Regina Stukes ha conseguido finalmente una cita para vacunarse del Covid-19, después de ocho intentos fallidos por internet y teléfono. Nadie le dio fecha antes del 26 de abril hasta que el viernes decidió presentarse en las colas del estadio de los Yankees en el Bronx, uno de los grandes centros de vacunación habilitados en el país. "Yo no quería la vacuna", confiesa esta afroamericana de 63 años en una conversación telefónica. "La medicina no nos ha tratado bien a los negros y los latinos, y la vacuna se ha desarrollado tan rápido que me daba miedo". Su familia acabó de convencerla. Su marido es un trabajador esencial y fue el primero en inoculase ante los riesgos que enfrenta cada día. Al final decidimos que lo haríamos juntos, apostilla. Tiene cita el 11 de febrero.

La desconfianza hacia el sistema sanitario entre las comunidades de color es uno de los motivos que explican las disparidades raciales que están marcando la campaña de vacunación en Estados Unidos. Una campaña que va bastante más lenta de lo que prometieron las autoridades. Casi dos meses después de su inicio, solo el 2% de la población ha completado las dos dosis, mientras un 8% ha recibido la primera inyección, según datos de los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC). Por el momento solo están disponibles las vacunas de Pfizer y Moderna, aunque la de Johnson & Johnson ya ha solicitado su aprobación de emergencia y podría estar lista antes de que acabe el mes.

Elevada mortalidad entre las minorías de color

Las disparidades raciales generan preocupación porque los afroamericanos, los latinos y los nativo-americanos están muriendo a un ritmo casi tres veces superior que sus compatriotas blancos, según datos del CDC. Entre otras cosas porque están sobrerrepresentados entre los trabajadores de primera línea que han mantenido a flote los servicios esenciales. Y aunque tienen mayores riesgos de contraer o transmitir el covid-19, se están vacunando bastante menos que la mayoría blanca. Si bien los datos disponibles son incompletos, de los 34 millones de vacunas administradas hasta ahora, el 60% ha ido para la población blanca, un porcentaje similar a su peso demográfico, mientras solo el 5% ha ido para los negros, que son el 13% de la población. En el caso de los latinos la diferencia es un poco menor.

Hay que tener en cuenta que la vacuna solo está disponible en estos momentos para la población de alto riesgo (sanitarios, mayores de 65 años y trabajadores de primera línea), de modo que es pronto para sacar conclusiones categóricas, afirma el catedrático en salud pública Thomas LaVeist, copresidente de la comisión formada en Luisiana para velar por la equidad en el tratamiento del covid-19. No hay tantas disparidades como parece, pero aun así existen y son un problema.

Acceso a la Sanidad

Parte de la explicación reside en factores estructurales relacionados con el acceso a la Sanidad. Este país sigue estando dramáticamente segregado y en muchos barrios de color es difícil encontrar clínicas, farmacias u hospitales, lo que dificulta que mucha gente se pueda vacunar. Es el ejemplo clásico del racismo estructural, afirma LaVeist. Pero hay también barreras tecnológicas que se ceban con la población más pobre porque generalmente las citas deben tramitarse por internet y tiende a ser más complicado gestionarlo desde un teléfono móvil que desde un ordenador en con banda ancha. En este sentido, no es tanto una cuestión racial como económica, por más lamentable que sea, asegura el pediatra de la Universidad de Tulane, Richard Oberhelman.

En Luisiana, donde trabajan Oberhelman y LaVeist, se han puesto en marcha campañas para vacunar a la población con menos ingresos y a los sintecho. Pero queda camino por recorrer. Los afroamericanos son el 30% de la población del estado y solo un 10% de los vacunados. Pero más allá de las trabas estructurales, hay un factor más emocional en la ecuación, que tiene que ver con la desconfianza hacia el sistema sanitario, derivada de la convulsa historia racial del país.

Escepticismo hacia el sistema sanitario

Una encuesta reciente del Pew Center sostiene que un 63% de los latinos y un 61% de los blancos tienen intención de vacunarse, un porcentaje que cae hasta el 42% entre los afroamericanos. Queremos que la gente se fíe del sistema sanitario cuando este sistema no siempre se ha ganado la confianza de las minorías de color, dice la directora del Centro para las Disparidades Sanitarias de la Universidad de Las Vegas, Melva Thompson-Robinson.

La historia está salpicada de atropellos. Desde los experimentos ginecológicos sin anestesia con esclavas negras del padre de la ginecología, J. Marion Sims, al llamado estudio de Tuskegee. Hasta 1974, y durante 40 años, cientos de hombre negros fueron utilizados como conejillos de indias por el Gobierno federal para investigar el tratamiento de la sífilis, un Gobierno que les negó la administración de penicilina desde su descubrimiento a mediados de siglo para ver cómo evolucionaba la enfermedad sin ella.

Cosas semejantes siguen sucediendo hoy en un sistema sanitario que trata a la gente de forma diferente en función del color de su piel, afirma Thompson-Robinson. Un dato sirve para ilustrarlo. Las mujeres negras tienen casi tres veces más de probabilidades de morir durante el parto que las mujeres blancas.