El Tubo zaragozano pasaba ayer una importante prueba de fuego tras el episodio de hace una semana en la que la zona recibió el regreso a la nueva normalidad con una importante aglomeración de gente en sus estrechas calles. Ayer se ponía en marcha el dispositivo especial en el que la Policía Nacional y Local se ocupaba de vigilar que no se repitiera. Y no solo consiguió que la noche se desarrollara «con normalidad y pocos casos puntuales» de desobediencia a las normas sanitarias, también que se apreciara un notable descenso de la afluencia hasta el punto de que algunos de los establecimientos ya desmontaban 20 minutos antes de la hora límite para todos, la 1.00 horas de la madrugada.

La presencia policial no solo ataja los incumplimientos que se producen en cuanto al distanciamiento social o el uso de mascarillas, también desincentiva el consumo que, en muchos casos, va asociado a un ocio juvenil que actualmente está en horas bajas. El día que el ayuntamiento de la capital aprobaba una nueva ordenanza contra el botellón, tampoco los espacios habituales para ello recibieron visitantes, pero tomarse unas copas ayer en El Tubo iba acompañado de ese grupo de agentes desplegados en la zona que se dedicaron «a informar» más que a multar, destacaban algunos de ellos en declaraciones a este diario.

Nuevos equipamientos

«La noche se está desarrollando con normalidad y sobre todo estamos actuando a título informativo, explicando a la gente la obligación de cumplir con las normas de distanciamiento y el uso de mascarillas. Salvo en contadas excepciones, no ha habido ningún problema», relataban los agentes. No obstante, desde la Policía Nacional, fuentes oficiales informaron ayer de que la noche finalizó con «varias actas» de infracciones cometidas «por no llevar la mascarilla, no respetar esa distancia social, por consumo o tenencia de sustancias estupefacientes o por incumplir el horario de cierre de los establecimientos». Estas no se referían solo a la zona del Tubo, vigilada con más agentes tras lo ocurrido la semana anterior, sino también de los diferentes enclaves habituales del ocio nocturno en la capital aragonesa, casi todos en el centro de la ciudad.

Mientras, algunos de los clientes que sí acudieron la noche del viernes al Tubo recelaban de esa vigilancia, con agentes revisando de cerca las terrazas e incluso realizando grabaciones de vídeo que siempre incomodaban a los visitantes de esa zona de bares. Ver una decena de policías locales y nacionales alrededor de la terraza de la plaza España no es una estampa habitual, aunque puede que ahora empiece a serlo. Mientras, en el interior del Tubo, las calles registraban una afluencia escasa en comparación con la que se registraba antes del coronavirus y eso al final hace mella en los establecimientos.

Y el gremio de hosteleros, desde los bares a los responsables de los establecimientos de ocio nocturno, se vio «abrumado» por la «masiva» presencia policial. «Creemos que el despliegue, francamente, ha sido un poco excesivo», manifestó Patxi Cano, dueño de Rock&Blues, en el Tubo.

En el fondo, lo que agobia a los hosteleros es que las autoridades sanitarias los consideren el foco principal de la pandemia. «Estamos cansados de ser el centro de todo esto», se quejó Cano, que destacó que «pocos locales abrieron».

Lo peor de todo, continuó, es que el sector de la restauración, las copas y la vida nocturna «viene de seis meses de inactividad y ahora nos toca además ser los vigilantes de los clientes», en referencia a que los agentes les recordaron su obligación de informar a los parroquianos de las normas de seguridad.

«La situación está muy mal», subrayó Teresa Blasco, de Casa Pascualillo, también en el Tubo zaragozano. «Aquí muchos no tenemos terraza y con esta serie de medidas en el interior lo que hacen es poner más cortapisas a nuestros negocios», añadió.

«Lo cierto es que la Policía llegó en un plan bastante agresivo, avisando de que si cerrábamos tarde la próxima vez serían 3.000 euros de multa», explicó Jorge Escalante, de Distrito México. «Entiendo que los agentes deben informarnos, pero no me gustaron sus formas, con una actitud que no era en absoluto cordial», añadió el hostelero.