Anarquía en las calles de Israel. Contraria a las restricciones del confinamiento, la comunidad ultraortodoxa del país ha sido protagonista de enfrentamientos violentos con la policía durante este fin de semana. Mientras los contagios por coronavirus siguen aumentando, los judíos ultraortodoxos defienden la apertura de sus centros educativos desafiando las medidas impuestas por el gobierno. Netanyahu se muestra incapaz de condenar con contundencia la rebeldía de este sector de la sociedad israelí por su dependencia de los partidos ultraortodoxos para mantenerse en el poder.

Las llamas han engullido un autobús público en Bnei Brak, una ciudad a las afueras de Tel Aviv. Al grito de “es un árabe”, decenas de ultraortodoxos han expulsado al conductor del vehículo y han sembrado el caos en la localidad. Cuando el fuego atravesó los cables eléctricos cercanos, el municipio sufrió un apagón. A la espera de la llegada de los bomberos, varios residentes de los edificios colindantes fueron evacuados por temor a que el autobús explotara.

Unos 20 policías han sido heridos como fruto de los enfrentamientos contra los ultraortodoxos en varias localidades de Israel. Cuatro personas han sido detenidas. Desde el inicio de la pandemia, la comunidad ultraortodoxa ha sido el foco de la polémica. Apenas un 10% de la población, su tasa de infección es desproporcionada, con un tercio de los casos de coronavirus de Israel contraídos por sus miembros. Pese a ello, este grupo sigue convencido de abrir sus escuelas y seguir con la vida normal.

Las escuelas ultraortodoxas son las únicas abiertas en todo Israel, excepto las de educación especial. Bodas y funerales masivos se celebran constantemente entre miembros de esta comunidad. “Hay anarquía en las calles”, ha denunciado el jefe de investigaciones policiales, Roy Waldman, en una entrevista con Channel 13. Es un “estado dentro de otro estado”, ha denunciado. Este fin de semana los ultraortodoxos han acusado a la policía de “nazis” y han atacado a periodistas cubriendo los disturbios.

Mientras, el primer ministro israelí Binyamin Netanyahu mira hacia otro lado. “Su supervivencia política y su posible huida de enfrentarse a la justicia dependen de su capacidad para formar una coalición mayoritaria después de las elecciones”, ha explicado Jeff Barak en ‘The Jerusalem Post’, “para que esto suceda, necesita el apoyo de los partidos haredí”. Sin ellos, “Netanyahu es historia, condenado a pasar los próximos años en el banco de acusados ​​del Tribunal de Distrito de Jerusalén, enfrentando la perspectiva muy real de una sentencia de prisión”, ha concluido.

A dos meses de las cuartas elecciones en dos años, el mandatario israelí despierta la ira del resto de la población israelí. La opinión pública denuncia la impunidad de la comunidad ultraortodoxa, con escuelas abiertas y celebraciones continuas, a la vez que la mayoría de la sociedad acata las restricciones por coronavirus. Este lunes el país se cierra a cal y canto durante una semana con la prohibición de entradas y salidas de vuelos internacionales para evitar la propagación de las nuevas mutaciones del virus.

Vacunas a adolescentes

“Salvo raras excepciones, estamos cerrando el cielo herméticamente para evitar la entrada de las variantes del virus y también para asegurarnos de que avanzamos rápidamente con nuestra campaña de vacunación”, ha dicho Netanyahu este domingo. La semana pasada el gobierno israelí extendió el tercer cierre nacional del país hasta finales de enero. Con más de 595.000 casos desde el inicio de la pandemia, 4.361 israelís han sucumbido al coronavirus.

Pese a ser líder mundial en vacunación, los casos siguen aumentando. Israel ha empezado a vacunar a adolescentes ente 16 y 18 años para que puedan realizar sus exámenes. Más del 25% de su población de nueve millones ha recibido, como mínimo, la primera dosis de la vacuna desde el inicio de su campaña el pasado 19 de diciembre.