Pekín, la cosmopolita capital de la segunda economía del mundo, está parcialmente cerrada mientras lidia con el brote de covid-19 surgido en su principal mercado de abastos. Los pequineses han pasado en una semana de la alegre despreocupación a los hábitos de los días más duros de la pandemia mientras el Gobierno se esfuerza en blindar la economía del último embate del coronavirus.

La treintena de nuevos infectados eleva la cuenta a 137 casos relacionados con la lonja de Xinfadi. Son magnitudes manejables en una ciudad de más de 20 millones de habitantes pero las autoridades, comprensiblemente inquietas, han elevado la alarma al segundo nivel en una escala de cuatro e impuesto severas restricciones de movimiento. Más de 1.200 vuelos de salida y entrada a Pekín, el 70% del tráfico aéreo previsto, han sido cancelados en los dos últimos días. Tampoco operan muchos de los trenes y líneas de autobuses transprovinciales y ha sido prohibida la salida de la capital si no media una causa de fuerza mayor. En la memoria persisten los miles de wuhaneses que partieron en enero durante las horas previas al bloqueo y complicaron el control de la pandemia. Algunos casos esporádicos y relacionados con el foco pequinés han sido diagnosticados ya en las provincias de Zhejiang, Sichuan, Hebei, Liaoning, Mongolia Interior y Hubei. Las autoridades de Shanghái, el pulmón económico de China, han impuesto una cuarentena de dos semanas a los pequineses y elevado la capacidad de testeo hasta las 70.000 pruebas diarias en previsión de que les alcance la crisis.

Pekín ha reculado en la desescalada tras casi dos meses sin casos importados. En enero, cuando el miedo atenazaba a todo el país, la actividad económica frenó en seco. Las autoridades no han exigido el cierre de fábricas y negocios pero han vuelto a recomendar el trabajo desde casa y, si no es posible, la llegada escalonada de los empleados. El coronavirus ha atacado Pekín cuando sectores como el turismo y el ocio, devastados por el continuado encierro, ya vislumbraban el final del túnel. La apertura de las salas de cine ha sido retrasada de nuevo.

Vida de reclusión

Liu ha retomado el teletrabajo y suspendido sus clases de salsa. "La empresa nos permitió elegir y no me lo pensé. Es un riesgo excesivo, no sólo en la oficina sino en el metro. Ya me he acostumbrado a la vida de reclusión y a pedir la comida por internet", sostiene por teléfono. El edificio de su empresa, una colmena de oficinas en el céntrico distrito de Dongcheng, fue de los primeros en cerrar tras las vacaciones de Año Nuevo y de los últimos en abrir. "Va a ser un año duro, este no será el último rebrote", vaticina.

Han cerrado sin condiciones los centros educativos, desde guarderías a universidades, forzados a la docencia online. Las limitaciones de aforo han regresado al transporte público, librerías y parques, las barreras de acceso se han levantado de nuevo en los 'hutongs' o barrios históricos y la población vuelve a someterse varias a veces al día a la toma de temperatura. Todos los movimientos, ha aclarado el consistorio, están "estrictamente controlados". Y están rigurosamente prohibidos en los barrios más cercanos a los brotes, etiquetados como áreas de medio y alto riesgo, donde los vecinos esperan en cuarentena domiciliaria la prueba de ácido nucleico. Unas 200.000 personas ya han sido analizadas desde que el brote emergió, según las cuentas oficiales.

El origen del brote

Mientras los políticos embridan el virus, los científicos investigan su origen y rasgos. Las teorías tempranas apuntaron a una tabla de cortar salmón importado y la reacción en cadena no se demoró: las grandes superficies retiraron ese pez rosado de sus estanterías, los restaurantes de sushi perdieron la clientela y China suspendió las importaciones. El paso del tiempo ha desinflado la teoría. Muchos científicos dudan de que el virus sobreviva en alimentos durante días, incluso a la temperatura de congelación. Y no es descartable que ya circulara por el mercado en mayo, un mes antes de los primeros diagnósticos. Lo ha apuntado Gao Fu, director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades. "Es posible que hubiera ya muchos infectados asintomáticos o con síntomas leves en ese mes porque eso explicaría la alta cantidad de virus en el ambiente. Es sólo una sospecha que necesitamos verificar", ha dicho. Los espacios húmedos y oscuros de la lonja habrían facilitado la incubación del patógeno y saltado de ahí a los trabajadores. "Creo que es lo que ocurrió en Pekín", ha añadido.