Esta médica y psicóloga trabaja desde 1984 en los servicios sociales comunitarios municipales. Empezó en Infancia y desde 2007 lo hace en La Casa de la Mujer, donde ayudó a fraguar el programa de prevención de la violencia de género. Ahora es la jefa de sección de programas de igualdad.

--El Ayuntamiento de Zaragoza centró hace poco más de 30 años sus políticas sobre la mujer. ¿Cuáles eran sus líneas de actuación en los años 90?

--Mujer estaba dentro de servicios sociales especializados, se entendía que atendía a un sector de la población con una determinada problemática. Evidentemente ya entonces las actuaciones se dirigían a todas las mujeres de la ciudad y considerarlas un colectivo determinado es algo incomprensible ahora. Las mujeres tenían menos libertad de movimiento y tenían que responder a los roles tradicionales. Las políticas que se iniciaron estaban en la línea del empoderamiento, de tomar conciencia, de favorecer que las mujeres tuvieran voz, se unieran y participaran, de hacerlas ciudadanas activas en la sociedad.

--¿Por qué no participaban?

--Los primeros talleres de promoción de la mujer se idearon para darles la excusa de salir, para que las mujeres coincidieran con otras, se reconocieran en las mismas situaciones y crear redes y unir fuerzas. Era más fácil que una mujer saliera para acudir a una actividad de corte y confección que a otro tipo de convocatoria que hubiéramos podido hacer. El objetivo no era hacer corte sino de qué forma salen de su vida doméstica.

--Fueron muy polémicos aquellos talleres…

--Porque no se entendió que era un camino para alcanzar los objetivos que realmente se querían trabajar. Evidentemente en esas actividades y en otras muchas ya había una toma de conciencia de necesidad de derechos, autonomía y de salir de ese rol tradicional.

--¿Cómo se ha logrado?

--Porque la sociedad ha cambiado, está en otro punto. En estos 30 años las mujeres han accedido al mercado laboral y a la formación… han ido entrando en otras esferas y tienen otra presencia social. Las necesidades hemos visto que han cambiado.

--¿Cuál es la necesidad ahora?

--Darnos cuenta de que no hemos conseguido realmente la igualdad, porque estamos en una falsa ilusión. La idea es que la igualdad ya existe, y es verdad que se mueve en muchos planos pero hay una parte de desigualdad que todavía no se ha superado. Seguimos teniendo muchos esquemas que responden a los estereotipos de siempre, y están presentes sin que nos demos cuenta. Hay que trabajar sobre eso.

--¿Cómo es esa labor desde el consistorio?

--Como no podía ser de otra manera, se llegó a la conclusión de que también tenía que haber cursos para hombres. Hace 30 años la idea era que había que trabajar con mujeres la toma de conciencia, la independencia, la movilización... Pero que solo se mueva una parte de la ciudadanía no hace que la sociedad se transforme. Para que los papeles adjudicados a las mujeres cambien, hace falta que lo hagan los de los hombres.

--¿Qué cursos se dirigen a hombres?

--Aquellos que tienen que ver con la corresponsabilidad y la igualdad, y los talleres relacionados con el desarrollo personal y el manejo emocional. Siempre se ha dicho que en los hombres esa parte es más deficitaria, pero yo diría que hemos sido educados de diferente manera y no vivimos las emociones igual.

--¿Vienen voluntariamente?

--Hay de todo. A algunos hombres les han sugerido venir porque les vendría bien y otros se han dado cuenta ellos mismos. Todavía sigue habiendo cierta prevención y muchos no se atreven por si son el único hombre rodeado de mujeres, ya que algunos son cursos para ambos sexos.

--En violencia de género se ha realizado una gran labor de prevención y actuaciones directas, sobre todo a través de la Casa de Acogida. ¿Cómo ha evolucionado este espacio?

--En atención a la violencia de género el ayuntamiento ha sido pionero y desarrolla un gran trabajo desde hace 30 años. La Casa de Acogida de Zaragoza fue una de las primeras de España. La necesidad de alojamiento responde a una situación que ahora mismo ha cambiado, también porque hay una ley diferente. Esas mujeres necesitaban un espacio de seguridad para atreverse a dar el paso de la ruptura. En la sociedad de los 90 había muy poca conciencia de la violencia de género y en muchos de los casos también poco apoyo a las víctimas. Esto requería unos recursos de la administración pública que les pudieran ayudar en la separación ya que entraban en una situación de riesgo.

--¿El perfil de las acogidas sigue siendo el mismo que en los 90?

--La Ley del 2004 fue el punto de inflexión. A partir del 2005, el hecho de que, en muchos casos, una mujer al denunciar pueda volver a su casa porque el agresor va a estar detenido y no hay riesgo, que vaya a tener medidas respecto a la vivienda y a los hijos e hijas, ayuda mucho a cómo se resuelven las situaciones. Esto ha hecho que hayan cambiado las mujeres que necesitan este recurso; lo requieren las que tienen más factores de vulnerabilidad, también porque ha habido un cambio social. Nuestra experiencia dice que la evolución ha sido hacia mujeres que, a su condición de maltratada, añaden la de migrante con escasos recursos económicos y sin red de apoyo. Ahora es más frecuente que una mujer tenga el soporte de su familia y amistades.

--¿Cómo se trabaja con los menores en igualdad?

--Esto es educación. Desarrollamos actuaciones educativas de promoción de la igualdad, y desde el 2007 se empieza a trabajar en la prevención de la violencia. Son dos cosas que van unidas porque sabemos que la base de la violencia de género es la desigualdad. En las edades más tempranas se trabaja sobre igualdad, corresponsabilidad y sobre romper estereotipos; mientras que con los mayores se ahonda en las relaciones de pareja orientadas hacia el «buen trato».

--¿Se han constatado avances?

--Es complicado. Cuando hacemos un trabajo educativo sabemos que los resultados no se van a ver a corto plazo. Avances, veremos. Hay que tener en cuenta que tenemos muchos elementos que no consideramos educativos y que educan pero que son contarios a la igualdad. Estamos rodeados de imágenes y dispositivos que reproducen modelos tradicionales.

--¿En 30 años seremos más igualitarios?

--Seguro. Mucho del trabajo que se está haciendo es a largo plazo. Se habla mucho de los adolescentes, pero la adolescencia no es el momento de medir resultados. Estos jóvenes que nos preocupan ahora serán hombres y mujeres, padres y madres, trabajadores y trabajadoras, que se situarán de otra manera en un futuro.