El actual brote de enfermedad por coronavirus, notificado por primera vez en China, ha sumido a España en un Estado de alarma y le sitúa entre los países más afectados del mundo. El covid-19 no entiende de fronteras y se ha propagado por el planeta, con más de un millón de personas infectadas. Las palabras de tres aragoneses, residentes en el extranjero, nos trasladan la situación que viven otros países.

JORGE PAMPLONA (LONDRES): "Somos un servicio vital en los hospitales"

Jorge Pamplona es natural de Calamocha, pero vive desde el 2011 en Londres, donde es jefe de equipo de atención comunitaria.

La capital lidera los números de casos en el país, y hace dos semanas sus comercios y servicios no esenciales cerraron. «Ha habido y sigue habiendo mucha psicosis y sobre todo panic buying, como se dice aquí. La gente compra compulsivamente y cuesta conseguir productos como huevos, atún o tomate en lata, por no hablar del papel higiénico, gel hidroalcohólico o jabón de manos», cuenta.

Desde su punto de vista, Londres está irreconocible, «hay poca gente y la prisa ha desaparecido; el transporte público reducido y el miedo al contagio lo han hecho posible. Además, últimamente está haciendo un sol increíble, con un cielo azul como si la naturaleza nos quisiera decir que el ser humano es el problema».

Allí está permitido salir a la calle una vez al día a correr o andar, «y han mantenido los parques abiertos para asegurarse de que el confinamiento tiene menos impacto en la salud mental de la gente», comenta.

Pamplona trabaja a domicilio atendiendo a aquellos pacientes que, por ejemplo, tienen problemas de movilidad. «En mi equipo la demanda se ha triplicado. Somos un servicio vital para poder vaciar camas en los hospitales», explica. Ahora se hacen cargo de la labor que correspondía a los centros de salud y se han tenido que adaptar a tratar pacientes mucho más complejos y más rápido que en situaciones normales. «Los EPI son escasos y de mala calidad. En las últimas semanas, una plantilla se ha reducido a un tercio debido a que las enfermeras han contraído el covid-19», subraya.

A pesar de la dificultad del momento, el calamochino cuenta los días para volver a su tierra. «El saber que no hay fecha todavía en la que poder coger un vuelo a Zaragoza para ver a mi familia lo hace mucho mas difícil», lamenta.

ANDREA CEBRIÁN (PARÍS): DE ERASMUS Y EN CONFINAMIENTO

El covid-19 también ha trastocado la experiencia de muchos aragoneses que son estudiantes Erasmus. Es el caso de Andrea Cebrián, quien vive en París desde septiembre del 2019. La joven, de Monreal del Campo, estudia en una escuela de traducción, vive en una residencia de estudiantes y asegura que «la única persona que conozco, que se ha quedado, está a cinco kilómetros».

Ella tenía pensado volver a España en las vacances de printemps, en la tercera semana de abril, pero su vuelo ha sido cancelado. «Mis padres iban a venir a por mí a final de curso, a mediados de mayo, pero no creo que lo puedan hacer», explica. Sus clases universitarias mantienen su continuidad desde el 16 de marzo online, y así se prevé que deba realizar los exámenes finales.

Cebrián lleva desde el 14 de marzo en confinamiento, sin embargo, fue testigo de que muchos franceses no pensaban que esto fuese a ser tan grave o les afectara. «De hecho, pese a que Macron decretara el confinamiento, se pudo ver a muchísima gente paseando el día posterior por las orillas del Sena, como si con ellos no fuese la cosa», detalla. Además, critica que las cifras de fallecidos no sean certeras, «publican muchas más noticias sobre lo que pasa en Italia o España que sobre lo que está pasando en la propia Francia», añade.

Explica que en el país hubo mucha polémica al mantener la primera ronda de elecciones municipales, «y la gente dijo que, si eso no lo habían quitado, la situación no podía ser tan grave», según sus palabras. La turolense afirma que se han aumentado los controles y las multas por no respetar el confinamiento y «la gente hace más caso. Y París no parece París, están las calles casi vacías, salvo por la poca gente que sigue yendo a trabajar, a comprar, los que hacen ejercicio y la Policía», subraya.

Desde que vive en París, no solía permanecer mucho en su residencia y ahora no puede salir de ella. Asegura sentir impotencia dada la incertidumbre de su situación.

MARCO A. ORDOVÁS (BERLÍN): SIN INGRESOS EN MENOS DE UNA SEMANA

El pasado 9 de marzo, en Alemania cerraron oficialmente todos los locales de eventos para más de mil personas, incluyendo teatros y clubs. Un hecho provocado por la crisis sanitaria y que afecta al zaragozano Marco Ordovás, residente en Berlín desde el año 2016.

Él es actor y cantante de ópera y ha sido despedido de sus trabajos en varias óperas. «Primero cancelaron todas las funciones hasta el 19 de abril y después todos los ensayos hasta esa fecha. Ahora se está rumoreando que se va a suspender la temporada, por lo que hasta final de agosto no tendría trabajo», comenta.

Al no tener contrato, ya que trabaja por servicio y obra y cada actuación o ensayo es un contrato individual, «me vi sin ningún tipo de ingreso en menos de una semana, aunque como todo lo cobro con un mes de retraso, el problema va a tardar en llegarme hasta mayo. Además canto en los servicios de una sinagoga, los que se han interrumpido indefinidamente. Por suerte, la ópera ha llegado al acuerdo de pagar el 70% de lo que teóricamente íbamos a cobrar hasta el 19 de mayo», explica. También solicitará la ayuda estatal de 5.000 euros que ya están recibiendo varios de sus compañeros.

Marco y su novia comenzaron la cuarentena el 14 de marzo, sin embargo muchos alemanes no tomaron medidas. «Algunos amigos nos dijeron que éramos unos exagerados y se popularizaron las llamadas coronafiestas en casas particulares», apunta. Según el zaragozano, el gobierno simplemente recomendaba no hacerlas, hasta que Merkel dio un discurso en televisión y «eso marcó el antes y después. Merkel nunca había dado un discurso fuera de su anual de Año Nuevo, y dio dos con una semana de diferencia», concluye.