Dos semanas de aislamiento. Ese es el periodo establecido por los médicos de familia aragoneses antes de dar el alta a pacientes que se encuentran en su domicilio, tanto a los que han sido dados de alta en el hospital como a los que no han requerido ingreso o ni siquiera se les ha sometido a una prueba PCR.

El seguimiento a todos ellos recae sobre el médico de Atención Primaria, encargado de supervisar su evolución. Así, en el caso de los enfermos que son dados de alta en el hospital, las dos semanas de aislamiento en su casa son requisito indispensable antes de que desde el centro de salud se conceda el alta completa. Eso sí, bajo la premisa básica de que los síntomas hayan desaparecido por completo.

También los contagiados que han dado positivo en las pruebas PCR pero no han requerido hospitalización quedan a cargo del médico de familia, que, del mismo modo, impone esas dos semanas de rigor como plazo exigido de aislamiento en el domicilio antes de dar el alta a un paciente. Esos 14 día desde el inicio de los síntomas deben estar acompañados de tres días sin ellos, principalmente fiebre.

Y esos requisitos previos al alta también se siguen para tratar a posibles infectados sintomáticos que no han sido sometidos al test. Una vez concluidas esas dos semanas, y siempre que los síntomas hayan desaparecido, el médico de Atención Primaria da el alta del proceso vírico.

Lógicamente, ese aislamiento de catorce días no se aplica a un paciente que tenga algunos síntomas pero que dé negativo en la prueba PCR.

En todos los casos, el seguimiento desde los centros de salud es continuo y siempre a través del teléfono. Una llamada cada uno o dos días permite al profesional sanitario comprobar la evolución de cada paciente que, incluso, puede estar acompañada de imágenes al correo electrónico.

En todo caso, desde algunos sectores se viene reclamando a las autoridades sanitarias la aplicación de ciertos protocolos similares a los que algunas comunidades autónomas están aplicando para el seguimiento de enfermos que han sido ingresados. Este establece un circuito por el que, en caso de necesitar pruebas complementarias, el paciente no tendría que acudir al hospital.