Por el boato y la desfachatez con la que se inauguró en 2011 (obispo incluido) pero también porque tardó cuatro años en ver su primer aterrizaje, el de Castellón fue el emblema de los aeropuertos sin aviones y aunque ahora la crisis del coronavirus está a punto de hacerle colgar el cartel de completo como 'parking' de aeronaves, se trata de un amargo llenazo porque llega en su mejor momento.

Los efectos de la pandemia han dejado en tierra a casi toda la flota mundial y han obligado a las compañías a buscar dónde guardar sus aviones y Castellón, con tarifas más competitivas que las de la red de AENA, en la que no está integrado, se ha destapado como una buena opción.

Por ejemplo, para un avión de más de diez toneladas, en Castellón se multiplica por 0,63 euros su peso máximo al despegue y por treinta días para tener el precio de un abono de 'parking' mensual. En la red secundaria de AENA se multiplica por 0,83 para las compañías que tienen contrato con el aeropuerto elegido y por 1,24, casi el doble, si no lo hay. El precio en los aeropuertos principales es aún mucho mayor.

Por eso, ya hay aparcados en Castellón dieciocho aviones, la mayoría de Air Nostrum pero también de otras compañías como Alba Star, que se suman a los nueve que tiene la empresa británica E-Cube Solution, especialista en guardar, mantener y desguazar aviones y a la que tiene cedido un espacio. En total, el otrora aeropuerto desierto acoge ahora a 27 aviones, lo que le ha llevado a pedir un permiso especial a la Agencia Española de Seguridad Aérea para poder aumentar su capacidad.

Aeropuertos infinitamente más grandes como Barajas o El Prat tienen estos días un centenar de ellos, explican fuentes del sector, y, aunque se trata de aviones muchos más grandes, la proporción hace brillar las cifras castellonenses.

Desde el aeródromo AEROCAS recalcan que su negocio es otro y que por fin, antes de la crisis sanitaria, estaba empezando a irles bien. Cerraron el ejercicio 2019 con 125.448 pasajeros, un 7% más que en el 2018, y una cifra que le situaba por encima de quince aeropuertos de AENA.

El 2020 había comenzado mejor aún. Con cuatro rutas estables, estaba a punto de estrenar dos destinos nuevos. La idea era acabar el ejercicio con cerca de 170.000 pasajeros pero todo eso se ha ido ahora al traste. Ante este panorama, el jueves se empezó a tramitar la construcción de dos hangares de mantenimiento.

Mal despegue

"Hay quien dice que estamos locos por inaugurar un aeropuerto sin aviones. No han entendido nada. Durante mes y medio cualquier ciudadano podrá visitar esta terminal o caminar por las pistas de aterrizaje", dijo ufano el expresidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, en su presentación hace ya nueve años.

Al final fueron cuatro años los que hubo que esperar para ver aparecer un avión por allí pese a que la instalación había costado 150 millones. Fue gracias a un acuerdo con la canadiense SNC Lavalin, que se quedó con su explotación para dos décadas con la posibilidad de recibir en la primera hasta 24,5 millones públicos.

Finalmente este noviembre, tras haberse pagado 21,6 de esos millones, el contrato se rescindió y la gestión pasó a manos de la Generalitat valenciana. Ahora mismo, además del servicio de pasajeros y del acuerdo con la empresa E-Cube y otra similar, hay tres escuelas de pilotos.

Teruel es el referente

Pero si hay en España un referente como 'parking' de aviones es el aeropuerto de Teruel, porque nació hace siete años para eso y para algo mucho más importante como es el mantenimiento, e incluso el desguace.

De propiedad pública, está operado por TARMAC, filial de Airbus, y antes de que estallara esta crisis acogía a 78 aviones y desde entonces han llegado diez más, ya son 88 y la previsión es que lleguen más. Se trata en general de aviones muchos más grandes que los que puede haber en Castelló. De hecho, Lufthansa anunció la semana pasada que enviaría otros catorce A340 que se unirán a los tres que ya tiene allí.

Con perspectivas muy complicadas para este verano, varias compañías han admitido que se plantean la posibilidad de buscar fuera de los aeropuertos convencionales lugares donde tener sus aviones a la espera de que el tráfico aéreo se reabra aunque habrá aviones, aquellos cuyo ciclo de vida estaba en su recta final, que ya no vuelvan a despegar.