Huele a trufa y sabe a medievo. Quien pasa por allí suele llevarse al paladar también unos rollos embusteros, típicos del lugar. Su imponente castillo todavía permite imaginar cómo era la vida en la villa de Mora de Rubielos en la Edad Media. Pero si no fuese porque desde hace más de 30 años se celebra el festival Puerta al Mediterráneo, que da vida en verano a este pueblo de poco más de 1.500 habitantes de la provincia turolense, muchos no se acercarían a uno de los núcleos más bonitos de Aragón, que conecta en menos de 30 kilómetros y media hora con la Comunidad Valenciana.

Este festival que se celebra en el patio de armas del castillo nació en agosto de 1987 como Festival de Teatro y Danza Castillo de Mora. Años después, cambió de nombre y convive con nuevas propuestas, también extendidas a Rubielos de Mora. Este reclamo turístico que da vida a las fortalezas de la comunidad se ha convertido en la iniciativa denominada Festivales de los Castillos, que recorre también los territorios de Mesones de Isuela, Loarre, Sádaba, Valderrobres y Albalate del Arzobispo con música, danza y teatro en este patrimonio cultural. Una marca creada por Toño Monzón a raíz de su experiencia como director en el Puerta al Mediterráneo.

«Desde hace 34 años lo que se ha conseguido en Mora, pero también en Rubielos, es generar turismo cultural, gente que viene de zonas de alrededor e incluso se queda a pasar dos noches. Este festival no es el principal atractivo de Mora, pero es el colofón de las actividades de todo el verano y es una forma de impulsar nuestro nombre y que se acuerden de nosotros. Nos pone en boca, te sitúa en el mapa de Aragón y de España», explica el alcalde de la localidad, Hugo Ríos. Hasta el festival llegan turistas de Zaragoza, Teruel, Comunidad Valenciana, Cuenca e incluso de Guadalajara y Madrid.

En todos estos años, Puerta al Mediterráneo ha ayudado a consolidar el turismo, sobre todo estival. «A finales de los 80 solo había unas 30 habitaciones en Mora, mientras que a partir de los 90, con las pistas de esquí y el aumento del turismo estival gracias al festival, las camas se han multiplicado y ahora tendremos casi 1.000. Se han abierto hoteles, casas rurales, apartamentos turísticos... y también ha influido en la restauración y en las tiendas. El 70% del pueblo vive de los servicios ahora», cuenta el regidor de Mora.

La cultura es una forma de dar a conocer y vertebrar el territorio. Y los festivales son un elemento más de atracción de visitantes. Veladas como estas estuvieron a punto de perderse (de hecho algunas lo hicieron) tras la crisis económica, pero la mayoría supo reciclarse, algunos festivales adaptando la programación y otros recurriendo a financiación privada después de perder la inversión gubernamental y mantener solo, con suerte, la parte de las diputaciones provinciales, comarcas y ayuntamientos. Todos estos agentes vieron en estas citas una manera de promocionar su entorno y generar beneficios, y por ello apostaron por su mantenimiento.

Mora de Rubielos fue todo un ejemplo de esta situación. Cuando la DGA retiró la subvención, fueron los comerciantes y hosteleros de la zona los que ayudaron a mantener la cita, colaborando con micropatrocinios aunque desde el 2008 es un festival dirigido por Toño Monzón (Hacedor de Proyectos) con apoyo de los ayuntamientos.

Otros ejemplos de grandes festivales que han sido y son filones económicos e imanes turísticos para el territorio en estos 30 años en Aragón, pero muy diferentes no solo en lo musical sino en la concepción, son Pirineos Sur y el malogrado Monegros Desert, que iba a recuperar su actividad este 2020 después de cinco años sin celebrarse, pero que ha tenido que posponerse al 2021 como el resto de festivales por la crisis sanitaria del covid-19.

El impacto económico que generan es inmenso, porque se acerca a estas citas gente de todos los rincones de España, pero también de fuera del país. Monegros Desert, que se celebraba entre las poblaciones de Candasnos y Fraga, inició su andadura en 1994, aunque se convirtió al formato festival de música electrónica en 1999. Los primeros años el evento tenía lugar en viernes, pero en el 2002 la organización decidió celebrar esta gran rave en sábado, lo que produjo colas de más de seis horas en la carretera, algo que da idea de la magnitud de atracción del evento. En su última edición, la del 2014 congregó a más de 40.000 personas de 72 nacionalidades que dejaron en la zona 3 millones de euros, con grandes beneficios para alojamientos hoteleros, campings y restauración, sobre todo en la zona de Fraga. La propia web de Turismo Monegros ofrece este festival como uno de sus atractivos turísticos.

También en la provincia de Huesca, pero lejos del secano desierto de los Monegros, entre las montañas y los lagos pirenaicos, el festival de músicas y culturas de los cinco continentes, Pirineos Sur, lleva ya 28 años actuando como seducción de turistas al entorno de Sallent de Gállego y Lanuza. Este festival es de vital importancia en el Valle de Tena por su papel dinamizador, ya que la mayoría de visitantes pernoctan varios días en la zona, ya sea en alojamientos de Sallent, poblaciones de alrededor o en campings. De hecho, aproximadamente el 25% de los asistentes al festival, aprovecha para quedarse de vacaciones y hacer turismo por el valle.

