Además de enfermera, Ana Moreno es fotógrafa. Publicó en Instagram una foto que no era, ni de lejos, la mejor. Pero formará parte de sus recuerdos más íntimos. En ella, aparecía con sus compañeras de hospital Materno Infantil del Miguel Servet de Zaragoza, el día en que salieron a recibir el aplauso que la ciudad les brindaba. Y lloraron. Vaya si lloraron. Fue una emoción cercana a la que había sentido otros muchos días, desde el balcón de su casa, cuando algunos vecinos, los que conocen su profesión, se giraban hacia ella para dedicarle la ovación.

Para Ana esta crisis, además del caos, tiene muchas cosas buenas que recordar. «Trabajamos muy duro, pero nadie se queja. Ahora, la gente ve mejor al taxista, o a la señora de la limpieza, al camionero, a la cajera...» Y esos reconocimientos, a veces, llegan en forma de aplauso a unos profesionales que no siempre han estado bien tratados. «Todos somos importantes». Cuando habla de esas personas, Ana se acuerda de sus compañeras actuales, «porque, cuando tienes una vocación, quieres estar ahí». Y de las compañeras de la UCI de Trauma. Era su antiguo servicio y, de hecho, pidió volver allí cuando vio lo que se avecinaba., aunque, de momento, le digan que tiene que seguir en el Infantil,«Tienes que hablar con ellas», me dice». Se merecen un premio Nobel, el de la Paz, el que sea».

Le hago caso a Ana. Dejo a un lado la estructura de la sección. Y llamo a Laura Andrés. Ellas han compartido mucho. Hasta su trabajo en una oenegé. «En el día a día en una UCI estamos muy expuestos, tratamos con infecciones parecidas», me explica. Es enérgica. Ana tenía razón. Laura suelta un titular en cada frase. «Este trabajo me ha enseñado a vivir. Le he perdido el miedo a morir». Porque, en su trabajo, Laura, sabe «salir llorando de una habitación y entrar gastando bromas en la siguiente». El suyo es un servicio «extremo». Volver a casa es complicado. Sobre todo, porque hay que aislarse y cuidar al resto. Laura se siente segura pero tiene miedo de fallar, de despistarse. Aunque sabe que «han reforzado la plantilla para que, en el momento en el que empecemos a caer, tengamos un rescate».

Pese a la seguridad, los días son difícililes. Y eso que son un equipo «fantástico». Me los cita a todos: auxiliares, celadores, médicos... «Y Milagros, nuestra señora de la limpieza, que cuando te da los buenos días hasta parece que lo hace cantando».

Lo de cantar o hablar tiene mucho sentido. «Aunque estén intubados y sedados, siempre hablamos a los pacientes». E incluso les dedican canciones, porque el oído, dicen es lo último que se pierde. Esto último lo hacen gracias a Nacho Rovira un tenor voluntario que va hace mucho tiempo al hospital. Ahora, como no se permiten visitas, ha hecho un canal de Canciones para mis héroes. Pero si hablamos de solidaridad, hay muchos más. «Nos está trayendo de todo, desde tablets para que los pacientes hagan videollamadas a batas». Laura dice que la respuesta de la gente es «impresionante». A mí me impresionan las suyas. Le pido una foto para ilustrar la página y me manda una de todo su equipo. «No quiero ningún reconocimiento. Yo lo que quiero es que el país salga adelante».