El reloj marca las 11 de la mañana. En la plaza José Sinués de Zaragoza, con el majestuosos Teatro Principal de testigo, María Luisa le echa la bronca a Camilo. Resulta que se ha sentado en un banco al sol después de que lo hayan desinfectado y claro, la lejía diluida en agua no se seca en el acto. «Pero ten cuidado que te vas a manchar los pantalones», le dice. Él se levanta, comprueba si es así rozando con su mano el pantalón y vuelve a sentarse. «Qué ya esta todo seco», dice, así que María Luisa, con cierta resignación, se sienta. Hace una temperatura maravillosa. El sol luce su mejor. «No te creas, que en un rato ya no podremos estar porque hace mucho calor», comenta María Luisa, que no se quita su abriga rojo mientras se acomoda en el banco.

La suerte, continua, es que «los que ya somos mayores a las 12.00 horas tenemos que irnos a casa, que es cuando más aprieta el sol». Los hay que siempre ven el lado bueno de las cosas.

Los turnos definidos por el Gobierno de España para poder salir a la calle han generado cierto revuelo y más de un despiste. «Tenemos horario de soldado. Cada uno puede salir a su hora de casa y no puede olvidarse de mirar el reloj para volver a tiempo», dice María Luisa, que se nota que tiene ganas de hablar. «Después de tantos días encerrados en casa, queremos estar en la calle, es normal».

Y como a ella, lo mismo le ha pasado a las miles de personas que se han lanzado a la conquista de la ciudad. Desde primera hora de la mañana los parques se han llenado de deportistas. Si algo ha conseguido la pandemia es que haya runners por todos los lados. ¡A las 8.00 ya había gente estirando! «Hoy estamos más acompañadas de lo habitual», comenta la dueña de un bichón maltés que corretea por el parque de los Poetas, acostumbrada a la soledad del paseo perruno matutino.

Los horarios son tan ajustados que parecía que todos tenían que salir por la mañana, no fuera a ser que durante la comparecencia del mediodía Pedro Sánchez rectificase y volviera a restringir las salidas.

Hasta las 10.00 es el turno de todos, menos de los menores de 14 años. Entre patinadores, ciclistas, runners, paseantes (con y sin perro), carritos de la compra, parecía que la ciudad estaba en fiestas y que en lugar de cachirulos llevaba mascarillas aunque no todos. Tras 49 días de encierro en el sofá de casa, hay cierto optimismo por la calle y bastantes ganas de normalidad.

Tanta ha sido la mezcla que ha habido puntos como la ribera o la Expo donde la concentración de personas ha sido excesiva, pero a las 10.00 horas todo ha cambiado porque era el turno de los mayores y dependientes, que caminaban respetando la distancia más que nadie. Hasta la calzada de Independencia servía de acera. Y este era el motivo por el que el consistorio decidió peatonalizar varias avenidas.

Pero si hay un momento en el día donde la ciudad luce su mejor sonrisa es de 12.00 a 19.00 horas, el espacio reservado para que los pequeños jueguen a ser niños, corran y disfruten de la primavera.