Z aragoza ha sufrido una explosión museística en las últimas tres décadas, creando nuevos espacios para la transmisión de su historia, rutas culturales en torno a estos espacios expositivos y que han conllevado una transformación también urbanística y del discurso de cómo se presenta la ciudad hacia el exterior. Zaragoza se vende a través de sus museos, que han sido y son ahora una forma de decir qué es Zaragoza, cuáles son los valores de la ciudad y lo que la hace diferente. Gran parte de las colecciones se han creado en estos últimos 30 años, como es el caso de los espacios de la ruta romana, el Museo de Ciencias Naturales, el Museo del Fuego, el Museo Pablo Serrano (ahora IAACC) y muchos otros.

«El elemento patrimonial siempre ha sido uno de los mas destacados en el producto turístico y el turismo cultural ha sufrido una evolución y ahí los museos han ganado protagonismo. En el momento en el que turísticamente se decide potenciar el turismo urbano, los museos han tenido una mayor relevancia. Aunque en el año 1990 Zaragoza turísticamente podía tener gran parte del patrimonio, se ha trabajado más en su promoción», explica Rubén Castells, jefe de la sección de Museos del Ayuntamiento de Zaragoza, técnico encargado de los cinco museos dependientes del consistorio al que se suma desde el 2012 el Museo del Fuego y que gestiona Salvamento y Protección Civil.

Gracias a este interés por hacer de Zaragoza una ciudad de museos y potenciar su patrimonio cultural, es posible visitar la capital aragonesa y disfrutar de cualquier arte: desde arquitectura, escultura, dibujo o pintura. Hay un museo para cada tipo de persona, porque si algo se ha logrado es que la oferta sea tan variada como en pocas ciudades del país. La historia de las civilizaciones pobladoras de la ciudad está muy presente en diferentes espacios, pero también las colecciones naturales, esclesiásticas, pintura histórica de cualquier época y de representantes que llevan el nombre de la comunidad por bandera, como es el caso de Goya. Sin olvidar disciplinas como la escultura, con dos museos de cabecera, el Pablo Serrano y el Gargallo; y también geniales colecciones y centros de arte contemporáneo que situan a Zaragoza en el mapa nacional.

«En la ciudad ya hay un nivel cultural alto y cualquier persona que quiera visitar un museo va a encontrar oferta de lo que busca. Hay historia romana, arte contemporáneo, ciencias naturales, patrimonio árabe y mudéjar, Renacimiento, Barroco y lo que es mejor, el visitante puede disfrutar en muchas ocasiones del arte dentro de su contexto o incluso en un completo contraste», valora Romana Erice, jefa de Servicio de Cultura del consistorio zaragozano. Y es totalmente cierto, porque uno complacerse de la obra de Goya en un palacio renacentista o en la bóveda del Coreto para la que fue encargada. También de los vestigios romanos en el propio espacio donde fueron encontrados o fuera de ellos, en un edificio neorrenacentista. En cambio, otras obras pasadas se complementan con arquitecturas totalmente renovadas, modernas y futuristas como es la de Pablo Serrano.

RECUPERAR LOS ROMANOS

Zaragoza puso de manifiesto una gran sensibilidad con su historia y patrimonio, plasmada en un convenio con el Ministerio de Cultura y en la creación, en 1981, de una sección de arqueología municipal que fue pionera en España y que sirvió de modelo a otras ciudades. El consistorio quiso ser el garante de los procesos de control patrimonial al crear este grupo especializado y unos protocolos de actuación para atender no sólo las excavaciones sino también la conservación, investigación y rentabilidad cultural de los datos obtenidos. De esta rentabilidad se encargaron, entre otros muchos técnicos, dos mujeres: Romana Erice, la actual jefa de Servicio de Cultura, y Carmen Aguarón. Ambas arqueólogas, trabajaron a finales de los 80 y principios de los 90 en las excavaciones acaecidas durante la renovación de la plaza de La Seo que culminaron en la transformación de estos vestigios en los principales museos de sitio de la ciudad.

