Las Cortes de Aragón han aprobado una proposición no de ley por la que instan al Gobierno autonómico a que contemple aplicar una serie de actuaciones destinadas a paliar la situación de soledad de los enfermos de covid-19 que se encuentran en los hospitales. Entre ellas destaca una: permitir el acceso de un familiar o ser querido para que pueda acompañar a enfermos en situación crítica «para evitar que pase los momentos finales de su vida en soledad», expone el texto.

La propuesta solicita extender al resto de centros, «en la medida que sus instalaciones lo permitan», procedimientos similares a los que se han puesto en marcha en el hospital Miguel Servet de Zaragoza de atención y acompañamiento a familiares de pacientes de covid-19. «Cuando empezó todo esto nos vimos arrollados por un tsunami e hicimos lo que pudimos. Fueron momentos muy duros, con continua presencia de coches fúnebres las primeras semanas», recuerda Ana Vecino, jefa de Atención al usuario del Miguel Servet.

La irrupción de la pandemia provocó que ese plan de acompañamiento inicial solo pudiera prolongarse durante quince minutos en las primeras semanas. Una vez que la situación fue mejorando, los familiares han ido despidiéndose de sus allegados en mejores condiciones. «Es muy duro recibir una llamada y no poder despedirte de un ser querido y solo esperar a que te entreguen sus cenizas. Y eso pasó durante muchos días en los que solo había un silencio atronador», relata Vecino, al frente de un servicio encargado, entre otras muchas cosas, de guardar los objetos personales de los fallecidos hasta que son recogidos por los familiares. «Hay personas que no han podido venir a despedirse de su padre o de su madre por encontrarse también enfermas o al cuidado de otro y eso es muy duro», afirma la responsable de Atención al usuario de un centro que no es el único que lleva a cabo este plan de acompañamiento pero que se ha erigido en referencia en esta delicada faceta. «Aquí hay un equipo enorme que lo da todo. Estamos al servicio de la gente y nuestro único objetivo es ayudar y garantizar la seguridad de los familiares en los acompañamientos, dotándoles de los equipos de protección necesarios».

Pero, a pesar de la ingente dosis de dolor acumulado, también ha habido buenos momentos. De hecho, Vecino se abraza a estos recuerdos para valorar el valor esencial de la compañía de un ser querido para el enfermo que acumula días en soledad. «Recuerdo una señora a la que los profesionales de la unidad le dieron la sorpresa de que su marido la esperara en su habitación cuando fue subida a planta tras muchos días en la uci. Primero le dijo que no se acercara para no contagiarlo a pesar de que ya había dado negativo, pero luego sus rostros fueron la alegría personificada».

O aquella vez en la que una tablet rescató el contacto entre un enfermo y su familia tras 40 días en la uci. «Son cosas que jamás vamos a olvidar de un virus del que, por cierto, empezamos a conocer su dimensión real», indica.