Meses después de contagiarse de coronavirus, miles de personas en toda España siguen padeciendo síntomas y todavía no han podido recuperar su bienestar físico: son los pacientes del llamado covid persistente (o long covid, en inglés). En Aragón acaba de formarse un colectivo (covidpersistentearagon@gmail.com) de gente con este problema y son ya más de 100 personas las que se ha integrado en la plataforma nacional Long Covid Acts. Tres de ellos nos cuentan su experiencia.

Ana Cariñena: «Piensas que te vas a quedar así para siempre»

Ana Cariñena es una de las impulsoras del colectivo de covid persistente en Aragón. Ella, con 47 años, se contagió en marzo. «El día de antes de que decretaran el estado de alarma yo ya me notaba mal y me quedé encerrada. Mis hijas tenían un examen y ya no les dejé ir», recuerda. Comenzó su periplo y los primeros días los pasó como si tuviera «entre una gripe y un resacón», ríe, pero hasta el 23 de marzo no le dieron la baja. Estuvo tres semanas encerrada en su cuarto y en la segunda comenzó a encontrarse peor: palpitaciones, falta de aire...

«Fui a urgencias pero me hicieron una placa y como tenía los pulmones limpios (sin signos aparentes de neumonía) pues nada. No sabían qué podía ser, si es que me había reinfectado o qué pasaba», dice. En total, estuvo 46 días aislada en su habitación. Perdió 7 kilos.

Después, en verano, sufrió una fuerte recaída. «No podía ni ir del apartamento a la piscina. Y yo era una persona acostumbrada a hacer deporte», asegura. Ahora, ya trabaja, y se apunta los síntomas y las recaídas en una libreta. «Cada tres semanas», más o menos, le vuelven. «Sales a la calle y ves que ya no tiras, que otra vez no funcionas. Al principio es muy duro porque ves el problema y piensas qu é pasa si te quedas así para siempre. Te dices que esta vas a ser tú a partir de ahora. Y cuesta superar eso», descubre. Por eso, encontrar a otras personas con covid persistente fue un alivio. «Te das cuenta de que no estás loca», dice.

Desde Long Covid Acts apuestan por aclarar protocolos para acabar con el cuestionamiento constante que sufren estos pacientes: «A los especialistas iba siempre justificándome. Lo primero que decía es que no soy nada quejica y que en 23 años solo he cogido la baja para los partos de mis hijas. Tenemos derecho a que nos crean. La mayoría de los que tenemos este problema somos gente en edad productiva que ya no va a poder trabajar si no se encuentra un tratamiento. Es un problema», zanja.

Delphine Crespo: «No imaginaba que iba a envejecer tan rápido»

Delphine Crespo se contagió en marzo, cuando apenas se sabía nada de la enfermedad. Al principio todo fue como «lo que cuentan», es decir, «una gripe fuerte». Pero después de diez días empeoró y comenzó la disnea (falta de aire). Sentía un agotamiento tremendo, y aunque se resistió a ir a urgencias en un principio, cuando empezaron las silibancias (silbidos al respirar), se decidió a ir. «Si me levantaba de la cama para ir a la ducha tardaba 15 minutos en recuperarme», cuenta. Estuvo tres días ingresada, pero tras comprobar que no tenía neumonía, le dieron el alta.

Entonces estuvo tres meses de baja y, a día de hoy, no puede forzar la voz porque muchos días acaba afónica. Todavía le cuesta respirar. «Voy registrándolo todo», cuenta. Sus síntomas persistentes han sido muchos y muy variados. Además, van y vienen: ha sufrido y sufre de disnea; cansancio; problemas digestivos; urticaria; caída del pelo; problemas de visión; conjuntivitis; queratitis... «Esperamos que esto no sea para siempre», pide.

«He perdido mucha masa muscular y he perdido tonicidad en las cuerdas vocales. Es muy difícil de explicar, pero lo cierto es que yo ya no puedo hacer mi vida normal. Puedo trabajar porque estoy en un puesto de oficina, pero mi ocio se ha reducido. No puedo hacer yoga, no puedo salir a pasear ni hacer excursiones. Y si subo escaleras tengo que hacer pausas», explica. «No imaginaba que iba a envejecer tan rápido», añade. Se unió a la Long Covid Acts para luchar por que se investigue sobre el covid persistente y que, estos pacientes como ella, no se conviertan en los grandes olvidados de la pandemia cuando todo acabe. Y advierte de que es un mal que afecta a todas las edades.

«Anímicamente me encuentro muy bien, pero me han llegado a recomendar ir al psicólogo, cuando mis síntomas son físicos», lamenta. Ahora, anima a todos los que padezcan de covid persistente a unirse al colectivo para conseguir visibilización.

Javier Tomás: «Te preguntas por qué te pasa esto a ti»

El covid persistente afecta más a las mujeres, pero los hombres no se libran. En muchos casos, afecta a personas acostumbradas a hacer ejercicio y con una buena forma física. Javier Tomás, de 36 años, coincide con este perfil. Se contagió en julio y todavía hoy padece fuertes dolores torácicos y en la espalda, así como cansancio general. «Unos días estoy mejor que otros y por suerte mi trabajo no requiere esfuerzo físico, por lo que he podido seguir».

Tras contraer la enfermedad, estuvo encerrado en su cuarto seis semanas. Después de contagiarse tuvo fiebre y sentía cansancio, pero los síntomas no eran preocupantes. El problema es que no negativizaba: las PCR daban positivo y las serologías indicaban que no había desarrollado anticuerpos. Cuando por fin pudo salir de su habitación, mes y medio después, sintió un fuerte dolor en el pecho. «Pensaba que tenía una pericarditis y fui a urgencias», cuenta. Las pruebas determinaron que su corazón estaba bien. Hoy, sigue teniendo dolores.

«Se contagió toda la familia y soy el único que sigue con síntomas. Y te preguntas por qué te pasa esto a ti. No fumo, hago deporte y dieta equilibrada… Jamás había sentido una sensación así», explica. Antes, dice, no necesitaba dormir más de seis horas para rendir al día siguiente. Ahora sabe que si «fuerza la máquina» y realiza esfuerzos lo va a pagar «con creces». «Tienes que aprender a convivir con esto e ir equilibrando la balanza para evitar una recaída», afirma. En su caso, se unió al colectivo Long Covid para aunar esfuerzos y conseguir que se investigue esta enfermedad, todavía muy desconocida. «Fue un alivio encontrar a más gente involucrada en la difusión de la enfermedad y la lucha por la investigación. Era conocedor de que lo que me pasaba era consecuencia del virus y pertenecer a este colectivo para ayudar a personas que están en tu misma situación e incluso mucho peor, por miedo que de, es una puerta abierta a la esperanza», dice.