Precisamente la gran transformación museística en el ámbito municipal que ha sufrido Zaragoza desde la década de los 90 y a la que más rédito se le ha sacado turísticamente ha sido la creación de la Ruta de Caesaraugusta, de la que forman parte cuatro espacios que en su días fueron epicentro de la vida pública romana. El primer museo en abrir sus puertas fue el Museo del Foro, en 1995, seguido por los Museos de las Termas públicas (1999), el Museo del Puerto fluvial (2000) y el Museo del Teatro (2003). Además, la ruta romana municipal se complementa con la exposición permanente del Museo de Zaragoza, gestionado por el Gobierno de Aragón, en donde se puede ver la vida privada en la vivienda propia de los hispanorromanos.

«Se ha demostrado que la musealización de los restos es una buena propuesta para la captación del turismo porque atrae a la gente al ser una fórmula muy didáctica en la que utilizas distintas fórmulas interactivas», explica Romana Erice. Esta fórmula para difundir la historia de la ciudad romana se ha presentado también en congresos por la forma en la que los restos se han musealizado y se muestran al público. El mismo estilo de museo de sitio han adoptado en el Museo de Historia de Barcelona, Alcalá de Henares (Complutum), Valencia (Almoina) o del Teatro Romano de Cartagena. Además es uno de los modelos europeos de intervención que se utiliza como referencia internacional al ser el ejemplo que mejor representa la aportación de soluciones tangibles a los problemas generados por la accesibilidad en los yacimientos arqueológicos urbanos y desde entonces, ha obtenido otros galardones y reconocimientos por su labor de conservación y difusión.

RENOVACIÓN URBANA

Los museos de Zaragoza han jugado un papel clave en la recuperación patrimonial de la ciudad. Más allá de la importancia turística que suponen estos espacios expositivos, la reconversión que han sufrido los edificios que albergan las colecciones y, el propio entorno en muchas ocasiones, ha ido a la par de una evolución urbanística de la ciudad.

La reforma de la que se denominó “la plaza de las catedrales”, la del Pilar y la de la Seo, cambió la forma de concebir el turismo de Zaragoza. La plaza de la Catedral del Salvador es una de las más antiguas de la ciudad y hay restos de todas las civilizaciones que ha albergado la capital aragonesa. Turísticamente, no hay otro lugar igual en el que se junten en sintonía los restos romanos, mudéjares y cristianos en Aragón, y urbanísticamente y museísticamente se ha sabido aprovechar.

Otro ejemplo más reciente de esta transformación que ha ayudado a vender Zaragoza a través de sus museos ha sido la reforma del Museo Pablo Serrano, dando color y modernidad al entorno del paseo María Agustín desde el 2011. También ha contribuido su reconversión en el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC), que tiene la decidida vocación de proyectar y realzar los valores del arte contemporáneo y despertar el interés de la ciudad como destino cultural.

El antiguo edificio diseñado por Julio Bravo que albergaba en origen los talleres de carpintería y otros oficios del antiguo hogar Pignatelli, donde el abuelo de Pablo Serrano ejerció como maestro carpintero, reabrió sus puertas en 1995 con la reforma de José Manuel Pérez Latorre hasta que en el 2008 emprendió una ambiciosa ampliación caracterizada visualmente por el recrecimiento vertical. Así, se ha convertido en el epicentro de la cultura contemporánea. La obra escultórica de Serrano se degusta entre delicadas cristaleras y volúmenes geométricos acabados en metálico, las famosas planchas azules y negras. Y también la música, la danza o el teatro se citan en un espacio con entidad propia.

Muy cerca de ahí, el Caixaforum se ha convertido desde el 2014 en otro referente expositivo. Sin ser museo ha revalorizado urbanísticamente la zona del Portillo al tiempo que acoge exposiciones de alto nivel de arte antiguo, moderno y contemporáneo, ciencia, festivales de música y poesía, arte multimedia, debates, talleres y actividades para mayores. Al igual que este espacio, La Lonja y el Centro de Historias, de propiedad municipal, son los dos grandes referentes expositivos y turísticos de la ciudad sin tener colecciones permanentes.

«A finales de los 2000, sobre todo después de la Expo, hubo un gran esfuerzo de renovación en todos los museos: se cambiaron nombres, se rehabilitaron edificios, se adaptaron los discursos a los nuevos tiempos», explica Ruben Castells.

