Aragón se tomó este sábado, 106 días después de declararse el estado de alarma, un primer momento para rendir tributo a las víctimas del coronavirus. Será el primero de muchos homenajes a las 914 personas que, por el momento, han perdido la vida como consecuencia de la pandemia. El primer acto de duelo oficial y general a unas «hermosas vidas», como las definió el escritor Manuel Vilas en el texto que se leyó en todos los homenajes aragoneses. Un adiós común después de que la mayoría de ellos hayan tenido que desarrollarse en una solitaria intimidad.

El acto planificado por el Gobierno de Aragón y la Federación Aragonesa de Municipios, Comarcas y Provincias (FAMCP) fue deliberadamente escueto, sin querer añadir pompa a una tragedia que se explica por sí misma. Pero la emoción, inevitablemente, se escapó en mayor o menor medida en los 731 homenajes de ayer.

En el caso del de Zaragoza, esta fue canalizada con el sonido del tambor y el bombo y también por el violín de Ara Malikian, pero se desbordó en la lectura del texto de Vilas por parte de la actriz Luisa Gavasa. También en el discurso de Lambán, que utilizó un tono casi épico, pero por momentos entrecortado por la congoja, para pedir unidad y responsabilidad. Un discurso que retomó, más contenido, el alcalde de la capital aragonesa, Jorge Azcón.

El texto de Vilas sintetizaba el dolor de «todos los ciudadanos españoles» tras una crisis para la que «nadie estaba preparado». Recordaba cómo «los hijos no pudieron tocar la mano de sus padres» en el «trance de la muerte», pero apelaba a buscar consuelo en la memoria, que es «dignidad y democracia».

El escritor apelaba a unir «los dos homenajes, el colectivo y personal», en un «gran abrazo», apelando a las virtudes que ha mostrado España y Aragón, como «generosidad, valor y entrega». «Si de verdad los españoles como pueblo amamos a nuestros muertos, por favor seamos un pueblo unido, respetuoso, tolerante y generoso», pedía, recordadndo que «la vida de uno solo es la vida de millones» y que «todas las vidas fueron hermosas».

El acto de Zaragoza tenía vocación de ser el central de Aragón, y como tal fue el más multitudinario y el que más autoridades concentró. No solo las políticas, con representantes de todos los partidos de las Cortes y el consistorio, o el presidente del Parlamento, Javier Sada. También con el Justicia de Aragón, Ángel Dolado, la delegada del Gobierno, Pilar Alegría, los mandos militares o el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, Manuel Bellido, además de los agentes sociales, entre otros muchos. Por supuesto no faltaron las víctimas, representadas por Carlos e Irene, hijo y nieta de la primera víctima del virus, de Sierra de Luna. Ellos plantaron la carrasca que les recordará siempre.