Hace ya más de dos siglos, 1789, mucho antes del maldito coronavirus, un ciudadano francés llamado Maximiliano Robespierre dejó escrito en las leyes francesas algo que visto ahora, desde el confinamiento y la preocupación, parece tan actual como las ruedas de prensa diarias y los aplausos a las ocho de la tarde. «De todos los derechos --decía aquel revolucionario--, el primero es el de existir, por lo tanto la Primera Ley Social es aquella que garantice a todos los miembros de la sociedad los medios para poder existir, y todas las demás están subordinadas a esta».

Siguiendo esa estela, los constituyentes españoles de 1978 quisimos dejar muy claro, en el artículo 128, que «toda la riqueza del país, en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad, está subordinada al interés general». Y, por si alguno no lo había entendido, en el punto 2 del mismo artículo, se reconoce el derecho del Estado a «la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general». Y, como decía Robespierre, no existe ningún interés general mayor que el de garantizar a todos los ciudadanos el derecho a existir.

Tiempo confuso

Conviene recordar los principios esenciales en este tiempo confuso, donde la vida y la salud de muchos españoles (y no solo españoles, de muchos seres humanos en todo el mundo) está en riesgo a causa de esta terrible pandemia. Conviene repetir, tantas veces como haga falta, que el derecho a la salud y a la existencia está por encima de la economía y no al revés. Es evidente que la economía es importantísima para cualquier sociedad, y que la creación de riqueza nos permite avanzar hacia el bienestar de todos, pero no es menos evidente que no es posible crear riqueza ni crecer económicamente si la enfermedad diezma a la población y las muertes causadas por el virus nos dejan literalmente sin sociedad y sin país.

Yo creo que así lo ha entendido el Gobierno y que las medidas restrictivas de la actividad económica, que tan mal les ha sentado a algunos, responden precisamente a esa ley de oro de la democracia: lo primero es vivir. Pero me parece que lo que ocurre (a lo mejor soy muy mal pensado) es que esos empresarios quejosos, y la oposición de derechas y ultraderechas, que cada vez es más difícil distinguirlos, saben que la broma va a salir por un ojo de la cara y buscan garantías de que no serán ellos quienes paguen la cuenta. Si alguien les asegurase que, como ocurrió en la última crisis, vamos a pagarla entre todos, y mucho más los que menos tienen, estarían más tranquilos. La banca aún no ha devuelto los 60.000 millones con los que apechugamos todos los españoles, y no llevan trazas de hacerlo, lo que a la patronal le parece de perlas y a la oposición de maravilla. Por no hablar de los medios de comunicación alineados con todos ellos.

Ahora, sin embargo, todo son malas caras y desplantes como el de la CEOE dando portazo al diálogo social con Gobierno y sindicatos, con la excusa tan peregrina de «que no les habían avisado». Están enfadados, dicen, porque no les ha gustado algo que ha dicho el vicepresidente Iglesias (algo que ha dicho y que tiene muy poco que ver con ese diálogo), y no acuden a la llamada, «porque algunos tienen muy poco interés en dialogar y lo que quisieran en realidad es cambiar el régimen».

Aquellos Pactos de la Moncloa

Así que los medios de comunicación ya pueden insistir en la necesidad de un gran acuerdo nacional y recordar aquellos Pactos de la Moncloa que permitieron salir de un atolladero gravísimo, aunque muy distinto a este. Y ya puede el presidente Sánchez pedir diálogo y lealtad desde la tribuna del Congreso, que la derecha saca los muertos a relucir y los envuelve con la bandera española (todo un clásico para ella: llevan muchos años haciéndolo) para arremeter contra el Gobierno con toda la artillería o, como Abascal, para pedir simple y llanamente su dimisión y proponer como presidentes a quienes no han sido votados… en fin, José Antonio Primo de Rivera dijo que el mejor destino de las urnas es romperlas. ¿De qué nos vamos a extrañar?

En todos los países de la UE, una oposición sensata (en Portugal, tan de derechas como la nuestra, pero sensata) nos pone los dientes largos con un comportamiento responsable sin veleidades golpistas, o algo muy parecido. Ellos no quieren cambiar el régimen. Y creo que todavía irá a peor. Espero equivocarme, pero es muy posible que a nuestra derecha ultramontana se sumen los de la izquierda no menos ultramontana, la de los seguidores de Putin, que podrían causar fuertes tensiones en el seno de Podemos. Un espectro del pasado como Julio Anguita, y algunos más, reaparecen. ¿Seguirán los anticapitalistas, la CUP, Bildu y toda esa extraña familia? Por lo menos algunos, en la última sesión del Congreso, no han tenido el menor empacho en alinearse con Vox a la hora de votar contra el Gobierno. Y sin proponer una alternativa viable a corto plazo porque en unos pocos meses habrá que empezar a dar trabajo a cuatro millones, como mínimo. Y eso no se hace tomando ningún palacio de invierno, sino con propuestas y con estas mayorías. Prefiero el pragmatismo a la tranquilidad personal de estar en posesión de la verdad.

Claro que, si se me pregunta por la posibilidad de que al final se produzca algún tipo de pacto entre izquierda y derecha para salir del trance, diré que es muy posible. Sobre todo porque no veo otra solución y porque, cuando llegue el momento, al poder económico no le será difícil poner al PP en primer tiempo de saludo. Y el PP será el mejor embajador de los intereses de ese poder a quien, como Lola Flores a su público, tanto debe y tanto quiere. Así que, una vez más, las cosas no serán como me gustarían pero espero y deseo que, si es así, le gusten menos al presidente de los empresarios, al que la mínima vuelta al trabajo, si le habrá gustado. Espero que no suponga un retroceso, con aumento de infectados,

De verdad, no quiero imaginar lo que sería el día a día de esta crisis, ni el futuro pacto, con un gobierno en el que estuvieran Casado y Abascal. Y mucho menos quiero imaginar el día de después. Yo, con este Gobierno, veo la botella medio llena y ... un poco más. Cuídense.

*Miembro de Attac Aragón