Desde el momento en el que el coronavirus pasó de ser un problema lejano para convertirse en una alarma local, las autoridades no se han cansado de contar que hay que proteger a los mayores, que son los más vulnerables frente a la enfermedad. La orden fue rápidamente acatada por la sociedad, pero se dio un inconveniente: la falta de medios. Y un reparo: ¿y las personas dependientes? ¿cómo asegurarse de que están protegidas en sus residencias o en sus casas?

Paquita Morata es la presidenta de Arade, la Asociación Aragonesa de Dependencia. Esta organización participa en la gestión de más de 80 centros y presta servicios de ayuda a domicilio, teleasistencia, residencias para mayores y centros de día (estos últimos están cerrados desde el decreto de alarma). Morata, a pesar de que el Gobierno de España anunció ayer que atenderá las demandas de las residencias, sigue reclamando más medios para sus trabajadores, ya que no cuentan con dispositivos de seguridad suficientes.

“Nos da miedo lo que está ocurriendo en otras comunidades -asegura Morata-. Nos han dado pautas contradictorias desde el primer momento. Primero no pasaba nada y las visitas podían seguir. Y ahora tenemos a las personas aisladas en las residencias pero nuestro personal no cuenta con el material necesario”. Morata pide que el Gobierno (el autonómico o el central) les proporcione mascarillas, guantes y test suficientes para los trabajadores y los internos, ya que los cuidadores siguen saliendo y entrando de las residencias y Morata teme que así puedan darse casos de contagio.

Paquita Morata cuenta que los mayores que residen en sus centros siguen tranquilos, ya que su rutina por el momento no ha cambiado. “Tomamos más precauciones, eso sí. Y también es verdad que a algunos les afecta mucho que su familia no pueda venir a verlos”, dice. Se muerta muy orgullosa de la plantilla de sus centros, “profesionales a la altura de las circunstancias”, les llama, “que siguen yendo a trabajar a pesar del miedo y de la responsabilidad” tan grande que tienen. “Gracias a Dios en Aragón ha habido pocos centros afectados, esperemos que sigamos así, pero para eso hay que poner medios”, concluye Morata.

Desde Plena Inclusión Aragón muestran las mismas preocupaciones, a pesar de que las personas a las que atienden no son del mismo perfil. El presidente de esta organización, Santiago Villanueva, pide también que sus residentes y el personal que trabaja con ellos tengan acceso a material de protección y a pruebas diagnósticas del covid-19 como medida de prevención en sus centros. “Si bien la discapacidad intelectual no es en sí misma un factor de riesgo ante el coronavirus, y no se puede generalizar, un número muy importante de personas con este tipo de discapacidad presentan además otras patologías de base añadidas, como diabetes o alteraciones cardiacas”, reza una nota de la federación.

Por esta razón, piden que los ciudadores sean considerados trabajadores de nivel 1, lo que los equipararía a los sanitarios, para que se les haga una prueba en cuanto presenten síntomas. Así, se asegurará “la salud de las personas que están sobre el terreno”, lo que impedirá que se quiebre “la cadena de cuidados”.

Irene Arroyas es la directora de la residencia Estrella que Atadi tiene en Teruel. En sus instalaciones conviven 20 personas con discapacidad intelectual y otras cuatro en un piso tutelado. Cuenta que los cuidadores solo tienen guantes (que tenía el centro antes de la pandemia) y 50 mascarillas que les ha donado una residencia de ancianos. El tipo de cuidados que realizan muchas veces conlleva un trato muy cercano y personal, por lo que los riesgos de contagio “existen”. Pero el problema también es otro, y es que a muchas de las personas que atienden les cuesta entender que no podrán salir de su centro durante algunos días. “Se lo explicamos con talleres y con lectura fácil, pero no todos lo comprenden. Es importante tratar el tema con naturalidad y tenerles tranquilos en todo momento”, explica Arroyas.

En el centro, además, se han puesto a confeccionar mascarillas para disponer de este material cuando les sea necesario. La psicóloga del centro también les atiende con “esmero” para asegurar que a ninguno le puede la situación. Pero no a todas las personas con discapacidad intelectual el coronavirus les ha pillado en una residencia. La mayoría están en sus casas, y eso también les genera estrés. Víctor Puch es cuidador de Plena Inclusión, y además tiene un hermano con “un trastorno que le provoca que se obsesione con el tema, ya que lo está escuchando todo el rato en la televisión y los medios”. Su hermano, Alejandro, entiende perfectamente la situación, pero está “regular”. “Solo se puede salir de casa para comprar y con mascarilla. Para pasar el tiempo estudio historia, inglés o hago ejercicios relajantes”, cuenta.

Víctor, que ahora no puede desempeñar su labor, opina que la situación no es sostenible en el corto plazo por las “necesidades” específicas de estas personas. “Muchas de las personas a las que atiendo son adolescentes, y estar encerrados en sus casas 24 horas con sus padres no les hace bien. Necesitan hablar con más gente”, cuenta Puch.

Por este tipo de necesidades es precisamente por lo que Plena Inclusión ha distribuido entre sus asociados un panfleto explicativo sobre los “paseos terapéuticos”. El confinamiento puede causar en estas personas un estrés importante, por lo que es bueno que salgan de casa para evitar conductas “que impliquen un riesgo para su salud y para la seguridad de los que conviven con ellas”. El Real Decreto ampara estos paseos, dice la organización, aunque avisan de que es preferible avisar a la Policía Local o a la Guardia Civil antes de realizarlos. Además, en caso de ser multados, desde Plena Inclusión piden que las familias se pongan en contacto con ellos y recomiendan siempre llevar consigo los certificados de discapacidad cuando se realicen estas salidas.