Brasil tuvo otra jornada espeluznante con 2.207 muertes por covid-19. El ritmo asusta a buena parte de la sociedad a pesar de la indiferencia del presidente Jair Bolsonaro. Se trata de un promedio de 1.705 decesos cada 24 horas en la última semana y un ritmo de más de mil casos letanes durante los últimos 50 días. Desde el comienzo de la pandemia han perdido la vida 273.124 personas. La cantidad de infectados es hasta ahora de 11.284.269. Es en un contexto de desborde de los hospitales, desesperación colectiva y nuevas restricciones a la movilidad, los Bolsonaro, padre e hijo, volvieron a dar la nota. "Métanse la mascarilla en el culo", bramó el diputado Eduardo Bolsonaro cuando un grupo de periodistas le señaló que su rostro estaba desprotegido. El legislador había viajado a Israel para encontrarse con el primer ministro Benjamin Netanyahu. Durante la misma reunión, un funcionario israelí le tuvo que pedir al ministro de Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, que se coloque un tapabocas antes saludar a su par Gabi Ashkenazi. A pesar de la sintonía política que comparten Netanyahu y el visitante, el anfitrión debió explicarle que el éxito en la campaña de vacunación de su país obedeció a la capacidad preventiva del Gobierno. Todo lo contrario de lo que ocurre en Brasil donde, hasta el momento, se ha inmunizado al 5,8% de su población de más de 210 millones de habitantes.

Por su parte, el jefe de Estado comparó los rigores impuestos por alcaldes y gobernadores estaduales con un "estado de sitio". El capitán retirado ha perdido la compostura desde la reaparición pública de Luiz Inacio Lula da Silva, el pasado miércoles. Además de atacar al ex presidente volvió a la carga contra los defensores de cierto confinamiento. A su criterio, esas acciones demuestran "lo fácil que es imponer una dictadura" en Brasil. "Una pequeña parte de la sociedad puede incluso quedarse en casa más tiempo, pero la gran mayoría no puede. No puede producir nada más, todos sufrirán. Soy el garante de la democracia. Usan el virus para oprimirlo, para quebrar la economía".

Amenazas

Más allá de los arrebatos del presidente, la realidad apremia. En varias ciudades de San Paulo, la región más poderosa de ese país, comienzan a repetirse las situaciones de hospitales sin capacidad para garantizar una cama en la Unidad de Cuidados Intensivos a decenas de casos positivos. En este contexto es que las autoridades paulistas decidieron que a partir del próximo lunes vuelva a regir un plan de rigurosas restricciones, con toque de queda, prohibición de acceso a playas y parques, así como limitaciones para las actividades consideradas no esenciales. La Policía Militar debe salir a la calle para dispersar eventuales aglomeraciones.

Bolsonaro se ha opuesto a estas medidas que recibieron el año pasado el respaldo del Tribunal Supremo. La paralización de las actividades, dijo, está provocando casos de suicidio. "Preveo un problema grave en Brasil" No quiero decir cuáles son estos problemas porque no quiero que digan que estoy fomentando la violencia, pero tendremos serios problemas por delante. Bolsonaro advirtió que las Fuerzas Armadas siguen lo que está sucediendo y recordó a la población que él es el "jefe supremo" de esas instituciones. A lo largo de la pandemia, el presidente respaldó las manifestaciones en Brasilia a favor del cierre del Parlamento y sanciones contra el Tribunal Supremo.

De acuerdo con el escritor Ruy Castro, hasta ahora Bolsonaro solo usó los micrófonos para mentir hasta hoy. "Solo puede hablar en plataformas preparadas, donde cada una de sus palabras provoca un coro de sus seguidores". En un artículo publicado en el diario Folha, Castro consideró que la dirigencia política que rechaza al presidente debe seguir el camino que acaba de iniciar Lula y desafiarlo con hechos, cifras y argumentos. "Cuando a Bolsonaro le empiece a salir espuma por la comisura de la boca es porque solo habrá que enjaularlo".