EL PRIMER MUSEO

Antes de la proliferación de los museos de la ruta romana y otros muchos que abrieron sus puertas, el referente era el Museo de Zaragoza. Ya desde 1911, en su sede de la plaza de los Sitios, albergaba importantes colecciones de Bellas Artes. Es el museo más extenso y representativo de todo el territorio aragonés, con colecciones abarcan un sinfín de piezas arqueológicas, ejemplares de la historia del territorio aragonés, así como un interesante número de piezas pictóricas y escultóricas, entre las que sobresalen los nombres de Goya (con una extensa colección de obras a nivel mundial, solo superada por las del Museo del Prado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid), Damián Forment, Francisco Pradilla, Jusepe Martínez, Carlos de Haes, Francisco Bayeu o Jerónimo Cósida, entre otros. Desde 1987 depende de la comunidad autónoma pero conservando la titularidad estatal. Una sección de Etnología se incorporó en el año 1976 y otra especializada en el mundo romano, la Colonia Celsa, se añadió en 1997.

En 1985, se inauguró otro referente de los museos zaragozanos. En este tiempo, el Pablo Gargallo no solo ha mejorado su oferta expositiva, doblando su obra desde finales de los 80 gracias a las donaciones de la familia, sino que ha ampliado su superficie en un 40% desde el 2009, cuando cerró de manera provisional el patio del palacio donde se encuentra ubicado, el Palacio de Argillo, una remodelación que revalorizó su arquitectura y que mejoró las garantías de conservación de los elementos expuestos. Este centro se ha convertido en el museo más reconocido sobre todo por los turistas franceses porque conocen de primera mano la figura del escultor, ya que residió la mayor parte de su vida en París.

Los galos son precisamente los viajeros internacionales que más se han acercado a conocer las bondades de la capital aragonesa. O al menos así era hasta el último lustro, cuando el turismo chino empezó a despegar en al ciudad. Ahora, tras la crisis sanitaria del coronavirus, son de nuevo los franceses los que vuelven a dominar las estadísticas. Las estadísiticas demuestran que la mitad de los turistas que visitan los museos municipales son de Aragón, principalmente de Zaragoza. El 30% llega del resto del territorio nacional y el resto son extranjeros.

Aunque el Pablo Gargallo es emblema de los museos municipales y suma una media de más de 25.000 visitas anuales desde su remodelación en el 2009, es cierto que los espacios que más visitas cosechan son el foro y el teatro romano. Desde que abrieron sus puertas en 1995 y en el 2003, respectivamente, cada museo ha acogido a casi 900.000 y más de 750.000 usuarios, con unas 40.000 visitas anuales. Todos los museos de la ruta romana sumaron 2,5 millones de turistas desde 1995 hasta el 2019.

DIGITALIZACIÓN Y NUEVOS PÚBLICOS

Adaptarse a los nuevos tiempos ha sido algo fundamental para mantener el público y atraer a los turistas. La creación de actividades complementarias como didácticos para escolares y familias o la idea de convertir los museos en contenedores culturales de otras disciplinas artísticas como la danza, el teatro o la gastronomía, ha sido la clave para llegar a nuevos públicos.

Ahora, el reto de estos espacios es la digitalización. Hace 30 años un código QR o un audiovisual era algo difícil de entender en un museo. Ahora, es imprescindible. Las redes sociales, para llevar la experiencia del museo a las casas o a la calle, generar contenidos complementarios y llegar a nuevos públicos. Un ejemplo ha sido el reciente concurso juvenil #CambiaElMuseo convocado por el consistorio, que en colaboración con otros centros no municipales, ha invitado al público a versionar cuadros y obras de los museos zaragozanos y a generar un espacio de creación y reinventar el arte en formatos digitales.

En el corto plazo será fundamental la realidad aumentada para generar nuevos contenidos, algo en lo que ya trabajan los museos de la ruta de Caesaraugusta. «Uno de los retos de los museos arqueológicos es reconstruir los espacios y la realidad aumentada permite hacerlo de una manera más inmersiva», explica Castells. T