que dar seguridad, pero siempre desde lo digital. Hay grandes oportunidades de negocio, pero hay que tener proyecto. El dinero vendrá, de España, de Europa o de donde sea, pero hay que tener proyectos y hay modelos que ya están funcionando.

¿Por ejemplo?

En Palma de Mallorca, en Barcelona, en Granada, en Londres o en Ámsterdam ya actuaron contra la sobresaturación turística implantando herramientas de control de espacios con cita previa, control de entradas sin contacto físico, trazabilidad... Aquí en Zaragoza no tenemos ese problema pero esa tecnología se puede y debe aprovechar, y es una oportunidad, para darle seguridad y una experiencia mejor al visitante. Con los indicadores que ya tenemos debemos garantizar la seguridad como hace Singapur, que analiza los datos de trazabilidad y gestiona en función de lo que hacen sus turistas. En los años 90, Zaragoza quiso estar a la altura de España y de Europa en el ámbito turístico, posicionarse en el mapa y ahora el ayuntamiento debe recuperar ese liderazgo que fue clave para consolidar este destino turístico, y hacerlo como turismo seguro, sostenible y tecnológico» T