"Estoy usando una mascarilla porque durante mi reciente viaje a Estados Unidos una de las personas de mi comitiva dio positivo". El presidente brasileño Jair Bolsonaro pasó de mofarse de la pandemia a presentarse públicamente como potencial infectado del coronavirus en cuestión de horas. "En las próximas horas tendremos los resultados míos y de más personas", aseguró en la noche del jueves durante una transmisión en vivo a través de Facebook. El excapitán del Ejército anunció a su vez el desembolso de 5.000 millones de reales (unos 1.000 millones de dólares) para atender las emergencias que se esperan. A su lado, Luiz Henrique Mandetta, el ministro de Salud, asintió congratulado y con el rostro semicubierto.

"En mi opinión, hay mucha fantasía con el tema del coronavirus, que no es todo lo que los principales medios de comunicación propagan o propagan en todo el mundo", había dicho Bolsonaro el miércoles. Sus cambios de opiniones son constantes. En este caso, la causa vino de la mano de su propio secretario de Comunicación, Fabio Wajngarten, quien se infectó en EEUU durante el encuentro con el equipo de Donald Trump.

Ante la nueva realidad, Bolsonaro llamó a "evitar grandes concentraciones populares" porque "jamás podemos colocar en riesgo la salud de nuestra gente". Según el presidente, si hubiera una "explosión" de infecciones, los hospitales "no podrían atender a tanta gente". Su pedido tuvo un inmediato efecto político. El 15 de marzo debía realizarse una manifestación en apoyo del Gobierno de ultraderecha y a favor del cierre del Congreso por su reticencia a ciertas reformas económicas propuestas por el Ejecutivo. Algunos de los principales organizadores del acto se hicieron de inmediato eco del pedido del mandatario. "El momento es ahora de unión y responsabilidad", dijo Marcos Bellizia, sugiriendo la cancelación del evento.

Críticas por la política errática

Brasil registra hasta el momento cerca de 80 casos confirmados de coronavirus, la mayoría de ellos en el estado de Sao Paulo, el más poblado e industrializado del país, e investiga otros 1.500 considerados como sospechosos. A pesar de colocarse la mascarilla y saludado el aumento presupuestario, el ministro Mandetta cree que el gigante sudamericano está lejos de las amenazas existentes en la UE y China. Por lo demás, añadió, se trata de "un virus como cualquier otro". El gobernador del estado paulista, João Doria, consideró por su parte de que no existe razón para el pánico ni medidas extermas. "En este momento, no hay recomendación de cancelar eventos públicos, independientemente de la cantidad de personas".

La errática política de las autoridades nacionales y estaduales frente al COVID-19 es objeto de numerosas críticas. Antes de que Bolsonaro se colocara la mascarilla frente a una cámara, el ministro de Educación, Abraham Weintraub, había considerado la existencia del coronavirus una suerte de castigo divino que afectaría a los opositores del Gobierno. "El Señor nuestro Dios los destruirá", proclamó.Un día más tarde, la OMS declaraba la pandemia.

"La estupidez impune en el Gobierno Federal y en los alrededores de Bolsonaro es tal que estas personas están recibiendo una lección moral incluso de un microorganismo. Sí, es irónico. Esos seres insidiosos, hasta donde puede llegar la ciencia, son amorales y agnósticos. Wajngarten, quien lidera la guerra que Bolsonaro decidió luchar contra la prensa, regresó de Miami con el COVID-19. Por lo tanto, el presidente está bajo observación, todos los que formaron parte de la delegación y, bueno, incluso Donald Trump", señaló Reinaldo Azevedo, columnista del diario Folha. A su criterio, el Gobierno "jugó con el peligro" convencido que el virus "solo atacaría a los malvados" porque era una fantasía de los principales medios de comunicación.

El excapitán ya no se ríe de la extraña gripe. "Pedimos a Dios que ese problema se disipe pronto en el país y volvamos a la normalidad", imploró frente a su audiencia virtual.