Soldados chinos e indios se pegaron dos semanas atrás con piedras, barras de metal y maderos claveteados en un fronterizo valle del Himalaya. Aquella concesión artesanal de dos potencias nucleares le costó 20 bajas a la India y entre 12 y 40 a China. Fue el choque más fragoroso en medio siglo en una sinuosa frontera de 3.500 kilómetros con numerosas franjas discutidas. La batalla fue el colofón a 40 días de provocaciones mutuas e inició un insensato intercambio diplomático de los dos ultranacionalistas gobiernos. Pekín recordó su victoria en la guerra de 1962 y amenazó con reclutar a Pakistán y Nepal para su causa mientras Delhi alentaba el boicoteo de productos chinos y censuraba sus aplicaciones de móvil. Sólo en los últimos días han arreciado las llamadas al diálogo.

Es un imprevisto para China: debería de disfrutar estos días de las alabanzas por su eficaz lucha contra el coronavirus y sus envíos de material médico al mundo, en contraste con la calamitosa gestión y el acaparamiento de vacunas estadounidense, pero el amontonamiento de conflictos agudiza la desconfianza. Un país que suma escasas décadas abierta al mundo se pelea estas semanas en tres continentes por variadísimas razones.

¿Nacen los conflictos en una actitud china más asertiva y desacomplejada?¿O en la coincidencia temporal de rebrotes de cuestiones regionales enquistadas y en la confrontación de Washington y sus aliados anglosajones para embridar su auge? "Son dos formas de verlo y probablemente la verdad está a medio camino. Hay un dicho chino que asegura que, si uno ha recorrido 90 pasos de un camino de cien, le queda la mitad", recuerda Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China. "La etapa que le queda a China es la más complicada. Estos episodios van a ir en aumento en los próximos años y con situaciones muy arriesgadas en los siguientes meses", vaticina.

Pulso con Japón

Sufren de nuevo las relaciones con Japón, tras el deshielo pactado en 2018, por culpa de las islas Senkaku/Diaoyu, un conjunto rocoso que se discute más por orgullo nacional que por sus supuestos yacimientos. La tensión regresó tras un reciente cambio administrativo, aparentemente inocuo, pero que añadía el recordatorio de que las islas son japonesas. En los últimos días se solapan las denuncias desde Tokyo de las miles de incursiones de barcos chinos en las aguas en disputa con los ajados mapas en la prensa de Pekín que apuntalan sus reclamaciones. No es un conflicto menor entre dos potencias con heridas sin cicatrizar por el pasado imperialista nipón. Tokyo ha aclarado esta semana que las islas y la ley de Seguridad Nacional para Hong Kong ponen en peligro la planeada visita del presidente, Xi Jinping.

Esa ley también ha enfrentado a Pekín con Londres por las cruzadas denuncias de romper los acuerdos de devolución: asegura la segunda que vulnera la autonomía pactada y contrapone la primera los millones de pasaportes ofrecidos a hongkoneses y la mohosa nostalgia colonialista. Australia aprobó el mes pasado un sustancioso incremento en Defensa que su primer ministro, Scott Morrison, justificó en "las nuevas dinámicas" que habían alterado el benigno clima de seguridad. No hizo falta que mencionara a China.

Canadá ha acusado a Pekín de tomar como rehenes a los dos nacionales encarcelados durante más de un año por cargos de espionaje. Ottawa es la víctima colateral de la guerra entre Pekín y Washington que, entre otras medidas, motivó la detención en Canadá de Meng Wanzhou, la heredera de Huawei, a petición de Estados Unidos. Difiere el confinamiento, con los canadienses encarcelados e incomunicados mientras Meng espera en su mansión, pero comparten el uso torticero de la justicia, con insinuaciones de Washington y Pekín de que los procesos terminarán si se aceita la política.

La asertividad pequinesa se muestra sin bridas en el Mar del Sur de China, donde confluyen sus reclamaciones con las de Malasia, Filipinas, Taiwán y Vietnam. China ha levantado islas artificiales en aguas disputadas, atosigado a barcos ajenos y desoído las sentencias internacionales. La ASEAN, la organización del sudeste asiático, jubiló en su última reunión las declaraciones anodinas para apuntar a las convenciones marítimas de la ONU, y no las negociaciones bilaterales, como vía de solución de los conflictos.

"Es un frente importante para China porque no ha resuelto las dudas de los países de la zona y podría afectar a su proyecto de integración económica. La diplomacia debería implicarse más porque los hechos consumados son una mala política y han generado un ambiente hostil", señala Ríos. Mao se escondió del mundo, Deng Xiaoping se abrió a él y Xi Jinping pretende la lógica traducción de su poderío económico en geopolítico. No se discute su sana implicación en cuestiones globales como el medioambiente o el librecomercio, subrayada por la dejación de funciones estadounidense, pero su imagen dependerá del tacto con el que gestione la retahíla de viejos y nuevos pleitos.