La salida entre aplausos de los últimos 18 pacientes sugiere que el virus se bate en retirada apenas dos meses después de que China le declarase la guerra. En Wuhan, escenario de las batallas más cruentas, han cerrado ya 11 de los 18 hospitales construidos a la carrera el mes pasado, algunos habilitados en colegios y otros levantados en solares. Los pacientes en el país se han reducido a un tercio en dos semanas, de los 58.000 a los 19.000, y una veintena de provincias han levantado en los últimos días el máximo nivel de alerta.

China aún monopoliza el 85% de los contagios globales pero hace ya dos semanas que suma menos casos que el resto del mundo. En el gigante asiático han caído de 2.000 diarios a menos de un centenar en tres semanas. Los 40 casos del lunes son la cifra menor desde enero y se concentran en Wuhan, mientras las infecciones en el resto del país son mínimas y siempre importadas por viajeros. Antes de mayo el virus habrá sido vencido, pronostican algunos expertos chinos.

Contención

“Han hecho un buen trabajo. Consiguieron contener la propagación muy rápido y esa es una buena noticia para China y para el mundo porque ya no están exportando contagios. Es necesario que entren varios casos en un país para desatar una epidemia, no basta con uno o dos”, señala Gerardo Chowell, profesor de Epidemiología y Bioestadística de la Universidad del estado de Georgia (Atlanta). El informe de la Organización Mundial de la Salud, publicado después de que 13 expertos internacionales visitaran los principales focos de la epidemia, roza el panegírico: “China ha ejecutado probablemente el esfuerzo de contención de enfermedad más ágil, agresivo y ambicioso de la Historia”, añade.

La evolución de la epidemia en China envía un mensaje diáfano al mundo: la victoria exige sacrificios. Más de 60 millones de personas en la provincia de Hubei continúan en una cuarentena desquiciante que ha generado cuadros de ansiedad, estrés o insomnio. La población en Pekín, Shanghái y otras macrourbes solo sale para lo imprescindible y cumple las directrices con un acentuado sentido de responsabilidad que sobrevuela cualquier incomodidad.

En los medios oficiales convergen la satisfacción por haber dejado atrás lo peor y las alertas contra el triunfalismo apresurado. El Gobierno ya ha sugerido que la cuarentena sobre Hubei será aligerada en breve. El presidente, Xi Jinping, coló en un discurso reciente la lucha contra la pobreza después de que el coronavirus hubiera monopolizado su agenda desde enero.

La inquietud llega ahora del inminente flujo hacia la pudiente costa oriental de los millones de emigrantes laborales que habían quedado atrapados en las provincias rurales del interior en las vacaciones de Año Nuevo. Y también se mira con aprensión a los viajeros llegados de zonas donde la epidemia cabalga sin bridas. Es el corolario del éxito que Pekín se blinde ahora de los países que semanas atrás suspendieron sus vuelos con China.