El Covid-19 está ya presente en prácticamente todos los países del mundo. Además, viene acompañado de una sensación de que lo peor todavía está por llegar. A medida que el número de casos en contextos frágiles comienza a aumentar vamos viendo el impacto que la pandemia tendrá en los niños y las niñas más vulnerables alrededor del mundo.

Si bien el coronavirus hasta ahora ha afectado en menor medida a niños y niñas, sí puede diezmar sus vidas de forma significativa. Las medidas de "distanciamiento físico", cada vez más requeridas para contener el virus, suponen que los padres y las madres no puedan trabajar ya que los “negocios de siempre” se están deteniendo rápidamente en todo el mundo. Asimismo, cientos de miles de escuelas e institutos han tenido que cerrar. Millones de niños que viven en comunidades vulnerables en países de todo el mundo sufrirán los efectos económicos y sociales de gran alcance de las medidas necesarias para contener la pandemia. Para evitar daños duraderos, debemos actuar ahora: aumentar rápidamente el apoyo a los niños y las niñas cuyos ingresos familiares son inestables y proporcionar la protección social que necesitan con urgencia.

Cuando las familias que ya dependen de trabajos ocasionales, mal pagados o inestables pierden sus empleos o se ven obligadas a aislarse debido al brote de Covid-19, tienen poco a lo que recurrir. Cuentan con escasos ahorros y muchas deudas, y no pueden darse el lujo de almacenar alimentos y otras necesidades. Un cese de ingresos puede tener consecuencias devastadoras. Para las familias en situación de pobreza, el trabajo perdido se relaciona directamente con los alimentos que dejarán de poder comer, hecho que dificulta el cumplimiento de los consejos gubernamentales y sanitarios.

Muchos niños y niñas de todo el mundo, incluidos los desplazados por conflictos armados, viven en condiciones vulnerables, incluso en campamentos, asentamientos informales y en las calles. Además, algunos de ellos tendrán que ocuparse de sus hermanos o hermanas pequeños u otros familiares, o también se verán en la necesidad de trabajar para aumentar los ingresos familiares. Otros muchos no podrán aislarse o distanciarse de los demás ni cumplir con las medidas básicas de higiene, incluido el mero hecho de lavarse las manos. En muchos países donde no hay atención médica universal, los más pobres tampoco pueden pagar las pruebas o evaluaciones médicas, y mucho menos el tratamiento.

La UNESCO ha dado a conocer que 130 países ya han implementado cierres de sus escuelas en la totalidad de su territorio, viéndose afectados 1.400 millones de niños y niñas. La educación no es lo único que se resiente, sino su estado de salud y nutrición. Su alimentación depende de la comida que reciben en el colegio y eso ahora les está faltando sin la posibilidad de suplirlo en casa.

Lamentablemente, algunas casas no siempre son un refugio seguro, particularmente en tiempos de estrés financiero. Para los niños y las niñas que sufren maltrato, abuso sexual o violencia de género quedarse en casa puede ser un riesgo en sí mismo. Las niñas son especialmente vulnerables y sabemos que cuando los servicios normales de apoyo no están disponibles corren un mayor riesgo de embarazos no deseados y matrimonios prematuros o forzados. Quienes trabajamos en la crisis del ébola en África occidental y central vimos de primera mano cómo la cuarentena aumentó el riesgo de explotación y abuso entre los niños y niñas más pobres, especialmente las adolescentes, y lo difícil que tuvieron regresar a la escuela cuando la crisis terminó.

Los hogares más pobres, incluidos aquellos repentinamente empobrecidos por esta crisis global, necesitarán apoyo para sobrevivir a este shock y garantizar que sus familiares más vulnerables, niños, niñas, personas con discapacidad o personas mayores, estén protegidos. Necesitan desesperadamente recursos económicos y lo necesitan ya.

Esta es la razón por la cual los gobiernos necesitan urgentemente ampliar las medidas económicas que palíen los efectos de esta situación. Muchos países ya han tomado medidas para hacer frente a este enorme desafío. Esta es una crisis global y requiere esfuerzos de respuesta nacionales e internacionales sin precedentes para detener la propagación del virus, y su consecuente devastación, en todas partes. Existe la necesidad de una ampliación masiva y rápida de medidas, expandiendo las estructuras existentes donde sea práctico y agregando otros nuevos horizontes. Por supuesto, se necesitan controles y equilibrios para proteger a los más vulnerables, gestionar los riesgos y garantizar que los mercados funcionen.

En los estados frágiles y afectados por conflictos o en los países con sistemas menos desarrollados, las ONG, las Naciones Unidas y los donantes tienen un papel importante para apoyar los esfuerzos para garantizar la protección de las familias más vulnerables y en riesgo de exclusión.

Las lecciones de esta crisis serán muchas y de largo alcance. Los gobiernos están aprendiendo rápidamente el valor de contar con sistemas de protección social inclusivos y que tengan cierta capacidad de flexibilidad en tiempos de crisis. Los sistemas fuertes que responden a los golpes asegurarán que cuando llegue otra crisis, ya sea otro virus, una recesión económica o una catástrofe relacionada con el clima, los países puedan responder de manera eficiente y efectiva para salvaguardar a los más vulnerables de la sociedad, incluidos los niños y las niñas.