Este dato es una conclusión de un estudio elaborado en el 2014 por la Universidad de Zaragoza a través del Campus de Huesca para analizar el impacto de este festival en la zona. Según el documento, Pirineos Sur generó 8,2 millones de euros y cada euro invertido por la Diputación de Huesca dejó más de 10 euros en el territorio. En cuanto a las pernoctaciones, que son las que guardan bastante relación con el interés turístico que puede generar la zona, un 38% pernoctó entre 3 y 5 noches y el informe revelaba que se habían incrementado los días respecto a un análisis elaborado en el 2009, y cada vez eran menos los que solo pasaban una única jornada en el festival. Según el mismo estudio, los asistentes llegan a Pirineos Sur desde Aragón, especialmente de Zaragoza y Huesca, seguido del País Vasco, Cataluña, Madrid, Navarra y Comunidad Valenciana.

Jesus Gericó, alcalde Sallent de Gállego, siempre repite la misma frase. «Si el festival de Pirineos Sur no existiese, habría que inventarlo, porque es una de las mejores promociones que puede tener el valle». Aunque desde el consistorio no tienen medido el impacto en cifras económicas, creen que siguen siendo muy similares a las del estudio. Además, son conscientes de que el mes de julio es bueno gracias al festival y ello redunda en un gran beneficio para los hoteles y la restauración del pueblo. «En agosto suele haber mucha gente en todos los núcleos de montaña, pero en julio lo hace todo el festival». De hecho, son dos variables las que suelen influir en que un año sea mejor que otro, la climatología y el cartel. «Si el cartel es muy bueno se nota más y si hay conciertos que son para gente más mayor, o más de hotel, eso beneficia más a los alojamientos. En cualquier caso, hay mucha gente que viene solo a ver el ambiente de los chiringuitos de Sallent, independientemente del concierto que haya en Lanuza, solo porque el festival se ha convertido en un referente para pasar un buen rato y eso es muy positivo para nosotros», explica el alcalde.

LO ÍNTIMO DEL MATARRAÑA

En el Matarraña turolense, con un impacto mucho menor pero también con cierta entidad, desde el 2016 las citas de Festivals del Matarranya ayudan a dar a conocer turísticamente este entorno de olivares y almendros, parajes de bosque mediterráneo, catalogado ya por muchos como la Toscana española. Este festival, organizado por la comarca en colaboración con otros entes públicos y privados, incluye diferentes propuestas como Quema de artistas, Franja Rock, La Nit en Blanc, el Ciclo de Órgano o Matarranya Íntim. Este último, es pionero en llevar las artes escénicas de vanguardia al interior de casas particulares o espacios singulares del medio rural de la comunidad, y su objetivo no es otro que el de dinamizar el panorama cultural de esta comarca turolense al tiempo que se pone en valor su riqueza patrimonial. Este festival suele llenar los establecimientos de la localidad en la que se celebra, que suele ser itinerante, y en los últimos años ha superado los 2.500 espectadores.

Estas citas, pequeñas pero de gran valor, son un impulso para los pequeños núcleos rurales y evitan que el turismo se focalice siempre en las grandes poblaciones. Los festivales del Matarraña, al igual que otros como Gaire, el Festival de Artes Escénicas de Pancrudo, tienen en común que ayudan a vertebrar el territorio, dan a conocer los encantos de pueblos que apenas llegan a los 100 habitantes e implican a vecinos en una tarea común: la de poner en valor su patrimonio cultural, artístico e inmaterial.

Bastante antes de la década de los 90, en 1979, nació el que es ya el festival más antiguo de Aragón, el de Música Antigua de Daroca. Hace unos años, en esta población no había ni 40 camas para alojarse, y desde que este festival-curso se ha desarrollado se han superado las 200 plazas hoteleras. «Teníamos una oferta de hoteles un poco escasa y ahora tenemos dos hoteles de categoría que antes no existían, hay tres apartamentos turísticos de reciente creación y varias casas de turismo rural», detalla el alcalde Álvaro Blasco

«Durante los días que se celebra el curso y el festival Daroca se llena de gente, son más de 100 alumnos y unos 25 profesores, y eso supone un gran aliciente para el comercio, los bares, restaurantes y hoteles de Daroca», explica el regidor. Todos ellos se alojan en Daroca, pero también lo hacen muchos de los que vienen a disfrutar de los conciertos, y que aprovechan para conocer la zona. «Se acerca gente de Zaragoza porque siempre ponemos un autobús, pero también de Calatayud, de toda la ribera del Jiloca y de Teruel también viene gente... turísticamente es un estímulo», dice Blasco. En cuanto a los días que se quedan por la zona, «hay gente que viene todos los días al festival y se quedan alojados, otros que van y vienen y te dicen que a ver si pueden pasar en otro momento para conocer la comarca, porque la zona tiene otros atractivos turísticos como Anento, Gallocanta, etc», comenta Blasco.

Otros territorios que han gozado de la misma suerte a través de citas festivaleras que animan el verano han sido Barbastro, con el Polifonik Sound, Ansó con el PIR (Festival de música y cultura pirenaicas), Ascaso con la Muestra de Cine más pequeña del mundo, y también poblaciones más grandes como Huesca y Teruel, ambos con iniciativas ligadas al cine, con el Festival Internacional de Cine de Huesca y el Desafío Buñuel, respectivamente. T