Cada año, miles de estudiantes de toda Europa deciden cursar un año en el extranjero con una beca Erasmus. Ahora, con el estado de alarma y el cierre de las fronteras, muchos han sido los alumnos que han tenido que decidir entre quedarse en el país de destino o regresar a sus casas.

Raquel Arteche decidió cursar un año de su carrera en Lenguas Modernas en la Universidad de Tours, en Francia. Sin embargo, hace unos meses, la estudiante tomó la decisión de dejar el país poco antes de comenzar el estado de alarma: «Cuando la epidemia todavía no se había extendido por Europa, estaba confusa. Poco a poco, al ver las noticias de Italia, los primeros casos en Francia y España y vivir en primera persona la reacción de las autoridades alemanas ante una falsa alarma de coronavirus en el autobús en el que viajaba empecé a darme cuenta de que la situación era seria y de que España, Francia y Europa en general cerrarían las universidades», explica. Por eso, tras muchas dudas decidió volver a casa dejando sus pertenencias en Tours, «porque allí también se iba a decretar el confinamiento y tenía miedo de estar allí sola indefinidamente».

Ya en España, Raquel sigue haciendo «los trabajos y exámenes que los profesores de Francia mandan para validar el semestre», aunque reconoce echar de menos su vida en Francia. En este sentido, comenta cómo está llevando el confinamiento: «Estoy triste por haber tenido que acabar mi Erasmus de esta manera tan dura, pero por suerte el virus no ha afectado a nadie cercano. Lo que me preocupa es ver los comportamientos irresponsables de la gente frente al virus y la incertidumbre de no saber si podré llegar a recuperar mis pertenencias. Lo pasé mal hace un par de semanas, cuando la residencia me dio un tiempo límite para vaciar mi habitación». «Es un estrés no saber cuando vas a poder volver a tu país de Erasmus. Yo vine con lo mínimo, pensaba que esta situación no duraría mucho. Me han cancelado tres vuelos, y no se cuándo podré volver», añade María Francés.

CIERRE DE FRONTERAS

Por otra parte, muchos han sido los alumnos que con el cierre de las fronteras han optado por terminar su intercambio en Zaragoza. Mareli Reta decidió no regresar a México por varias razones: «Sentí que había sacrificado mucho para estar aquí, y que, si todo mejoraba y regresaba a casa, me arrepentiría por no haber sido paciente. Mi papá fue de los que más me alentó a quedarme», aclara. Sin embargo, asegura que las primeras semanas fueron duras: «El contacto con mis seres queridos era esencial a miles de kilómetros de casa. Me vi en la necesidad de buscar algo para mantenerme ocupada y mis vecinos me animaron mucho», relata.

Ahora, reconoce que la situación es mejor, pues ha logrado adaptarse «a este temporal estilo de vida» y aprender de sí misma. Sin embargo, afirma que para sus seres queridos es más complicado: «No solo tienen que cuidarse y cuidar a los suyos, ellos extrañan interactuar con la gente como antes, pero comprenden que es por el bien de todos y han aprovechado para reflexionar y encontrar nuevos pasatiempos».

Valentina Garritano, procedente de Italia, decidió quedarse en Zaragoza, en su caso porque veía más peligroso regresar: «Los viajes sin mascarilla y con tanta gente eran un riesgo elevado». En la actualidad, esta estudiante sigue las clases de la universidad, ve series y habla con sus seres queridos: «Para mis padres la situación es dura. Preferirían que estuviese en casa, pero estuvieron de acuerdo con mi decisión». Y añade: «Mi Erasmus no acabará normalmente, pero me ha enriquecido y permitido conocer este país más allá de las fiestas y de las tapas porque lo he conocido como el país en el que #juntoslovamosaparar», el eslogan español en esta crisis.