A los oscenses les ha gustado siempre ir a los sitios caminando, una filosofía que ha marcado el devenir de la ciudad en estos últimos 30 años. Esta es una conclusión que se desprendía ya del Análisis del plan de tráfico de la Ciudad de Huesca del año 1991, donde se podía leer que «las encuestas a peatones muestran una gran presencia de estos que no utilizan ningún otro medio de transporte que no sean sus propias piernas», una afirmación que viene acompañada de una cifra que demostraba entonces que el peatón era el elemento más importante de la movilidad de la capital oscense: un 76% se desplazaba a pie, frente a un 18% que lo hacía en coche. El mismo estudio recoge que solo el 2% de los residentes en la ciudad utilizaba la moto como medio normal de transporte y un 4% el bus urbano. La bicicleta ni aparece en el análisis.

El peatón ya era importante entonces, pero Huesca lo ha convertido en el centro de sus políticas de movilidad y le ha dado prioridad a través de la ampliación de las aceras o de la peatonalización de un centenar de sus 300 calles, la más importante su arteria principal, el Coso Bajo. Los datos que manejaba el Ayuntamiento de Huesca en el 2012 (antes de la peatonalización del casco histórico) revelan que desde 1991, en 21 años, los desplazamientos a pie habían aumentaron un 8%. Este incremento se produjo sin realizar grandes reformas o mejorar el estado de las aceras, ya que la peatonalización que convirtió a Huesca en una ciudad más amable, accesible, segura y cómoda se realizó entre el 2013 y el 2015 y se terminará este año 2020 con la última fase que quedó pendiente entonces, que comprende desde la calle de Sancho Ramírez hasta la plaza Santo Domingo.

CAMBIO RADICAL

En 1991, los peatones encuestados por el ayuntamiento consideraban que «el principal problema que sufren al pasear por las aceras del Coso Bajo es consecuencia de su estrechez y por la presencia de muchos obstáculos (con clara referencia a obras y vehículos mal aparcados sobre ella), e indirectamente se vuelve a hacer hincapié a las escasas dimensiones de la acera». En consecuencia, y para revertir esta situación, el consistorio decidió reducir la calzada que ocupaba el 67% de la ciudad --8 metros, 4 de cada lado-- y dejarla en tan solo un 25% --3 metros, 1,5 de cada lado--, y ampliar el espacio de acera hasta el 58% de superficie. Se proyectaron andadores de tres metros y medio cuando antes solo medían dos.

En la peatonalización del centro se invirtieron cerca de 10 millones de euros, se abrió un aparcamiento y se instalaron zonas azules -de las que ya se recoge la necesidad en 1991--. Después de implantar estas medidas, los peatones en el centro aumentaron más de un 50% y el uso de la bicicleta creció exponencialmente hasta el 200%. El dato más relevante fue que el uso del coche por el casco viejo descendió un 83% según el seguimiento de implantación del Plan de Movilidad Urbana Sostenible de Huesca del 2014.

Huesca ha cambiado totalmente su movilidad en tres décadas, una transformación que fue más notable a partir del 2011, cuando se puso al peatón en el centro de las políticas y se comenzaron a potenciar otros tipos de movilidad más sostenibles que antes se infrautilizaban, como es la bicicleta. En la actualidad, la capital oscense cuenta con 16 kilómetros de carril bici y los últimos 300 metros de la calle El Parque son una ciclocalle -vía de un único sentido en la que tiene prioridad la bici y donde la velocidad máxima permitida es de 30 km/hora-. La bicicleta constituye el medio más rápido para desplazarse por Huesca.