El coronavirus es la gran amenaza para los mayores, pero no la única. El largo enclaustramiento en el domicilio impuesto por el estado de alarma también puede suponer un escollo de notables dimensiones para un colectivo más amenazado por el miedo. No solo al contagio del virus o a contraer sus síntomas, sino también a la soledad o a la incomunicación. «Uno de los principales efectos que puede tener la situación actual es el temor por parte de los más mayores a no poder recibir ayuda en caso de necesitar determinados servicios», expone Mamen Maluenda, especialista en duelos y catástrofes del Colegio de Psicólogos de Aragón. En ese plano se enmarca el deasosiego por no poder acceder a los bienes más básicos a pesar de que desde las instituciones se asegura que el abastecimiento está asegurado.

Pero, además, ese temor se extiende a la imposibilidad de llevar a cabo rutinas que ayudan a este colectivo a mantener su mente más sana. «Hablamos de ese aislamiento y no poder hablar con familia y amigos. Hablamos de soledad, un riesgo añadido por no poder recibir visitas de los más cercanos o de esos compañeros con los que sueles reunirte para dar un paseo o tomar un café y que afectan a este colectivo vulnerable», indica Maluenda.

Gestionar esos momentos de desesperación también forma parte de las delicadas tareas en una crisis sanitaria como la actual en la que, según los estudios, el estado anímico puede resultar maltrecho. «Pero quiero pensar que lo haremos mejor de lo que dicen las teorías», valora la psicóloga, que considera que «tenemos fuerzas suficientes si somos capaces de buscar el lado positivo de las cosas y nos apoyamos en los que tenemos cerca. Pasará factura, seguramente, pero no tant como se podría prever, estoy segura».

Vulnerables

Porque ellos, los mayores, son el colectivo más vulnerable también en la gestión de este largo encierro. «Los niños tienen a sus padres, los juegos, la tele y otras iniciativas, aunque por supuesto que les gustaría salir a jugar con sus amigos, pero lo pueden llevar mejor. Los adolescentes, por su parte, también lo pasan mal por no estar con su grupo de amigos, pero ya tienen una mayor capacidad de razonamiento mientras que los adultos simplemente llegamos a la conclusión de que es lo mejor para todos y lo gestionamos de la mejor forma posible», explica la experta.

Por eso, se impone tener un pensamiento positivo y aprovechar para realizar tareas pendientes. «Hay cosas que el día a día no te permite realizar. Un libro olvidado, una actividad que apetece hacer desde hace tiempo, un juego...», relata Maluenda. También en el caso de los mayores, aunque, ahí, la misión es encontrar alternativa a esa peligrosa falta de comunicación. Y a la soledad, incluso en pareja. «No disponer de una red social en la que desahogarse es más complicado a la hora de encontrar comunicación, pero hay que mentalizarse de que incluso las cosas más negativas tienen su parte positiva y esas personas más débiles deben saber que cuentan con ayuda».

Contacto

Y el contacto, aunque sea a través del teléfono o mediante cualquier tipo de tecnología adquiere un rol esencial. «Hay que llamarles y transmitirles que ya queda un día menos para que todo pase. Decirles que en casa se está bien y que aprovechen a descansar y hacer cosas que les apetezca hacer o que les gusten para superar ese aburrimiento y superar esa soledad. Que no pierdan de vista las cosas que hacen habitualmente, que se mantengan activos incluso paseando por el pasillo, o que lean mensajes de apoyo, que abundan por todos los sitios, y dejarles claro que no están solos y que existen los servicios sociales y de ayuda a domicilio para sobrellevar esta situación tan demoledora. Todo pasará», detalla la psicóloga.

Precisamente, el Colegio de Psicólogos de Aragón se ha puesto a disposición del Departamento de Sanidad y en breve se anunciará la puesta en marcha de la prestación de servicios de este colectivo a la población como una herramienta más para luchar contra esta crisis.